TODO MENOS MIEDO

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Beodos, badulaques y un Bautizo, CCC

- Por: helagone

Por Carlos Cristo Bautista
@carlos_kristo
Fotos de Adal Chávez
@parkrew
Son las diez de la noche. En todo el lugar se escuchan gritos al son de Beck, recitando todos juntos, “Soy un perdedor”, sintiéndonos plenos y bailando sobrios.
Barra libre para todo el que fuera paciente.
Estamos en Capitán Gallo. Los polluelos no vinieron, se quedaron a descansar y ser responsables. Aquí pura cresta loca, rock noventero y vasos de plástico por el suelo a donde quiera que uno camine.
Estamos en el Sabbath y faltan escasas horas para el día del señor.
En la azotea me presentaron a un grupo de tres chicas y dos muchachos. Seguimos siendo amables, preguntando por un heterónimo, ocupación, pasión, escolaridad, edad (no mamen), razón de su presencia en un lugar como ese y hasta la marca de pasta dental que usas.
Una de las preguntas más comunes en mi experiencia (y culpo a la fama de la que me he hecho), es la postura frente al consumo de drogas y qué tanto las consumes. Todo comienza con un muy amable:
– ¿Y, tú “fumas”?
Pasando a respuestas como:
-¿Qué cosa?
Risitas.
Y así se te puede ir una noche: encuentras a tu alma gemela. Difícilmente volverás a buscarla, a menos que no tengas plan el siguiente fin o en un año. Y piensas en la agenda difunta y polvorienta de la vida nocturna tiene.
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Aún estamos sobrios. Seguimos siendo amables; preguntamos cosas que no nos interesan: queremos ser adecuados, pertenecer. Ésta es una fiesta muy bien pensada, donde a muchos les importa un carajo con quién están brindando, a quién acaba de besar, si ofendieron o disminuyeron a cualquier persona, porque no se quieren preocupar por nada. Sintetizando esto, considero que logré conocer una ligera parte de la esencia de los alumnos del CCC. No me encantó, pero sí me provocó una linda cruda.
Dejando a un lado a las persona que a todos nos cagan, porque siempre los habrá sin importar el medio, edad, escolaridad y demás, no tuve charlas de hueva con snobbys, ni una disputa entre borrachos. Personas con los pies descalzos y la cabeza en una nube de nicotina, en su mayoría, y no lo digo como alguien centrado, me platicaban con un éxtasis muy ameno acerca de sus sueños, proyectos, deseos y ganas de que algún día despertarán con recuerdos llenos de desvelos, sin pesadez y vivir el éxito sin dolor.
Todo iba muy bien; cuatro whiskys, tres rones, algunos tragos con vodka y agua loca traída para hablar todos un mismo lenguaje. En lo personal, me gusta no hacer filas, ya sea para beber u orinar, pero conozco a muchos de “esos” que gustan de encontrar al amor de su vida mientras esperan, como si fuera un acto poético el hecho de encontrar algo en donde no se estaba buscado. Uno se puede aguantar las ganas, ¿pero para qué hacerlo si hay una esquina donde, si no está fajando una pareja o un solitario rascándose, siempre es un buen mingitorio?
A nosotros como anfitriones también nos ha tocado alguna vez, hace no muchas semanas, un ojete orinó dentro del clóset donde se guardan cosas que normalmente uno utiliza. Yo procuro hacerlo en una esquina abandonada por la luz y dejar andar las malas ideas a tierras más fértiles.
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Y de un momento a otro, todo vuelve a estar muy bien, charlé con un “joven” agradable, a excepción de que gustábamos de la misma chica en ese momento y sin ir a más detalles, mi actuación de borracho (que interpreto con tanta gracia), los llevó a una charla larga y a mi parecer dulce. Cuando uno pasa más tiempo observando y bebiendo que siendo empático, te da oportunidad de percatarte de cosas lindas y tediosas, como la mirada de dos personas que no tienen futuro pero que se llenan a momentos, a los que se la pasan fichando con dos tragos e insistiendo que todos deben beber más, porque lleva medio pomo de quién sabe dónde.
Ahora, viene lo lindo, el bautizo a la nueva generación, la razón por la que se hizo todo esto, un sacramento como justificación perfecta desde hace siglos para festejar y dejarse ser festejado, un segundo o tercer nacimiento que te dará la luz y mostrará el camino para sobrellevar todas las cosas bellas y nefastas que vivirán ahora que decidieron reencarnar, “Los Milhouse”. Un escaparate de personas sonrientes y divertidas, sé que no son mis compañeros ni amigos, pero disfruté y sentí empatía por lo que estaba pasando.
Después de la ceremonia, que fue un “Lavado Tijuana”, vino lo mejor. Había terminado de interpretar el DJ AUX-iliar, que lo hizo increíblemente por severas horas. Llegó el momento de que los rifados rifen y los no rifados lloren; el baile, preciosa cumbia sintetizada acompañada por borrachos pasos de baile retumbando en el pecho, mientras un travesti ocupaba el escenario seduciendo a todo el que veía y despertando los deseos de insomnio, era Afrodita la reina del Palenke.
Después de intercambiar parejas cual swinggers, muchos pasan a retirarse. No estoy seguro de la hora pero calculo que son las dos, dado que las personas que traían identificaciones falsas se están despidiendo, ya llegaron por ellos.
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Poco después de esto (casi dos horas en lo que se organizaban aventones), nos han dejado fuera. Obviamente, tenía que haber un after, pero ya nadie quiere seguir en un antro o bar, quedamos menos y como una mandada de disidentes borrachos emigramos a la casa de “alguien”, que seguramente algo tenía que ver con la fiesta, un ambiente más tranquilo, más intelectual, son los “sobrevivientes” al rock antrero. Para este momento no estaba muy consciente; recuerdo que se rompía una chela y creo que fue culpa mía, porque yo estaba sangrando y tenía varias heridas, pequeñas pero punzantes. No estuvo tan mal, no nos corrieron. Rimbaud se sentiría orgulloso de todos nosotros; en su mayoría no dejamos de beber ni de pasarla bien durante la madrugada hasta el amanecer.
Lo jodimos de la mejor manera, seguramente hubo quienes la pasaron de mal, hasta terrible, pero observé más amenos y desinteresados. La vida no es una borrachera, pero claro que la borrachera puede ser tu vida. Yo perdí una chela, un poco de sangre y un chirris de dignidad, pero gané una noche de recuerdos bellos. Seguramente lo que conservan mis lagunas mentales, y la de todos nosotros, son cosas que no necesitamos saber, ni haber vivido.
Gracias camaradas del CCC, por regalar a quienes pudimos acompañarlos, un momento. Espero nos puedan dar más, ya sea gritando “¡Yo soy un perdedor!” o a través de la mirada, con su chamba, a su manera.