
por Erika Arroyo
@WooWooRancher
El ventanal es el marco que contiene las primeras pinceladas del sol, más verdes en primavera y en verano que en las estaciones más tristes. Puntos anaranjados y puntos rojos van revelándose en una sinfonía cromática y frutal a la que se suma el canto de los pájaros y las pisadas del jardinero que avanza pesadamente entre árboles frutales y se arrastra por el pasto para removerlo. Huele a vida ese paisaje sembrado en los límites entre el adentro y el afuera al que muy pocos pueden acceder.
Esta noche los invito a caminar entre rosales y arbustos. Bienvenidos a Postales.
El tijereteo establece una seria discusión con las ramas necias de un pino, parecen aborrecer esa evangelización geométrica a la que se ha sometido el resto de los árboles. A veces se nos olvida que la naturaleza odia la línea recta.
Algunos pintores del siglo XVIII abandonaron la pintura inspirada en la guerra para hacer del jardín un nuevo campo de batalla donde la aristocracia combatía silenciosamente detrás de espectáculos exagerados y concursos de talento y demás artilugios para participar en las conquistas del amor y la aceptación. De modelos de la pintura galante, estos soldados de Afrodita, vieron crecer en sus corazones árboles muertos.
John Addison dijo una vez que “hay tantos tipos de jardines como de poesía”, podríamos perdernos habitándolos, recorriéndolos, tocándolos, pasando frente a ellos. Franceses, ingleses, japoneses… Esos montoncitos de color son también y ante todo tipos de pensamiento.
Es probable que nos guste tanto el jardín por ser un lugar que se ha tejido. No tendría el mismo encanto proponerse abrir el umbral a un jardín en medio de un campo abierto, aunque bien podría ser este la hoja blanca sobre la cual dibujar otro posible Edén.
La tosquedad artificial de algunos jardines nos hace pensar en todo lo que hemos aprendido pero que nos encargamos de desaprender, somos ese niño al que le enseñaron a no hablar mientras mastica y sin embargo, lo hace.
Salvajes, pretendidamente naturales o escondidamente geometrizados, los jardines son lugares de reposo para el cuerpo y el alma en el día con una quietud que se va transformando en inquietud conforme la tarde va disminuyendo la visibilidad. Las fuentes se derraman, las estatuillas se fragmentan, las sombras ponen el dedo índice en la boca.
Del vapor que emana de un jardín impregnamos nuestros sueños y pesadillas, los cuales soltamos en sus laberintos vegetales. Los jardines son pasadizos entre nuestros precipicios.
Gracias por acompañarnos esta noche de Postales, si en su recorrido decidió quitarse calcetines y zapatos para sentir el pasto húmedo, fresco, y se los volvió a poner pues tuvo miedo de las espinas de los rosales y los cipreses al anochecer, lo felicito, está usted en condiciones de habitar su propio jardín.