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NoFM se la juega

- Por: helagone

De unos años a la fecha, internet se ha convertido en el espacio por excelencia para compartir información. Lo que otros tiempos fuera la plaza pública es ahora una considerable cantidad de jóvenes en la red. Para ellos es el medio más eficaz para encontrar mensajes a los que de otro modo sería imposible acceder, desde entretenimiento, noticias, cultura o arte. Podríamos decir que internet se ha vuelto el rostro de una generación que se ha criticado injustamente por su falta de algo que la defina: una generación que ha sido considerada por las anteriores como apática, desinteresada y de nula injerencia en los grandes acontecimientos y en las grandes motivaciones sociales. Su participación activa, como sus pasatiempos, se ha refugiado en una máquina estúpida, en una suerte de feto amplio y ridículo que jamás traspasa la idea de ser sólo un divertimento o un simulacro, dicen los detractores; bajo la marquesina nada vistosa del www desean hacer su vida una bola de incomprensibles ninis, de flojos desempleados, de artistas sin obra. Hagan algo de verdad con su vida, dicen los detractores. Y esta generación sólo les responde (como aquella que respondió por el rock o por el jazz o por cada revolución importante) que no saben nada.
NoFM se considera digno representante de ese tórrido, apocalíptico, hermoso mundo de espirales de información infinita. Recuerdo que en la creación del portal, la primera idea que estaba clara era que vivíamos en un “no”, y que el primer acto debía ser poner un muro como el de Roger Waters en nuestra página y soltar sólo una voz que dijera “it´s there anybody out there?”. Según recuerdo todo aquello iba a representar nuestro concreto distanciamiento frente al “mundo real” (que ahora nosotros nos gusta nombrar más llanamente “mundo tridimensional”), mundo en el que efectivamente nosotros no contábamos más que en la lista de deudores, en el que nuestras opiniones no eran escuchadas y ni siquiera nuestras ansias de entretenimiento cumplidas. Padecíamos diariamente un distanciamiento frente a las noticias que se nos ofrecían, frente a la oferta de los medios que aparentemente debían representarnos y en los que aparentemente se mostraba gente como nosotros; y, por supuesto, padecíamos una barrera inmensa, incapaz de superar, que otros llaman la inagotable y riquísima variedad de trabajo y de satisfacción profesional de la que, según se cuenta, está repleto el mundo tridimensional. Y, bueno, no nos costó demasiado llegar a la conclusión que si no teníamos cabida en ese mundo, igual podríamos intentarlo en otro.
Así que para nosotros y, hasta donde sé, para muchos, muchísimos más, la virtualidad de la red ha tomado el lugar del genuino sentir de las calles, es la nueva sede donde las verdades son dichas, donde la pulsión personal puede tener un registro, a pesar de lo egoísta, hipócrita, inmoral o descarriado que pueda traer consigo. La base misma sobre la que se funda la red, era (a nuestro entender, cuando fundamos ese pequeño lugar que no existe llamado NoFM), que cada uno tuviera la libertad de elegir el demonio que desea perseguir hasta agotarse y que esa decisión no la iba a tomar nadie por uno mismo. Dicho credo nos pareció absolutamente aceptable desde el principio para participar de ese mundo desde el amanecer hasta el anochecer.
Pero bueno, regresemos al nunca aburrido pero siempre temible 3D. La Ley TELEOM amenaza a medios pequeños, extravagantes y alucinados como NoFM desde el punto de vista de la libertad de expresión, principio que se ha mantenido en ella como “el meollo del asunto”, “el sí del no”, el pilar de la estación. La libertad de expresión es para nosotros el entramado mismo de la red, el componente químico que te obliga a hablar, a decir a bocajarro todo lo que se pueda sobre todos los temas posibles hasta sentirte cansado y un poco tranquilo después de saber que el monstruo que llevas dentro ha podido salir un rato. La libertad de expresión es, pues, la única responsabilidad cierta que se contrae como escucha y como generador de contenido cuando uno entra a medios como NoFM.
La Ley Telecom también es un riesgo para la situación laboral que hemos creado. Los apartados de “colaboración” con la justicia, invasión a la privacidad y la neutralidad de la red, inmersos todos en las leyes secundarias, han quedado ambiguos. Éste último punto es particularmente delicado. Que instancias como la santa Secretaría de Gobernación esté al tanto y pueda “regular” los contenidos del internet es, en esencia, tronar toda la esfera. El proveedor del servicio puede “administrar” el tráfico, calidad y velocidad del servicio. En nuestro caso, la velocidad que sea necesaria para transmitir tal vez no esté al alcance de nuestros bolsillos.
Los medios de comunicación convencionales se están dando cuenta que la actividad del público joven está ahí, donde estamos en este momento. Estadísticas del año pasado indican que las personas entre 14 y 35 años han abandonado la televisión para abocarse a la red. Si la velocidad y capacidad de ella dependerá de lo que pueda pagarse, pues sólo los que ya tienen demasiado podrán pagarlo.
Pero lo más preocupante es la protección que se ha dado a los monopolios televisivos, quienes no sólo se apropiarán de la radiodifusión, sino que ahora dicha ley, al darle un enfoque meramente mercantil al internet, abre la puerta para que dichos monopolios también dominen con su horrible y monótona voz este mercado. El espacio a los medios independientes quedará tan reducido como lo dejaron en la tele abierta.
Los medios independientes, NoFM uno de varios, no sólo pueden quedar indefensos económicamente, sino que están en peligro de ser tasajeados, alterados, prohibidos, o sencillamente incapacitados de poderse llevar a la práctica.
Lo más valioso de internet, dije arriba, al menos de lo que nosotros, unos pobres usuarios perdidos en el orbe pensábamos, era que cada quien podía elegir el ocio, el vicio, el placer, el trabajo, pero era al fin una elección que nadie salvo uno mismo podía hacer. Ahora es posible que alguien más lo haga en lugar de nosotros, y ese alguien, por cierto, será el mismo que lo hace en el 3D. Habría que volver a crear otro internet para tener lo que una ley y unas cuantas palabras insertas en la constitución habrían quitado. El “no”, que en algún momento se convirtió en una afirmación para una generación muerta de hastío, vapuleada y hasta enmudecida, volverá a ser un no vacío que en efecto no guardará nada. Y el nini, el desempleado, el artista, el nerd, etc., etc., etc., no tendrán otra vez ni obra, ni entendimiento ni lugar para ser. Y será cierta aquella mentira de que esta generación no tiene rostro. Los que no tenían espacios seguirán sin espacios, se nos hará creer que esa es la ley no sólo de la constitución sino de la vida, y lo único que siempre sabremos, los otros, los de fuera, los siempre frikis y fritos, es que al ganar el monopolio, en realidad, quien gana es el silencio.