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Sympathy for Cuba. Un par de ideas sobre la visita de The Rolling Stones a Cuba

- Por: helagone

Por Eduardo Zavala
@babvieca
A finales de la década de los sesenta e inicios de los setenta, mi padre y sus amigos se reunían en una de las explanadas de Tlatelolco (que para esos años todavía representaba un signo de la modernidad, una imagen de futuro) a escuchar en una pequeña radio portátil alimentada a base de baterías “Radio Capital” (1360) quien transmitía toda una serie de programas alejados de lo convencional. No tendrían más de 15 años.
Ahí, reunidos ante la amplitud modulada cual si se tratara de estar frente al fuego, descubrieron que habían muchas cosas más allá que “A Day in the Life” de los Beatles.
Descubrieron, por ejemplo, a Led Zeppelin, a Yes, a The Who, a Frank Zappa, y claro, también a los Rolling Stones; quienes contaban con una hora dedicada a ellos, “de cuatro a cinco”, dice mi padre, en esa estación.
Eran años en que la juventud de México, del mundo, vivía un despertar, una revolución: la guerrilla cubana había triunfado, Salvador Allende logró una victoria en las urnas con un programa comunista, un fantasma recorría y dividía Europa: parecía posible un mundo diferente.
La música que acompañó esos años también jugó un papel importante en la configuración generacional; en algunos casos vino a darles una voz, (por ejemplo “My Generation” de los mencionados Who) pero sobre todo significó un cambio de actitudes, una revolución sexual, una toma de posición ante una sociedad obtusa, represiva.
Este viernes 25 de marzo se presentaron por primera ocasión (y muy probablemente única, a como va este implacable 2016 lleno de muertes, sobre todo de músicos antaños) “Sus Satánicas Majestades”, última gran banda sobreviviente de aquellos años, en la isla de Cuba; último signo de esa época, cuando América Latina (y el mundo) pudieron haber tomado otra ruta.
Es la primera ocasión que una banda de esas magnitudes brinda un performance en la isla desde tiempos de Batista, pues, una vez vencedora la revolución, se tuvieron que tomar una serie de medidas para evitar que la contrarrevolución se infiltrara y volviera a poner a la oligarquía (y a los EUA) como dueña del territorio.
Fidel Castro & the camarads se opusieron a que bandas representantes del capitalismo y sus valores se presentaran precisamente por ser elementos contrarrevolucionarios que terminarían por seducir, gracias a todo su complejo (y efectivo) aparato, a la juventud cubana.
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Así pues, además del inhumano bloqueo económico, los cubanos se vieron impedidos de toda una manifestación cultural; que, a la larga, no sería poca cosa.
Hoy, situados en el siglo XXI, muchos jóvenes de entre 20 y 30 años, que recibieron buena educación por parte del régimen pero que no vivieron los años gloriosos de la revolución, que no gozaron del cobijo de la Unión Soviética, que ni siquiera se ven identificados con la dignísima resistencia, y, por el contrario, les tocó asistir a días desgastados de paredes mal pintadas y descarapeladas, son los que pretenden salir de la isla en busca de unos tenis Nike o la música de Rihanna, Coldplay o Daddy Yankie, que en apariencia es poca cosa pero resulta simbólicamente importante. Son ellos quienes brindan un argumento más con el cual llenar las bocas los que detestan la apuesta cubana de ver y vivir el mundo.
Esa prohibición castrista se convirtió, al final, ella misma, en un elemento contrarrevolucionario pues, creo, el fin último de una revolución es la realización del hombre, y, una verdadera revolución debe tener una dimensión estética que no delimite las subjetividades.
“Menos mal que naciste en Occidente, adolescente”, dice una canción de Virulo, “porque aquí para la rebeldía tienes la pornografía, de cada día; y tienes el alcohol y el rock & roll, y toda la semana, la mariguana”… Menos mal. Es como si los jóvenes cubanos de hoy, vivieran lo que mi padre y sus amigos (ya sesentones) vivieron en 1969.
No cabe duda, estamos ante el fin de una era, de larga duración, y la sincronía de los Stones con Cuba es un signo de ello. Estamos presenciando los últimos destellos de una época que hace ya un tiempo se ha extinguido.

¡Viva la Revolución!
¡Vivan los Rolling Stones!

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