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Postal 36. El túnel que nos acerca al inframundo

- Por: helagone

Por Erika Arroyo
@WooWooRancher
Los extremos del túnel que conecta a Detroit con Windsor fueron abiertos a la circulación en noviembre de 1930. Sus extremos se miraron a lo lejos por primera vez y desde entonces con cerca de kilómetro y medio de distancia.
Dos portales, uno americano y otro canadiense, en el centro de su respectiva ciudad. Dos corazones subterráneos que bombean un vaivén de vehículos entre tubos de acero.
En esta Postal nos desplazaremos de un punto a otro a través del primer subterráneo vehicular construido entre dos naciones. Bienvenidos a bordo.

Autos lujosos conducidos por los choferes de hombres trajeados, camiones de carga con obreros al mando, campers con familias con rostros de vacacionistas, descapotables extraviados con parejas buscando un paraje alejado para hacer el amor. Diariamente, un estimado de 2 mil automóviles recorren ese pasadizo de blancas paredes.


¿Cuántos túneles habrá debajo de nosotros? ¿Cuántos trayectos se estarán creando ahora mismo?
Debajo de la tierra va ese camino surcado con maquinaria pesada, revestido de mosaicos para mitigar la angustia que produce el no saber si se logrará cruzar con éxito. El túnel es quizá el paso que durante el trayecto nos acerca más al inframundo.



Un congestionamiento vial en un túnel puede ser un infierno o la gloria misma, la clausura de toda posibilidad o el nacimiento de muchas.

Discusiones encendidas, caras largas y aburridas mirando las aterciopeladas vestiduras del auto, motines siendo contados entre guantes de piel oscura, caricias llenando silencios, llantos contenidos. Romeo y Julieta en el manicomio.


En un Cadillac negro, un niño llena de vaho la ventanilla para dibujar aviones. En el carril opuesto, una niña besa el vidrio de un Mercedes Benz rojo quemado. En un instante, sus miradas se cruzan, el avance controlado por los adultos al volante hace inevitable alejarse. Ambas miradas se buscan de nuevo al fondo y se rozan por última vez.


“Te mando esta postal desde este pueblo del Canadá; está junto a Detroit. Saludo a mamá.” En uno de los extremos de ese camino Óscar firma con su bolígrafo negro un improvisado mensaje a su hermana Lydia. Hay mucho por decir, pero no cabe y aún no está permitido en los márgenes de acción de Óscar, cruzar la línea divisoria entre el espacio del mensaje y el de la dirección del destinatario. Los túneles todavía no tienen cabida en su mapa mental.


Dicen que los túneles nos dan espacio, que hacen lucir las ciudades más limpias. Esos pasadizos son como los muebles ocultos, los zurcidos invisibles de nuestras camisas, los universos que habitan debajo de las alfombras o las secretas hemorroides.


De día o de noche, nos fascina la idea de desplazarnos por vías enterradas que conectan lo mismo que dividen. En un túnel todo el tiempo vemos cómo otros se van y llegamos a un polo, el que se aprecia luminoso a la distancia, para preguntarnos si hay alguien más esperando del otro lado.