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Escuchar Almanueva de The Guadaloops es escuchar la lluvia

- Por: helagone

De Benjamín E. Morales
@tuministro
Fotos de Jetro Centeno
@Jetro_Tool
Hoy que llueve una amiga llora en el sillón de mi sala. Escucho la lluvia y la escucho llorar. Es un sonido monótono que parece no recibir nada del silencio, pero que habita en él. Me pregunto cuántas veces hemos escuchado llorar o llover sin escuchar realmente. Muchos en el mundo cuentan su tiempo entre un aguacero y otro, también entre sollozos, otros fuman. Entre el silencio y tiempo, mi amiga llora y llueve.
La música es otro espacio para sentir el tiempo. Hace una semana nos invitaron a escuchar el nuevo disco de The Guadaloops: Almanueva. Fue en la Legión Americana, son siete canciones, y no hemos dejado de pensar en las cosas que marcan su existencia a través de la repetición, como una cueva que existe gracias a una gota que intermitente genera una nueva cueva. No hemos dejado de escuchar el álbum, como marcando un amanecer y un anochecer, y no sabemos si ha pasado el tiempo, pero sabemos que no ha parado de llover.
¿Y por qué pensamos y hablamos del tiempo, más allá de ser algo que se hace por naturaleza? Porque Almanueva, nos arriesgamos, es un poema entero al transcurrir. Pensarse en el pasado y ser compasivo con el presente, dejarse crecer entre las pérdidas y las heridas, aprender a besar de nuevo; perdonarse. Almanueva es justo eso que su título describe: abrir los ojos y ser otro, abrazar lo que fue y dejarlo ir.
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Besar En Luna Llena inicia el trabajo, entre condensados golpes de teclado, la obra comienza desde la arrogancia que despierta el disparo de arranque. Aquí aún escuchamos a The Guadaloops de hace un tiempo, la fiesta y la sensualidad, las palabras se remojan en excesos; sin embargo el beat y la armonía ya anuncian un rechazo, una inconformidad, un contexto en el que siempre pega luz, porque si a todos les da pena besar en luna llena. Y llegamos a la pieza que abre esta nueva temporada, Almanueva, tal vez una de las canciones más bellas de su generación. Comenzando nos sentimos ya en el disco, voy a abrir mis brazos antes de que llueva para renacer de aquel ayer con el almanueva. No podría ser más claro. Amar es también agradecer, dejar atrás las viejas plegarias. Maravillosa simplemente, una rola para seguir, que comienza de una manera pausada y termina en un coro grandioso. Elocuente en todos sentidos.
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Entonces, tras la contrición, lo entendí todo muy tarde. Tras el renacer viene el festín y suena Nunca Es Tarde. Un himno a la ternura y el entendimiento de lo que uno puede ser frente a los otros, ya que nunca es tarde para el amor o para entender que a un hermano hasta le limpias la ropa. Es necesario algo de niebla pa’ que vuelva el sol, el rencor es un minutero intenso, la consciencia es continuidad serena. Pero renacer no significa destruir todo lo pasado, es entenderlo desde esta nueva realidad, tal vez incluso vivir más intensamente en un Meta Crush. La base rítmica de este corte parece ir tarde a algún lugar, y el bajo la mira un poco impaciente esperándola, o, si jugamos un poco, reproducen ese instante en el que una pareja quiere besarse por primera vez y aún no encuentran el momento correcto y en silencio tu mensaje.
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A medio gallo canta el día porque la imaginación ha despertado. Hombre Caja es la explosión lúdica del trabajo, casi un poema surrealista, entre los trinos y ecos que la producción presume. Escribir en el viento, saber que la reina y el castillo los guardo en el cuartito de atrás, son mis amigos y no necesito a nadie más. Claro que la curiosidad es la virtud del inocente, y los momentos, los reflejos, se hacen imprescindibles, con estos nuevos ojos la vida es ya una carrera a casa, donde alguien nos espera, tal vez un perro, tal vez una foto, tal vez uno mismo. Para Veintiuno aplastaría la luna si fuera más candorosa, el momento del disco de la lágrima y la congoja bella, la de los buenos momentos.
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Y es paradójico porque puedo despertar nos dicen, hasta la felicidad puede ser una centella. Somnífera, un corte onírico lleno de anhelos, cierra Almanueva, o más bien anuncia un final que se contradice con un nuevo sonido que en realidad afirma el carácter evolutivo de la pieza. Lo último que escucharemos es un solo de flauta en camino a otro comienzo. Termina e inicia y termina e inicia y el plato puede seguir sin fin, en algún punto este album no parece tener cabos, sino medios, como si los artistas se hubieran planteado la posibilidad de un presente constante en el disco. Un trabajo que se debe escuchar, que se debe sentir, que invita a la reflexión, al cambio, al futuro. Y más importante aún, un disco lleno de gracia y compasión, de amor, de esperanza, lustrado con la complicada franela de la alegría. Un trabajo que rebasa a sus contemporaneos, que posiciona a The Guadaloops como una fuerza a perseguir, imitar, o mejor aún, escuchar.
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Ha pasado una semana desde que lo escuchamos por primera vez pero en realidad no ha pasado el tiempo. Sigue lloviendo, mi amiga sigue llorando, pero ahora sonríe y me pregunta qué escuchamos. Ahora somos otros.