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Los Pérez, hijos de Pedro (Infante)

- Por: helagone

por Gabriela Astorga Pérez
@Gastorgap

A los multicitados Pérez Medina

En mi casa se habla con Pedro Infante. No a Pedro Infante, un poco sí de Pedro Infante, pero más con él. Quizá junto con Michael Jordan (combinación de campeones) sea la única referencia universal en mi familia además de la sangre. Como si fuera una especie de bautizo, alguien se integra a la manada cuando puede integrar naturalmente a la conversación alguna frase de alguna película del Inmortal Pedrito. La frase no tiene que ser ni chistosa ni tener mucho sentido, pero si se sabe utilizar, el trabajo de los Pérez está hecho.
Las mañanas en la casa de mi abuela se acompañaban con La hora de Pedro Infante sonando en la consola que quedó atrapada en su época y ahora sólo toca los clásicos de la AM. Aunque debo decir que la gloria de ver a todos cantar completito un disco de Pedro (en mi casa le hablamos de tú) pertenece a la generación de mi mamá. La mía canta las canciones de las películas, así como podemos recitar fragmentos completos de los guiones, y tenemos fotos de mis primos mayores posando como Dos tipos de cuidado.
Curiosamente, poco se celebra en mi casa las consideradas grandes actuaciones del ídolo de Guamúchil. Poco se ve la trilogía de Pepe, el Toro, o la actuación del indio Tizoc que le valió el Oso de Plata. El Pedro de los Pérez es más el de los hermanos Soler, el de Sara García y Blanca Estela Pavón, que el de María Félix o Libertad Lamarque. En ese sentido, la época de oro del cine mexicano es en esos papeles de Pedro algo efectivamente idealizado, mucho más cercano al chiste que al glamour, como siempre lo ha sido el cine mexicano. A quien se queja de que Pedro no sabía actuar, habría que contestarle que, como dice uno de mis tíos, la magia sucedía cuando él tocaba la guitarra y sonaba el mariachi entero.
Nunca he escuchado a un miembro de mi familia decirse fan o admirador de Pedro Infante, aunque hayamos aprendido su vida en la voz de Arturo de Córdova, o en las páginas que Clío le dedicó hace ya bastantes años. Nadie ha comprado su tequila, aunque sí hemos visitado su tumba que está en el mismo panteón que alberga al patriarca de estos Pérez. Las visitas al Panteón Jardín, aunque cada vez más escasas, a menudo pasan por ambas tumbas. Los menores de la familia conocen de oídas y recuerdos a Pedro Infante, como saben sobre el abuelo que pocos nietos alcanzamos a conocer. La memoria de mi familia está asentada en ellos, como la vida está fundamentada en mi abuela.
Hoy Pedro Infante cumpliría 99 años (don Trino andaría por los 106) y no se hace nada especial en casa. Quizá por ahí alguien lo mencionará al paso, pero la próxima vez que alguien suelte un “Medina, señora, Medina”, sabremos que la la familia sigue intacta.