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Acoso, cuerpo y desnudo voluntario

- Por: helagone

Por Daniela Orlando
@danieltitlan
Instrucciones para leer este texto: está escrito en femenino porque todas somos personas, sí, todas sin importar su sexo (o porque todos tenemos una x en el cromosoma, como quieras).
 
El 24A, o el día en que hicimos visible que el acoso es una actividad diaria para la mayor parte de las mujeres (niñas en realidad) en la CDMX, trajo consigo un montón de buenas reacciones e intenciones por parte de quienes no lo habían hecho consciente. Pero también trajo consigo la peor de todas: la paranoia. Claramente toda conducta que tuviera un ligero asomo de entrar en el espacio privado de otra persona en la vía pública se convirtió en acoso. Y así, ya nadie puede acercarse a alguien sin importar su intención.
La denuncia desató la rabia, esa que todas contuvimos durante mucho tiempo hasta haberla normalizado; ya juntas, lo que siguió fue la acción. Muchas discusiones se han generado para crear nuevas estrategias de acercamiento o para reaccionar frente al acoso sin generar violencia. El problema de esta lucha es que parece aplicar indistintamente contra todos los hombres y en eso hay que tener mucho cuidado.
Seguimos creyendo y actuando como si todas y cada una de las relaciones que involucran dos personas tienen que ser forzosamente relaciones de poder. La discusión de si el cambio y la propuesta tiene que ser desde las mujeres, pone de nuevo en contra una pelea donde no importa quién tiene la razón, sino quién se lleva el título. Quedó claro que a una buena parte de la sociedad masculina le importa hacer un cambio, unirse a la creación de nuevos espacios incluyentes para todas las personas, donde el género deje de ser la guía para darle validez. Excluirnos persona  a persona es justo el proceso inverso para darnos fuerza como comunidad.
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El problema (quizá) es que nuestros cuerpos nos ofenden. Si tienes pene, pues es tu culpa, si enseñabas las piernas, entonces de ella y así sucesivamente con todas las posibilidades y combinaciones. ¿Qué pasó para llegar a este punto? ¿Cómo es que logramos construir siglos de historia a través de la pelea más básica? En lo que intentamos resolver el enigma de la vida, habrá que empezar a escribir soluciones.
Lo único que poseemos es nuestro cuerpo. Todo lo que somos y experimentamos es a través de nuestro cuerpo. Somos cuerpo y la verdadera lucha es apropiarnos de él. Nacimos siendo cuerpo, pero nos educan para fragmentarnos en pedazos y sólo se vuelve importante lo que sucede en nuestras mentes. La educación está dividida para engrandecer nuestra mente, convertir nuestras emociones en actos repetidos de moral y nuestros cuerpos en máquinas que puedan ser más o menos eficientes. Nos hemos creído que vivimos para conseguir lo que no tenemos, que somos seres que sólo se materializan a través de títulos y categorías. Consumir para ser. Nuestro amigo el capitalismo llevándose todo, a todas.
Adueñarnos de nuestro cuerpo es adueñarnos de nuestro espacio, de nuestro territorio. Si aprendemos a explorar y explotar nuestras posibilidades corporales, tal vez defendamos con mayor fuerza lo que nos pertenece. Ser cuerpo es ser honesta, ser arriesgada y sensible, ser cuerpo es enfrentarnos a lo ético, a nosotras. Ser cuerpo es una acción política, es buscar y construir la libertad, es desnudarse para hallarse y vernos iguales. Es hacernos más fuertes desde la debilidad infligida en nuestras formas.
Rechazamos nuestros cuerpos porque, en nuestra cultura de la imagen, no ameritan ser cuidados y admirados hasta que se parezcan a otros cuerpos. Cambiar las formas para auto relacionarnos sensible y respetuosamente con nuestro cuerpo cambia radicalmente el acercamiento con las demás.
No nos hace falta lenguaje, no nos hacen falta alarmas rosas ni pitos, nos falta diálogo y expresión corporal. Esa de la que el presidente carece. Su torpeza es la de todas cuando nos enfrentamos al miedo y a lo que nos intimida, por eso lo convertimos en violencia.
Que Freud me perdone, pero no todas las relaciones tienen que ser relaciones de poder, sí tienen que ser relaciones sexuales, pero hasta que no queramos quitarles el poder, la violencia está implícita. Nos da miedo vernos desnudas y sensibles y es ahí donde está el principio de todo. Si pudiéramos apreciar nuestra desnudez, compartirla sería un acto de solidaridad.
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Acercarnos por el simple acto de compartir un espacio disipa la violencia, si le damos fuerza a nuestros cuerpos, nuestra soledad deja de ser un sinónimo de debilidad. Al contrario, es nuestra presencia entera la que nos fortalece. Somos lo que nos pertenece, somos mucho más fuertes si dejamos que nuestras debilidades nos construyan. Somos la latente activación de nuestra conciencia corporal y nuestra libertad. Somos suficiente, somos esa que desnuda es más fuerte.
En vez de imaginarnos desnudas para evitar sentirnos intimidadas, podríamos hacerlo para vernos iguales. El respeto, la equidad, el amor sólo son a través del cuerpo, a través de cómo alimentamos, cuidamos y somos cuerpo. El pudor y la vergüenza nos son barreras tan delgadas (a veces), pero darnos valor para estar presentes, vernos y reconocernos desnudas o no, transforma el entorno y nuestras relaciones. ¿No están cansadas de no poder hablar? Seguro sus cuerpos también. Cuerpo a cuerpo construimos lazos, no fronteras (ya son demasiadas). Si la libertad se desnuda, nosotras también.