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Verlo obligó al silencio. En defensa de Messi

- Por: helagone

Por Diego Mejía
@diegmej
Somos ingratos con el presente, vivimos en la falsa mentira “todo tiempo pasado fue mejor”; argumento falaz, torpe y mezquino. Esa frase, que denota una profunda insatisfacción, nos hace avaros con lo que sucede en nuestro tiempo. La noche de ayer, la derrota de Messi produjo una especie de sorna generalizada, como si fuera un respiro para los que piden cambio sin que las cosas sean distintas: Lio no será nunca el mejor de la historia, Maradona y Pelé siguen intactos, que las cosas queden como siempre, que no se trastoque el status quo.
Lionel Andrés Messi ha sido el mejor en el mejor momento de la historia del futbol. Ha sido dolor para un país que se diluye en el pasado. Quizá eso sea lo que pesa en Messi, el pasado, Maradona, los dos títulos mundiales, la copas América, el pasado glorioso, la mejor liga del continente; también el lustroso pasado de un país que se vendió como el granero del mundo, el primero en el continente con metro; Argentina siempre presumió su cáliz europeo, sus maravillosos escritores, su violencia ideológica, un país con Estados de Bienestar en medio de una región en el subdesarrollo.
Todo ese pasado que trata de mantener en la sombra los actos terribles, una democracia fallida, el ídolo dopado, la trampa en el mundial; los talentos de Messi no alcanzan a redimir los errores y las transas; tampoco la abyección y el desamparo, las corruptelas, la derecha, Calafate, el Caso Nisman. Nada.
Los fanáticos, adheridos y villamelones, han encontrado en Messi la expiación a sus mediocridades personales; siempre será hermoso ver derrotado al héroe, eso lo hace humano, eso lo pone a nivel. La vocación de policías de la perfección, de varas morales, nos impide ver que Messi y Cristiano Ronaldo tejen cada día la rivalidad más maravillosa del deporte más global del mundo. No es frivolidad verlo, acaso es bálsamo en medio de tanta miseria.
Messi
Dicen los nostálgicos que el Mundial es indispensable para consagrarse en el territorio de los grandes, del círculo primario del Olimpo del balón; bastaría recordarles que Cruyff, Di Stéfano, Kocsis, Kubala, Van Basten, Michel Platini, no fueron campeones del mundo y nada piden a Pelé y Maradona, ni a Beckenbauer, acaso el más completo de todos los jugadores de la historia. Algunos otros, más incisivos, piden al ídolo ser la infraestructura emocional de sus equipo, ponen el ejemplo de El Diego; pero olviden que Pelé, al que llaman O Rei, no lo fue. Que ese es otro gesto, que esa es otra categoría; confunden balones con sandías.
Messi no tiró solo la toalla, Mascherano, el Kun, Higuaín y Bligia también anunciaron su salida de la albiceleste, quizá es que es hay algo de fondo: un futbol corrupto y ensimismado, torpe y ególatra.
El tiempo nos dará el pase al hueco. Lo cierto es que en el mundo en el que los nacionalismos asoman con una furia imparable, deberíamos estar más atentos al futbol de clubes, a las sagas de estilo y pasión, esas entidades (sin olvidar ni ser ingenuos frente al mundo del libre mercado) que aglutinan a gente distinta de fe, de color, de país; en las que los distintos podemos ser semejantes.
Ayer Messi fue un humano cansado de tanta magia, la boca nunca le ha sido mágica, quizá de ahí lo tomaron cuando fue ungido en las divinas aguas de la creación. El error trágico no fue un penal, fue no ser como el mundo, innoble, le exige ser.
messi llora