
Han pasado cinco meses y seguimos contando. Las marchas, los gritos en la calle, las declaraciones de gente famosa poco a poco han ido disminuyendo, pero seguimos contando. Quienes afirmaban que Ayotzinapa era una moda, era un trending topic, quienes se sientan a gusto a no gritar, quienes reducen el hecho a lugares comunes como: “Eso pasa siempre” o “Ayotzinapa es un parteaguas”, no pueden creer que la indignación siga viva.
Y tal vez sigue viva porque Ayotzinapa recuerda Acteal, Atenco, Aguas Blancas, Acapulco… Tal vez es porque eran jóvenes como en Tlatlaya, tal vez porque la tortura de Julio César Mondragón recuerda a las marcas del cuerpo de Moisés Sánchez. Tal vez porque las fosas de Cocula se parecen tanto a las de Coatzacoalcos y a las de San Fernando. Tal vez porque Murillo Karam no puede sostener una “verdad histórica”, así como Rodolfo Ríos Garza espera una “verdad jurídica” para consignar a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Tal vez es el desalojo de maestros en Acapulco, el del Zócalo el 20 de noviembre, el de Reforma hace dos semanas. Tal vez por la necesidad de Enrique Peña Nieto por pasar la página, tal vez el cansancio de Murillo Karam, tal vez la pulcritud de las fuerzas policiacas de Rubido y de Mancera.
Tal vez contamos hasta 43 porque la garganta no alcanza para las cifras que nos han impuesto… Este 26 de febrero, llegamos a cinco meses y seguimos contando. Tal vez no dejamos de contar porque el Estado tampoco ha dejado de contar muertos.
Tal vez el #SeguimosSiendoAyotzinapa debiera tornar en #NoQuieroSerAyotzinapa