TODO MENOS MIEDO

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Postal 72. Olvido

- Por: helagone

Por Erika Arroyo
@WooWooRancher

“Apreciado don Pepe:
Lamento infinito mi despiste de pensar escribirle hasta el sábado de su onomástico, por lo que mi felicitación no lo recibirá hasta pasado San José.
Por lo que únicamente puedo desearle que haya pasado (no que pase) un feliz día de su santo en compañía de su familia.
Lamentando mi imperdonable despiste se despide, Juan Manuel Cazasuna”
 
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¿Cuántas veces ha compartido esa sensación de haber destrozado su imagen íntegra ante los demás por haber olvidado desde su fecha de aniversario hasta las cebollas en el mercado?
Si su respuesta fue un rotundo sí o un tembloroso no, está usted en el lugar indicado, bienvenido al paraíso del olvido, al edén salvaje del despiste.

Soldados ahogados hablando a un volumen que revienta los tímpanos, chocan sus tarros al compás de sus recuerdos. Los acompañan con canciones de despecho, peleas en partidas de cartas, empujones en el baño y sin embargo, no consiguen ahogarlos.


¿Triste, qué digo triste, desconsolado va por la vida tropezando con la sombra que le chupa todo rastro de lo que fue? Aquí  le ayudamos a olvidar.


Cargando en sus espaldas lleva usted un bloque muy pesado del cual se quiere liberar. Hágase a un lado, déjelo caer, si no se rompe, échese a correr.

¿Ha visto a los perritos en la calle oliendo árboles para orinar? ¿Le parece a usted que están preocupados por lo que pasó ayer? Quizá debería comenzar a envidiar a esos animalitos que ignoran el significado del tiempo.


Rostros medianamente familiares y borrados a medias habitan nuestras cabezas. Cuando salen de ellas para recitarnos un historial de amantes, aberraciones y errores, ¿no le dan ganas de apagarlos? No tema, con la edad, se irán, cada uno a su ritmo, pero irremediablemente se irán.


Dicen que el olvido fue antes que la memoria porque gracias a él le abrimos la puerta al recuerdo. El olvido como una posibilidad de hacer historia y el recuerdo como un eructo, a veces liviano, a veces no, de esa historia.
¿Qué hace usted para olvidar?  ¿Cómo domina sus recuerdos? ¿Le han gobernado alguna vez?


Las apuestas, el opio, el alcohol, las manías, el coleccionismo obsesivo de tarjetas de Magic, el voyeurismo, las rebajas, los arrancones nocturnos, nos hemos encargado de crear nuestras propias terapias colectivas para exterminar un poquito de nosotros, de dar click en el botón mental de borrado, de mirar al sol y drogarnos con él.

La próxima vez que olvide el nombre de una chica, de su jefe, de su mascota, no sienta culpa. Encuentre una muletilla para continuar en caso de que le interese, con la conversación, hágase del instante perfecto, tan perfecto como desee, dese la oportunidad de hallar eso que ha estado buscando: olvidar.