TODO MENOS MIEDO

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Roger Waters, millennial

- Por: helagone

Por José Pulido @RigoMortiz Y usted se preguntará, ¿quién se cree este cabrón hijo de puta que poco o nada sabe de música para venirme a decir esta barbaridad? Pues bien, En unos cuantos párrafos trataré de explicar por qué el bajista y vocalista de Pink Floyd es un millennial y en qué se parecen. Además haré algunas notas sobre poesía, poetas que se quitan la vida a no temprana edad y de cómo hay banda que se aprovecha de eso para empoderarse. Y todo en este artículo. Así que siga leyendo. Aunque para fines económicos los millennials somos todas aquellas personas que nacimos a partir de los 80 considero que a mí y a los míos nos separan un par de cosas de las generaciones más tempranas. Empezando porque nosotros vivimos un rato considerable sin internet e incluso cuando éste hizo su aparición en nuestra vida lo hizo a través de un cable telefónico y no podíamos estar conectados todo el tiempo porque nuestros padres tenían que hacer alguna llamada y, aunque no lo crean, no estar como bobitos trepados a la red todo el tiempo viviendo a través de las pantallas, nos enseño a pensar distinto. Otro punto que viene del anterior es que nosotros somos una especie de generación bisagra, el tiempo se movía diferente, antes todo era un poco más lento –y creo que eso es bueno para pensar–. Me explico mejor. Todo el mundo dice que los contenidos son el presente, que todo se trata de eso, pero para nosotros el Contenido existe en el atributo sintagmático y paradigmático del lenguaje. Un contenido es para mi generación, al menos para unos cuantos millones, aquello que persiste dentro de una forma determinada que requiere de cierta profundidad. Ahora la gente de publicidad y marketing le llaman contenido a hacer una descripción de setenta caracteres de algún producto en línea, por ejemplo un chupón. Lo más importante, nuestra forma de relacionarnos con los demás era distinta, se aleja un poco del narcisismo exacerbado y el otro se nos presenta como complementariedad, no como máquina productora de sensaciones (buenas y malas) con la finalidad de banalizar todo a través de la entrega total a uno mismo. Uno se abandonaba en el otro muchas veces. A eso me refiero, existía la consideración, la satisfacción personal –paradójicamente–radicaba en compartirla. gerardo arana No dejo de pensar en esa estrategia mercadológica que representó para Gerardo Arana haberse quitado la vida (a la manera de Foster Wallace pero sin una obra tan voluminosa ni por asomo tan buena). Aquí el asunto es que tenemos a un mal poeta, un narrador mediano, con una novela francamente estúpida que pretende lo experimental, tratando de legitimar su presencia –seamos honestos– de la manera más sencilla: matándose y no escribiendo. No digo que no tenga sus implicaciones tomar una decisión de ese tipo, pero vamos, si te matas para trascender estás atrapado en el siglo XIX y/o eres un millenial. Pero no se trata de una decisión que, sea lo que sea, en el fondo me parece de lo más valiente. No. Se trata de cómo sus amigos a través de él lo legitimaron para legitimarse ellos. Me parece francamente repulsivo. A veces creo que la poesía, incluso la que existe en algunos versos de Gerardo nos ofrece salvarnos del surfing cibernético, de los mares de información que nuestro cerebro no procesa y que se confunde todo el tiempo con el conocimiento. Pero vamos, no quiero parecer pos apocalíptico. Y bueno, pues nada, el hecho de que Roger Waters venga a México una vez más sólo demuestra que somos una cultura enamorada de un pasado que muchas veces ni siquiera nos perteneció, pero bueno esa es la cosa con la música, para eso es también. Pero igual me parece un acto de narcisismo puro, una acción para buscar su lugar –que en sí ya tiene pero parece que no lo ve– dentro de la historia del Rock. Es un acto miope y egoísta, como García Márquez pidiendo que le llamen Gabo para regocijarse en sí mismo, su “Gabinidad” y seguir escribiendo decenas de libros malos. (El narcisismo millennial hace su aparición de nuevo). Tocar las canciones famosas de la banda que incluyen esa perpetua nostalgia por Syd Barrett, otra leyenda –esta sí real– del mundo de la música, es regodearse en un –digamos– one hit wonder discográfico. Esto no significa que Roger Waters no me guste, pero las cosas como son, aunque nos duelan. Es un bobito, un millennial que sigue surfeando sobre la misma tabla. Sus canciones pueden haber envejecido, pero no lo queremos aceptar. La muerte es escandalosa siempre, y más cuando se trata de demostrar algo a través de ella. Pero tal vez exagero y, a lo mejor los amigos de Gerardo sólo tratan de decirle, como Waters a Barret –o como lo haría cualquiera con su mejor amigo perdido–“Ey, viejo, mira, estoy tratando de hacer las cosas lo mejor que puedo”. roger fallen 1