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#VamosAlStandUp. Bea, Mónica Escobedo, La Kikis y Eduardo Talavera: aprender a reír

- Por: helagone

La pregunta no sobra ¿existe el stand up mexicano? El stand up es un género muy específico que parece estar buscándose un lugar en nuestro país, aunque los principios están un poco desdibujados. Como grandes seguidores del género, decidimos seguir la temporada completa del Stand Up Mostazade Comedy Central para ver la oferta, reírnos un rato y, quizá, empezar a repensar el humor en México.
por Óscar Muciño
@opmucino
viñetas de Julián Cicero
@pizzafrianofm

I

La última noche comenzó a las 9 en punto con una breve aparición de Mónica Escobedo quien felicitó a los puntuales e hizo algunos chistes sobre la gente impuntual, resaltando cómo a veces los justificamos sin razón alguna con frases como “por respeto a los que no han llegado no vamos a empezar”.
El open mic estuvo a cargo de Bea, chica de 24 años y 1.45 de estatura que ya se había presentado la semana pasada (aunque por esas cosas raras de la vida no hubo viñeta de ella, a lo cual pedimos una disculpa), en esta ocasión realizó de nuevo su rutina, pero ahora con mayor seguridad y ataviada con un sombrero, nos comenta que ella es el claro ejemplo que el Danonino no sirve y que debido a su estatura cuando abraza a sus amigos altos termina haciéndoles una “rusa”. También dedica un tiempo a decirnos por qué odia a las mamás y a sus comadres, y cómo cuando su madre le dice que Dios te acompañe, ella debe responder enojada “mamá, voy a coger y no creo que a Dios le gusten los tríos”. Aunque estuvo más suelta no sería mal recurso verla explotando sus muletillas para dar mayor comicidad a su rutina (me dijo/le dije, haz de cuenta, este).
Mónica abrió los actos principales con su rutina sobre la soledad, dice que siente “sola como la hoja, sin nadie que se la…”, sobre sus aventuras con los chacalitos, sus visitas al ginecólogo, seguida de esas preguntas incómodas que hace el doctor, y su segmento dedicado al acoso que sufren las mujeres.
A ella siguió La Kikis, quien inició hablándonos de los cumpleaños y lo ridículo que uno se siente cuando frente al pastel te cantan las mañanitas y te echan porra. Es atea pero si tuviera que elegir una religión sería la judía, pues no tiene prepucio y suele no hacer nada los sábados. Uno de sus mejores momentos es cuando habla de la voz interior que nunca se calla y que ella llama “el narrador culero”, y a la que le haces caso porque tiene tu voz.
moìnica8
El turno final fue para Eduardo Talavera, uno de los comediantes más “hater” y agresivo de la temporada, pero estas características no son malas sino al contrario, Eduardo genera un gran ambiente pues su agresividad es expuesta de tal manera que la gente nos subimos al tren del odio. Su discurso pasa por críticas a los hipsters, a las mujeres que aprovechan sus chichis para obtener beneficios, los judíos. También dedica una parte de su rutina a analizar las relaciones en pareja y en cómo en una el hombre termina convertido en mascota pues “hay cosas que no podemos hacer dentro de la casa”. Él mismo se autonombra consejero matrimonial y ginecólogo amateur.
Esta última noche en el Four Points contó de nuevo con mucha audiencia, incluso tuvimos que compartir mesa con una pareja (Karla y Sergio) quienes al final nos comentaron que era la primera vez que acudían a un show de stand up, y ante la pregunta de quién fue su favorito se inclinaron por Talavera, ya que en sus palabras “en muchos momentos describió su relación de pareja”.
Finalmente, comentar que fue un gran cierre para una temporada que con el paso de las semanas obtuvo mejor respuesta en la asistencia, hecho que mejoró las presentaciones. Si ud. quisiera asistir a un presentación manténganse atentos porque ante el éxito Stand-up Mostaza tendrá sorpresas próximamente.
bea

II

Un breve texto ha abierto las notas del seguimiento a la temporada de comedia de Stand-up Mostaza, con una pregunta que ahora concluido el trabajo habría que darle respuesta: ¿Existe el stand up mexicano? Sí, aunque no lo llamaría stand-up sino monólogos cómicos, ya que difieren en su fondo del stand-up estadounidense.
El monólogo cómico en México al menos no se parece a los grandes nombres (Bruce, Carlin, Hicks, por decir tres) estadounidenses, si una persona busca esto seguramente saldrá decepcionada. Sin embargo, el monólogo mexicano sí se ha nutrido de esos referentes, comparten temas que no son propios de los gabachos sino universales, pues siempre ha existido humor sobre la vida en pareja, sobre la sexualidad, contra los órganos de poder.
Si como decíamos en la primera nota el comediante es similar a un orador que acude ante la audiencia a enunciar un discurso, lo que abundó en esta temporada fueron segmentos dedicados a la soltería pero asociada a la soledad (sobre todo en las mujeres), también hay un gran facción homosexual, esto es dato porque la mayoría, si no todos, en algún momento hacen patente su preferencia sexual, inclusive de la mayoría es el centro de su rutina.
Se habló sobre los achaques del paso del tiempo, los problemas de sobrepeso, las diferencias regionales, las diferencias entre hombre y mujeres. Y en menor medida se utilizó el escenario como una tribuna para exponer abiertamente el odio, o un discurso impregnado de agresividad. También poco se explotó el humor absurdo, aunque sí muchas imágenes grotescas. Y en muchos momentos cuando hizo presencia el humor negro fue para ratificar estereotipos clasistas o ya muy manoseados, siento que cuando esto pasaba nos reíamos de las cadenas más que idear cómo romperlas.
Otro punto a resaltar es la audiencia, yo recomendaría acudir a un show en vivo más que hacerse una idea por los videos que corren por internet, en una expresión como la comedia es fundamental la transferencia que se crea entre el artista y el público, ese éxtasis colectivo que parece materializarse a través de la risa, expresión encarnada que no puede fingirse. Conforme avanzó la temporada la audiencia fue mejorando visiblemente lo que conlleva a que las presentaciones fueran más fluidas y divertidas. Y es que si los comediantes acuden a los temas antes mencionados es porque funcionan en el público, arrancan carcajadas. Si se quiere que el monólogo cómico mexicano aborde otras temáticas es en parte una responsabilidad del público, responder a otras expresiones, a otros temas.
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Jorge Portilla, autor que en su Fenomenología del relajo estudió la comedia en el cotidiano mexicano, sostenía que el humor servía como una puesta en pausa de los valores morales de una sociedad, dándole una visión axiológica al humor (y complementando la visión de Bergson y Freud que ven a la risa como una respuesta a contrastes o energías reprimidas). De esta interpretación infiero que cuando el humor negro aparecía en escena, se ponía en pausa lo políticamente correcto, uno podía reír de chistes de tono racista, clasista o que van en contra de una serie de valores que uno se atribuye cuando pretende pasar por individuo consciente. Sin embargo no es tan sencillo, para que esta pausa de los valores funcione el comediante debe crear el ambiente propicio, debe crear un lazo de intimidad con la audiencia que tiene al frente, pues en muchos momentos las rutinas no funcionaron porque no se creo una zona lúdica en la que el público estuviera cómodo.
En este punto también creo que radica la principal diferencia entre el monólogo mexicano y el stand up de los nombres estadounidenses que daba al principio, el humor aquí sigue estando enfocado (contando sólo un par de excepciones, como Coco Celis o Fran Hevia) a lo moral, mientras que del otro lado muchos han podido dar un cariz filosófico ontológico a sus rutinas.
Mi intención al llamarlo monólogo cómico no es peyorativa, al contrario, creo que este tipo de shows cómicos están ganando un lugar dentro de la oferta de entretenimiento, sí debe construirse viendo al género estadounidense pero sin parecerse a él, por un razón simple, el público mexicano es distinto al sajón, si se le ha querido llamar es “stand-up” creo que es porque la referencia a ese estilo es inevitable, pero los mexicanos tenemos una composición humoral propia y forjada por referentes distintos a los ídolos cómicos del otro lado de la frontera. Recuerdo un comentario de mi padre ante los sit-com, “qué tonto es el humor de los gabachos”, acá cuando se lanzaron chistes que intentaban sacar risas reflexivas se encontraba con un muro de silencio, en cambio el chiste alburero o de humor que veía por debajo del hombro, siempre era bien recibido.
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Si se quiere que el monólogo cómico mexicano represente el frente pensante del humor debe haber un trabajo doble, primero del comediante buscando gags que sean reflexivos y que se amolden a la idiosincrasia mexicana, a la forma como nos hemos acostumbrado a reír, pero sin perder ese tono contestatario y rompeparadigmas; y la otra labor es del público de ser más abierto y receptivo, debemos aprender a reír con referentes que vayan más allá de lo que estamos acostumbrados, reconocernos como una sociedad que le gusta hacer mella del “jodido”, de la “piel oscura”. Y valorar si eso nos gusta de nosotros.
Esto sólo si queremos que el monólogo cómico se parezca a esa aura que se le ha dado al monólogo americano, lo cual no es una obligación, porque por ahora se ve que el género funciona y comienza a echar raíces en la gente, cada vez se llenan más los lugares y cada vez hay un mayor número de individuos que toman el micrófono creyendo que la comedia es sólo contar “anécdotas chistosas” sin ver que es un rama del arte, tal vez de las últimas, con las que se puede insertar ideas que pueden transformarnos.