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#NoVotarOVotar: La insuficiencia de los argumentos por el NO

- Por: helagone

El 7 de junio se acerca peligrosamente. Para algunos es la fecha en que el sistema político recibirá nuestra merecida indiferencia, para otros es de nuevo la oportunidad de ejercer un derecho que no podemos darnos el lujo de perder. No Votar o Votar, cada ciudadano tiene una postura, o debiera tenerla. Frente a la gesta electoral y todos sus vicios, NoFM mantiene una postura crítica y asume su responsabilidad como medio de comunicación para mostrar parte del sentir de la sociedad que se cuestiona el funcionamiento de nuestro sistema partidista. Por ello, del 20 de abril al 5 de junio, publicaremos una columna diaria con la postura de distintos ciudadanos. No Votar O Votar, lo invitamos a participar en este debate.

La insuficiencia de los argumentos por el NO

Por Efraín Navarro
@efrainnavarrog
Voy a votar. quienes se inclinan por no hacerlo tienen distintos argumentos. Algunos sostienen que votar es avalar el sistema. El sufragar por un partido nos haría moralmente responsables del estado de descomposición en el que vivimos. No creo que el meollo del asunto sea ser partícipe o no del sistema político y, sobre todo, no creo que votar sea una cuestión moral. En cambio sostengo que votar es un tema de estrategia política. Mientras algunos se dan golpes de pecho desmarcándose del proceso electoral —eligiendo el no votar como un baño de pureza—, inevitablemente emergerán de las elecciones nuevos gobernantes ya sea como resultado de uno o millones de votos.
Otro argumento afirma que el no votar es una herramienta política. Si el día de las elecciones hay miles o millones de votos anulados —o un alto índice de abstencionismo— ¿qué proseguiría? ¿Llamar a la nulidad de las elecciones? ¿Las anulamos para convocar a otras? ¿Pedimos una reforma política? En las últimas décadas estás movilizaciones de hecho han ocurrido, incluso acompañadas de una participación activa en procesos electorales, y la experiencia muestra la escasa probabilidad de que la clase política responda ante estas demandas en abstracto.
Una posición diferente entre quienes optan por no votar es que rechazan el elegir entre candidatos y partidos, por decir lo menos, indeseables. Todos son lo mismo, se sostiene, y por lo tanto no vale la pena votar. No simplifiquemos las cosas. Puede que todos los partidos compartan vicios, tengan un altísimo nivel de corrupción en sus filas, e incluso una seria incapacidad política; pero no son lo mismo. Cada uno tiene agendas diferentes. Si bien la diferencia entre sus propuestas está en un rango que va de lo terrible a lo mediocre, al final del día prefiero elegir al enemigo contra el que pueda luchar más efectivamente, aquel contra el que la batalla no sea defender los derechos más elementales sino profundizar y radicalizar las agendas.
Finalmente, diferenciemos entre cada tipo de elección. No son lo mismo las elecciones locales y federales. No es lo mismo votar por diputados, delegados, presidentes municipales o gobernadores. Hay diferentes escenarios electorales y la decisión de por quién votar —o inclusive el no votar— debe de tomarse en cada caso. Anular para el caso de jefes delegacionales es una opción que no descarto; pero cuántos votos alcancen las fuerzas políticas en la Cámara de Diputados puede ser la diferencia para que el que PRI no nos pase por encima con sus catastróficas reformas, como ha sucedido desde 2012. Tener un grupo opositor mayor puede servir de apoyo para presentar batalla contra estas iniciativas, inclusive puede servir para detenerlas o por lo menos luchar por eliminar sus versiones más cínicas y aterradoras. Si hubiese habido un mayor bloque parlamentario opositor tal vez pudimos haber frenado la privatización de PEMEX; tal vez se podría ejercer una mayor resistencia a los intentos de privatizar el agua; tal vez se pueda realizar mayor presión política a nivel legislativo sobre casos como el de Ayotzinapa, a la par que las calles se llenan de indignación. Que la cuestión no se reduzca a votar o no votar. Hay que pensar si votar o no votar en cada escenario.
Voy a votar. No porque quiera ser cómplice del sistema. No porque crea que las elecciones vendrán a resolver los problemas nacionales. Voy a votar porque aprovecharé cualquier oportunidad para evitar que este país siga el curso que ha tenido en las últimas décadas. Aunque esta oportunidad sea tan limitada e insuficiente como el voto.
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Efraín Navarro (Ciudad de México, 1988). Estudiar historia le dejó dos lecciones: que las cosas están destinadas a cambiar y que pueden cambiar para mal. Hizo una tesis sobre historietas y ahora hace una sobre fútbol.