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Se trata de bailar. Crónica de la tocada de Simpson Ahuevo en La Bipo San Angel

- Por: helagone

Por Jonás Derbez
Fotos de Sebastián Ávila
@pincheavila
Son pasadas las siete de la tarde, suena el timbre de mi departamento, bajo a abrirle a Ávila, veo su silueta a través del vidrio de la puerta, la entreabro. ¿Traes tu cámara? le pregunto por la rendija. Claro que traigo mi cámara, responde. ¿Tiene pila? Le digo. Eres un pendejo, por quién me tomas, responde con una cara que expresa una ligera decepción, como auto preguntándose por qué tengo estos amigos. ¿Y tu cámara trae lente? Insisto.
No, no lo traigo lo dejé en casa, dice sin que yo note la ironía.
¿¡Neta!?
Obvio no, traigo la macana papá. Busca en su mochila roja y me enseña un telefoto.
No pues sí está grandote. Nos reímos.
Ya vámonos, pues, es tarde, me dice.
Cierro la puerta tras de mí y empezamos a caminar por la Avenida Revolución.
Oye Ávila, y recuerdas que antes de tomar la foto debes quitarle la tapa ¿verdad?
Ya para por favor, dice y se tapa la cara con la mano. Yo me río. Por qué tengo amigos tan ridículos, pregunta mientras camina mirando al cielo. Nos detenemos frente a una puerta de vidrio espejo, nos miramos. Por eso, le respondo y lo señalo en el reflejo. Comienza a reírse. ¿Quieres cambiar de chamarra?, dice.
Sobres, le contesto. Cambiamos, nos vemos igual, nadie nos tomará en serio, digo, y nos volvemos a reír. Ávila se acerca a la calle y para un taxi, nos subimos. ¡A Avenida de La Paz por favor! El tráfico está paralizado, los coches se han movido tan poco que parecen casas de campaña, tapetes de pic nic, todos mirando hacia el mismo lado como si estuviéramos en un gran festival de un sólo escenario. ¿A ti te gusta Simpson Ahuevo? Me pregunta Ávila.
La verdad es que conozco literalmente tres canciones: Manos de anillo, Ponte bien y Méxtasis.
Sí, yo igual, me dice, chance y ni se llena.
SimpsonAhuevo-4428
El taxímetro marcó veintidós pesos, habíamos avanzado dos cuadras. Le pregunto al taxista qué tan lejos estamos. El señala la siguiente esquina. Pues nos bajamos aquí le digo. Ávila paga. Qué fritos, hubiéramos tomado el pesero, digo una vez afuera.
La neta, me contesta Ávila y saca su último cigarrillo mientras caminamos por La Paz.
Llegamos a La Bipo San Ángel.
Un letrero de cine viejo anuncia en letras mayúsculas: “HOY SIMPSON AHUEVO“. En la entrada no hay nadie más que dos intimidantes cadeneros. Me recargo en la pared de la entrada muy gallito, inflo mi pecho, bajo un poco mis cejas. Hola, buenas, vengo por unas entradas de prensa por parte de NoFM. Me miran de arriba abajo. Vuelve a las ocho, me contesta volteándose al otro lado. Alcanzo a decir un “pero…” que no se oye.
Que volvamos a las ocho, le informo al fotógrafo. Ni pez, hay un parque por acá, me dice.
Caminamos hacia la bombilla, me compro un café y un pan en un carrito. Nos sentamos a ver la recién inaugurada fuente, Ávila saca su cámara y empieza tomar fotos, yo me pongo los audífonos de la grabadora y cambio de omni a uni, de omni a uni hasta el infinito, hasta clavarme en la textura. Junto a mí hay unos vatos matando una bacha, tienen toda la pinta de que van al mismo lugar que nosotros.
A las ocho la fila es de una cuadra entera; gorras, hoddies, lentes de sol, no hay sol, no hace frío. Nos saltamos la fila, volvemos con el cadenero, nos ve ahora con la cámara y la grabadora en mano, igual de chamacos. Le llama al gerente.
Venimos de NoFM, le digo. Él también se veía chamaco. Pásenle, dice. Así sin más.
Entramos a la Bipo San Ángel por unas escaleras blancas. En la televisión están pasando las películas del Santo; los boletos los checan en troncos de carnicería; las chelas se venden en un puesto de cerrajería amarillo de lámina; los tragos duros en una combi de colectivo tuneada y sin techo; en las paredes resaltan letreros de ruta, un mural trasherón en graffiti, y una mapa del metro con nombres de estaciones como: Nezayork, Ecatepunk, Atasqueña, Iztapalacra y Prostituyentes. Y el símbolo de la línea verde, una hoja de sativa que ni a Lance Wyman le hubiera salido tan respingada. El barrio está de moda. El folclor citadino está formando un nuevo tipo de identidad, un nuevo tipo espectáculo, de mercado. En los restaurantes más nuevos de la condesa comes sentado en un huacal hecho de madera tratada, sobre un plato de peltre y pagas con perlas tus tacos de pollo al chiltepil.

Hay gangnsta rap, rap de la calle, mi rap es más de bailar, de pasársela bien, me dice Simpson antes de subirse al escenario. Le pregunto que si él y el resto de la escena del Hip hop mexicano están formando una identidad, una cultura. Él responde que por supuesto y que se va a convertir pronto en industria, como fue en España, en EUA. Lo dice con entusiasmo. Inmediatamente me deprimí por tal respuesta. El objetivo de la cultura del Hip hop es volverse industria, volverse una decoración como la que adorna la Bipo, una experiencia espectacular como los restaurantes condechis, un simulacro lejano de lo real.
Seguro que la frase “yo no me vendo” es la frase más vendida. Me pregunto si no toda la cultura quiere volverse industria, a lo mejor yo también quiero industrializarme, poner mi cara en camisetas, como lo hace Tino el Pingüino, me pregunto si el hip hop no se trata de eso, de ser el héroe del barrio, la estrella más grande de Hermosillo como se autodenomina nuestro MC de la noche, de lo que cuenta Notoriois B.I.G. en Juicy. De volverse industria.
Tuve mucho tiempo para deprimirme pensando en eso, pues Simpson Ahuevo esperó hasta que el lugar estuviera peor que el tráfico de Revolución y que todos chiflaran, para salir campante a tirar las primeras barras.
Ávila andaba por todas partes aprovechando su pase de prensa.
“Ey aquí sólo para en ingeniero de sonido”.
-Soy fotógrafo.
“Hay que pedir un pomo para estar en esta mesa”.
-Soy fotógrafo.
“Niño no te subas a la silla”.
-Soy fotógrafo.
Me regalas una chelita carnal, soy fotógrafo.
No se si lo dejaban por lástima o porque el hombre es muy carismático.
Empeza el Dj Alan Anaya, sólo de scratch, ¡hagan ruido! y la Bipo tembló en un alarido ¡manos en el aire y arribaabajo arribaabajo!
Veo muchas caras conocidas, grita Simpson. A mi lado está Eptos uno moviendo su cabeza con el beat. Empieza con una rola de su nuevo disco, la banda se la sabe, lo corea, baila y brinda cada vez que el MC levanta su vaso. El concierto siguió creciendo, llegó más gente, parecíamos una olla express que iba a explotar a gritos en cualquier momento.
Ese momento fue Manos de anillo, no había nadie que no la conociera, la voz de Simpson apenas se escuchaba.
Veo que junto al Dj hay un vato tirándoles fotos y moviendo la cabeza al mismo tiempo. Me fijo bien, es Ávila, pinche Ávila.

Tocan Gas, la gente corea, “ya me olvide de ti, estoy con mis compas”.
Simpson se echa un free de lo más fino. Se cae una bocina de cuarenta kilos sobre el público, la música para, nadie salió herido, la gente grita de nuevo, el Dj retoma: ¡Todos bien! ¡Todos listos! Y suelta un bajo que hace vibrar las paredes alumbradas por un estrobo verde como si todo ocurriera bajo un lago y las bocanadas de humo se convierten monstruos animados por los lásers azules que las atraviesan.
Ésta es la última ¿cuál quieren? Todo el público grita, no se distingue ninguna palabra entre tantas voces, todos sabemos que hacen falta dos. Alan Anaya se echa otro solo de scratch, esta vez más largo, el beat avanza y va subiendo de tono, como una montaña rusa, como un elevador estratosférico, como una liga que se va a romper entre tus dedos. Y dropea, “ponte bien buena que no te de pena, ponte bien buena, es luna llena yo te pago la cena”. Todos bailan, todos bailan. Entonces pienso que puedo estar equivocado, que la imagen del héroe, del ego, que siempre está presente cuando se habla de Hip Hop puede que sea sólo una imagen, una apariencia. Todos bailan, ésto no se puede vender, todos bailan, eso no se puede volver industria, todos bailan, y bailar es la forma física de la comunidad, todos bailan y la comunidad es el secreto enemigo de la industria.
Suena Méxtasis, es el encore, la gente no para de cantar, Simpson se despide, su Dj sigue animando la fiesta desde la consola. Nos quedamos un rato más, nos encontramos con unos amigos que también vinieron al concierto. Simpson baja, se toma fotos con la banda, firma discos, platica con ellos. Mi música se trata de bailar, de pasarla bien, me dice en la entrevista.
SimpsonAhuevo-4423