TODO MENOS MIEDO

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Soplar

- Por: helagone

Por Óscar Muciño
@opmucino
Aunque no sople con fuerza, aunque no provoque catástrofes, el viento vaga. Se cuela a todos lados con mayor facilidad que la humedad, y llena con su invisible condición los lugares que tienen un vacío. Llena pero no invade; rodea, delinea.
Cuando inhalo tomo una parte de todo el viento que corre en el planeta, sólo una parte, y al exhalar lo devuelvo, pero no igual como lo tomé. Regreso el aire oxigenado transformado en bióxido de carbono. Le he quitado lo que necesito para mi funcionamiento orgánico. Somos depredadores hasta para el viento. Aunque, si el aire que devolvemos no volviera a oxigenarse moriríamos asfixiados, como si nos enterraran vivos, o nos encerraran.
Nosotros, como el viento, también soplamos con el aire que inhalamos. Y también para nosotros soplar es una demostración de fuerza, minúscula pero fuerza. Con nuestro soplido hemos apagado muchos fuegos pequeños como cerillos o velas; o hemos tirado barajas, papeles, cenizas de una mesa a puro aire. De nuestra capacidad de absorber aire se desprenden otras varias acciones. Con el aire emitimos las palabras, suspiramos, nos ayuda a escupir, producimos sonidos como chiflidos. Existe el silbo gomero que es una lengua de chiflidos. Y es que cada una de estas acciones que se derivan de soplar el aire que inhalamos sirven para comunicar desde discursos hasta estados de ánimo. Un suspiro podría ser un soplido decaído. Un gargajo podría ser una palabra líquida.
Asimismo, pasa que muchas veces, en medio de la alegría o de la pena, un silbido que imita una canción nos sale de la boca. Soplamos también para hacer sonar los instrumentos que acertada e intuitivamente han nombrado de viento. Y cuántas veces no hemos pensando que podríamos hacer residencia en alguna línea musical de armónicas, trombones o trompeta. Yo, por ejemplo, podría vivir algunos meses en la armónica de la canción Theres a place de Beatles.