TODO MENOS MIEDO

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#Drakkar V: Vida

- Por: helagone

Por Vikingo Morales @vikingomorales y Diego Vidal-Cruzprieto @vidaleando

Drakkar: una embarcación de casco trincado que data del período comprendido entre los años 700 y 1000. Fue utilizada por los escandinavos, sajones y vikingos.
En NoFM el Drakkar se transforma en un navío sónico que semanalmente zarpará para contar una historia a través de música seleccionada a manera de relieve y la tripulación trazará la cartografía del mar
La vida surge a partir del deseo -un deseo de dioses o mortales- irónicamente, es aquel tapiz de decisiones que únicamente los mortales debemos recorrer. Construimos la sociedad en torno a ella, la creamos, la desarrollamos y también -soberbiamente- la destruimos.
Pero no hay que pasar por alto un detalle indispensable, surgió de la constante lucha entre fuego y hielo, tomemos las flamas del Muspelheim e incendiemos la atmósfera.
El deseo se manifiesta, es el momento en el que por primera vez se imagina a un individuo, una especie de plastilina que empieza a tomar forma. Al mismo tiempo dos almas se unen; vikingos y valkirias se funden en un ser, la chispa inicial vuelve a brillar.

Después de la calma, viene la tormenta. Un recién nacido ha llegado al mundo, el bacanal en los salones del rey empieza: carnes, frutas, aguamiel; el menú está listo y la frugalidad no está permitida. Un nuevo hijo de Odín ha abierto los ojos y tiene el Yggdrasil a su disposición.

Nuestra primera palabra, nuestro primer juguete, nuestros primeros pasos. Desde el Bifrost, el puente de arcoíris; Heimdall nos observa y vislumbra nuestro destino. En algún momento de nuestras vidas seremos guerreros y el Valhalla nos espera, pero en la niñez sólo albergamos pureza en nuestro corazón; esto se ve reflejado en la insaciable necesidad por explorar el mundo sin prejuicio alguno.

Una energía escondida surge súbitamente y no tenemos control sobre ella, resulta natural si recordamos que en nuestro origenYmir– bebió la Vía Láctea a través de las ubres de Urkon. Llega el momento de la ceremonia en la que nos haremos hombres, por fin seremos vikingos y podremos portar con orgullo el brazalete de oro.
El deseo nos obliga a tomar las riendas de nuestra propia vida, es la primera vez que tenemos que elegir: el camino o las consecuencias de recorrerlo.

Hasta la adolescencia, la memoria tiene más interés en el futuro que en el pasado.
En éste momento nos sentimos como si fuéramos capaces de conquistar Wessex, los reinos lejanos de otro continente no nos asustan, al contrario, resultan ser un reto a superar. Ni siquiera hemos pisado un campo de guerra y creemos ser dignos del Valhalla. La verdad es otra, el brazalete no es quien dicta nuestro valor, éste último se va construyendo a través de acciones ya sean buenas o malas. El camino ya fue elegido anteriormente y las consecuencias deben ser afrontadas.

La fuerza de Thor no nos ha abandonado, pero cuando observamos las estrellas antes de dormir, sin duda añoramos la piedad de Freija. Recordamos nuestro origen: el vacío, recordamos que somos frágiles pero a la vez incomparables; nos percatamos que por el momento no somos un cuerpo, sino los trazos que lo delinean; lo peor de todo es la última realización: éstos decoran la antesala al enemigo de leyendas, el miedo.

Las frustraciones toman la forma de aquellos que desafían a los dioses: los gigantes.
Los miedos toman la forma de aquellos que escarban el cosmos: los enanos.
Nuestras inseguridades toman la forma de aquellos que no pueden ser pronunciados: los elfos.
Nuestra existencia toma la forma de aquello que nos originó: el deseo.

El combate deshizo las consecuencias de nuestra soberbia, pero no acabó con nuestro aliento. Por más que hayamos salido heridos, las cicatrices se vuelven nuevas extremidades y los traumas se hacen pensamiento, aún tenemos la capacidad de alcanzar el Valhalla porque la batalla final está por librarse.

Al final de la vida ya hemos recorrido el Midgard, vemos el bosque entero y no sólo los árboles, podemos observar que Jörmungandr come su propia cola y aprendemos la última lección: el deseo no es exclusivo de la vida, también se manifiesta en la muerte.

En esta ocasión nuestro viaje no fue a través de las aguas del Midgard, sino a través de las de nuestra propia existencia. El privilegio de los dioses es no desear nada, el de los hombres cercanos a ellos es vivir.