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La esquizofrenia nacional

- Por: helagone

por Javier Raya
Nos vemos forzados a, como sociedad (o su simulacro), construir nuestras propias versiones de los hechos. Estas reconstrucciones serán diferentes de las versiones oficiales y de los medios informativos, y con razón: nuestra única legitimidad es una suerte de confianza en el testimonio del otro. Esta nota cuenta la historia de la puerta quemada de Palacio Nacional desde la perspectiva que no es enunciada ni por lo medios ni por el gobierno: la perspectiva de la microdocumentación fotográfica.
Documentar el actuar de las fuerzas oficiales no es un delito, aunque el único crimen por el que están comenzando otra fase de detenciones arbitrarias parece ser el de ser joven o caer en alguno de los prejuicios de resentimiento social de los policías y granacerdos.
Si Camus afirmaba que debíamos estar siempre del lado de los que “padecen la Historia”; del lado opuesto al de los que la escriben, fijan, pulen, aromatizan y le dan esplendor; si, en suma, podemos abrir los ojos y observar (como en la foto de abajo) una imagen incómoda de la realidad, esa observación nos vuelve testigos autorizados del presente. No podemos hacer como que no vemos que el gobierno trata de sacudirse Ayotzinapa de encima como si fuera un avispero. No podemos hacer como que los policías no han detenido a algún amigo o conocido. No podemos “desver” los testimonios aplastantes. Podemos ignorarlos, pero en el fondo sabemos que todos los signos apuntan a que nos están exterminando industrialmente y nadie hace nada al respecto (para fines de sexenio, a este ritmo, vamos a terminar en 300 mil muertos según cifras oficiales; acá un poco de perspectiva necromasiva).
No hablo de responsabilidad política necesariamente –se trata de un acto de percepción ética. Aceptemos que somos cobardes, que no tenemos a dónde ir, que no tenemos ninguna manera de enfrentarnos solos, a empellones, contra el final del sexenio. Aceptemos que vamos a pasar por estos años traumáticos juntos, y los que sobrevivan se van a acordar del 2014 como el año en que Alemania le metió de todo a Brasil en el Maracaná, mientras una plaga indiferente barría los cuerpos debajo de la alfombra. Yo no me quiero acordar así de esta época. Si no construimos urgentemente una “versión social” de los hechos, las primeras décadas del siglo XXI serán como un mal sueño del que no terminaremos de despertar. Es la receta para la esquizofrenia nacional.
#AyotzinapaSomosTodos
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