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#NoVotarOVotar. Un acto de fe

- Por: helagone

El 7 de junio se acerca peligrosamente. Para algunos es la fecha en que el sistema político recibirá nuestra merecida indiferencia, para otros es de nuevo la oportunidad de ejercer un derecho que no podemos darnos el lujo de perder. No Votar o Votar, cada ciudadano tiene una postura, o debiera tenerla. Frente a la gesta electoral y todos sus vicios, NoFM mantiene una postura crítica y asume su responsabilidad como medio de comunicación para mostrar parte del sentir de la sociedad que se cuestiona el funcionamiento de nuestro sistema partidista. Por ello, del 20 de abril al 5 de junio, publicaremos una columna diaria con la postura de distintos ciudadanos. No Votar O Votar, lo invitamos a participar en este debate.

Un acto de fe

Por Gabriel Gómez Hernández
@Chico_Calavera
Desde niño me he considerado un ser raro, más bien un ser medio estúpido que no entiende muchas cosas fácilmente, uno que se fórmula las preguntas más absurdas e irrelevantes del mundo; ¿por qué nos enseñan matemáticas? ¿Por qué el baseball puede durar lo que se le dé la gana? ¿Los personajes de las caricaturas viven realmente dentro de la televisión? ¿Los adultos han olvidado cuando fueron niños? o ¿qué es la política? Creo que esta última es la más absurda de todas las anteriores.
Una de las cosas que más recuerdo de mi infancia es esta clásica pregunta: “¿y por quién vas a votar?” Que en cierta época del año los adultos suelen hacerse; la respuesta generalmente era la misma: “todos son unos pinches rateros”. Desde muy joven aprendí a odiar y a ser completamente apolítico. Por esa razón para mí la política y los que la hacen se pueden definir así: “todos son unos pinches rateros”; parásitos que viven a costillas de los ciudadanos, personas “bien intencionadas” que terminan siendo corrompidos por una autoridad o “ente” superior. No sé, supongo que debe haber algún político honesto o que quiera trabajar para mejorar a este tan jodido país, no he sabido de un caso, probablemente es porque jamás he escuchado una propuesta, siempre he escuchado quejas, acusaciones, desacreditaciones y demás actos circenses entre partidos políticos.
Soy de la generación que vio cómo después de 72 años en el poder, el partido oficial fue desbancado gracias al carisma de un personaje que resultó ser un presidente bufón y pusilánime, por alguien que en vez de político parecía salido de un sketch cómico. Las personas olvidaron que votaban para elegir a un presidente y no a un compadre. Ahí está la “democracia”.
A mí (como a muchas otras personas) me tocó tener abuelos que trabajaban en el campo, personas de lo más humildes que eran llevadas a “votar” prácticamente a la fuerza, a pesar de no saber leer ni escribir. Los llevaban en camiones de redilas y les decían los colores que debían tachar (saben a qué colores me refiero). Ahí está nuevamente “la democracia”.
Por esas razones no creo en que el voto haga un cambio real. No creo en las instituciones podridas, no creo en la existencia de la “democracia”, creo que las elecciones son “el alimento del monstruo”, son lo que hace que cada temporada surjan nuevos partidos que no sirven ni lograrán nada, más que vivir de los impuestos de los que sí trabajamos. ¡Ah! Pero no votes y eres un mal ciudadano, eres un paria, le fallas a México y a las nuevas generaciones; cuando realmente son los políticos, los partidos y las instituciones, las que le han fallado a este país.
No creo ser una autoridad moral ni nada, incluso no creo que este texto sirva de algo, o tal vez sí; tal vez muchos de ustedes se darán cuenta de que saben qué es lo que está mal, qué es lo que ha estado mal y siempre lo hemos tenido frente a nosotros.
Los cambios (al menos los buenos) no vienen ni de los políticos, ni de la democracia. No vienen de un gobernador que cachetea a sus empleados, tampoco de un aferrado que habla “ají”, menos de una bola de dinosaurios corruptos y asesinos, y no, tampoco de unos puritanos que defienden a un feto en lugar de a la persona encargada de darle una buena calidad de vida.
El cambio está en la gente, en la calle, en las acciones, en la responsabilidad que tenemos como ciudadanos, en lo que le enseñamos a los niños, en el trabajo que hacemos a diario. Desde donde yo lo veo, el voto igual es una suerte de compadrazgos y arreglos.
¿Votar o no votar? La respuesta es: no sé. Para mí votar es como la paternidad: un acto de fe.
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Gabriel Gómez (ciudad de México, 1983) Comunicólogo, reportero, locutor, músico. “Hay dos cosas en la vida que no puedo evitar: llorar… y comprar en abonos.”