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Declaración de guerra y cuento de Ratarrrey

- Por: helagone

Hoy 19 de enero de 2015, desde el sistema de aguas públicas de la Ciudad de México, Ratarrrey le declara la guerra:
– al terrorismo emocional
– al microfascismo de izquierda
– al machismo intelectual
– a los militares
– a los paramilitares
– a los policías
– a los policías sin uniforme
– al cuerpo de granaderos
– al cuerpo de López Doriga (menos a su vaginita)
– a los derechairos
– a los fascifistas
– al falo intelectual
– a la familia
– al padre
– al paternalismo
– a los genocidas
– a sus compas
– a los torturadores
– a sus máquinas
– a los partidos políticos
– a sus juventudes
– a la democracia
– a sus ciudadanos
– al lado oscuro de la fuerza
– al que no debe ser nombrado
– a Sergio Andrade
– a sus primos
– a la trata de personas
– a los feminicidios
– a los feminicidas
– a la violación
– a los violadores
– al Partido Verde
¡¡¡QUEREMOS VER MUERTO AL NIÑO VERDE!!!
– al oscuro mediodía de la extrema derecha
– a las fronteras
– a los que las protegen
– a las políticas de seguridad
– a la idea de terrorista
– a Occidente
– a Sebastián
– a Santa Fe, a Interlomas, a Polanco, a la Herradura, a Bosques de las Lomas, y a todos los Bosques y las Lomas que están en ese plan, al Pedregal y a sus jardines
(del pedregal y de la montaña), a Palmas, a las del Valle y también a cierto Coyoacan, no nos hagamos gueyxs,
– a Madrid, al Madrid y al Madrid
– a la migra
– al CISEN
– a las balas de goma
– al gas pimienta
– al agua a presión
– a Acapulco Diamante, a Mazunte y a Cancún
– a las autopistas que los conectan
– a las autopistas que quieren poner
– a los que las quieren poner
– a los OXXOS, a los Seven, a los K, a los Extra
– a los que compran ahí
– a los tacones, al pomo y a los mirreyes
– a Miami, a sus cadenas de oro y sus nalgas de silicon
– a Wall Street
– al Wall Street Journal
– a la prensa liberal
– a los liberales
– a sus reencarnaciones
– al porno insensible
– a la máquina de guerra audiovisual
– a la jerarquía católica
– al papa Francisco
– a los que le creen
– a las transnacionales
– a las nacionalidades
– a la civilización como proyecto humano
– a Monsanto
– a los aparatos
– a los nombres
– a los apellidos
– a Raúl
– a Vicente
– a Felipe
– a Enrique
– a Emilio
– a Raul
– a Carlos, a Carlos, a Carlos, a Carlos y a Carlos
– a Cuauhtémoc, a Cuauhtémoc y a Cuauhtémoc
– a Javier
– a Adela
– a Andrés y a Manuel
– a Jaime
– a Belinda
– a Sergio
– a Elba
– a Genaro
– a Tomas
– a Humberto
– a Arturo
– a Octavio
– al progreso
– a lo comprobable
– a lo original
– al dato duro
– al discurso blando
– a la ONU, FMI, OCD, XHGC, FIFA, OMS, TLC, TELECAN,OTAN, OEA, ALBA, ONG, INE, TRIFE, PP, FN, UNAM, PF, INBA, IPN, UAM, ENPEG, SEP, ITAM, COLMEX, PRI, PAN, PRD, PG, MC, MORENA y a todas sus convergencias
– al SNI nivel I, nivel II y nivel III.
– al CONACYT
– a todos los sistemas de investigadores
– a los investigadores
– al Estado
– a Mario Aburto
LIBERTAD A LXS PRESXS POLÍTICXS
MUERTE A TODAS LAS RELIGIONES
DIOS ES NUESTRO HOMIE
RATA O MUERTE VENCEREMOS
RATARRREY – ACTA DE NACIMIENTO
Ratarrrey no se engendró. Ratarrrey no fue resultado de una puerca copulación entre dos ratas, de una oscilación entre entradas y salidas de un pequeño y seco pene hundiéndose en una cavidad. Ratarrrey ocurrió como resultado de una unión entre muchas ratas dentro del mojadito útero de la Rata Madre, que es más Madre y más Rata que la Madre Biológica. Cómo ocurrió exactamente es una buena pregunta; su proceso de gestación sigue sin ser claro. Sabemos que la Rata Madre había estado bebiendo mucho las últimas semanas, que de fiesta en fiesta terminaba en algún rincón de la casa de muchos y de nadie en un profundo sueño resultado de las muchas pachitas que fluían por sus venas. ¡”Más, más Jimador!”, gritaba exaltada, a la espera de que algún bondadoso borracho colmara sus deseos.
Ni ella misma sabía que mientras todo eso ocurría, una comunidad de ratas comenzaba a formarse. Cerca de allí, una cansada Madre Biológica —que no era ni rata ni reina— se dejaba meter una y otra vez pequeños penes por un hoyito que era, en más de un sentido, “un hoyito sucio”. Esa Madre Biológica no podía parar: daba a luz ratas y más ratas. Gorda, cansada y destruida después de muchas cogiditas y muchas pariditas murió dejando una comunidad de ratas sin madre. Es fácil adivinar lo que pasó: el mojadito útero de la borracha Rata Madre sería la cueva donde algunas de esas ratas devendrían una, donde muchas devendrían unas y donde todas, absolutamente todas, devendrían ningunas.
Una noche en que Rata Madre dormitaba bajo los efectos del Jimador ocurrió por fin Ratarrrey. En medio de vapores de tequila, cada una de las ratas empezaron a roer su pantalón hasta llegar a la húmeda vaginita, chiquita y cochina, bien cochina. Ella murmuraba en sueños ‘qué osito, qué osito’, mientras las pequeñas ratas buscaban la calientita entrada por la cual llegarían hasta el útero. Avanzar sin orden hasta que ocuparon su matriz, un pequeño y pegajoso recinto donde quedarían finalmente entrelazadas y atadas irremediablemente entre sí. En ese campamento sin casas se fraguó Ratarrrey. Todas las rugosas colas se entrelazaron y la mezcla de excrementos, flujos vaginales, sangre y suciedad formaron una costrita que las llevaría a estar unidas para siempre.
A la mañana siguiente, la cochina Rata Madre abrió sus ojitos llenos de lagañas y de pus. La despertó una extraña sensación en su matriz y un frío aire que se coló por su vulva bebé. El Jimador en sus venas no le permitió recordar quién había acabado con sus pantalones y con sus calzoncitos, apestosos a colita de días atrás. La acumulación de eventos similares la llevó a no cuestionar su estado. Confundida y cruda, entre retazos de tela encontró qué ponerse. Los días pasaron y, mientras, en su matriz se gestaba poco a poco aquel ser que pronto habría de salir.
Por aquellos tiempos la rata madre conoció a un dudoso compañero, un sujeto que se hacia llamar Rata Negra y que aparecía cada cierto tiempo para pedir al resto de las ratas que lo alimentaran. Aquella noche, Rata Negra fue el primero en percatarse de la cochinada que acontecía en las oscuras catacumbas de Rata Madre. Durante un encuentro sexual, tipo “F”, sintió una serie de rabiosas mordidas en la punta de su penecillo. Inmediatamente supo que el ser que atacaba su falo nada tenía que ver con él. Era una criatura sin forma, sin paternidad y sin familia; divino y horrible al mismo tiempo. Ratarrrey salió de su matriz como entró: a mordidas. Rata Madre no daba crédito a lo que veía: una asquerosa comunidad formada por cuerpos peluditos, calientes y repugnantes. De su vaginita había emergido un bello y oloroso Ratarrrey. El Ratarrrey que hoy les habla.