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Bocafloja: El privilegio del macho progre

- Por:

por Eréndira Derbez
 @erederbez
e Israel Espinosa
@arqueorock
Hablamos desde la experiencia. Este artículo lo escribimos dos personas totalmente distintas en cuanto a fenotipos y privilegios: Israel es moreno, vivió la mayor parte de su vida en una colonia popular, más bien marginal -como él lo llama-, su familia se conforma de migrantes de pueblos indígenas. Eréndira es blanca, la mayor parte de su familia emigró de países europeos hace dos generaciones, y ella creció sin limitantes económicos en un contexto de clase media. Somos conscientes de nuestros privilegios: nombremos rápidamente dos, Eréndira puede entrar a un establecimiento lujoso sin que la miren con sorpresa, sospecha o desprecio (recordemos este ejemplar momento); Israel puede salir a la calle a cualquier hora y no tiene miedo de ser acosado o sufrir algún tipo de agresión física que involucre el maltrato a sus genitales, a su boca, o a su pecho. Ambos conocemos y hemos experimentado violencias incontables veces, en distintas formas.
Desde este punto parte un texto que debió escribirse hace un año. Nace de un audio del rapero Bocafloja que nadie decidió retomar, pero nosotros lo escuchamos y no queremos dejarlo pasar por alto, más en estos días que los Porkys y sus cómplices nos han dado mucho de qué hablar sobre violencia machista y privilegio. Pero hay que decir que ese machismo y privilegio no es privativo de los “niños ricos”, sino que permea cada uno de los niveles sociales e intelectuales de este país.
Carmina Warden y Cynthia Híjar crearon a Nacho Progre, un personaje que se ha vuelto icónico. Cuando alguien dice “Fulanito de tal es un macho progre”, se entiende a qué clase de persona se refiere. Nacho parece exagerado, una sátira extrema del macho que pulula en los círculos de izquierda. Cada palabra de Nacho es un eco de las palabras de otros Nachos de carne y hueso. Y Bocafloja es uno de ellos.

Presentación de Nana Dijo- Rueda de prensa en Foro Hilvana

Se llama Aldo Villegas y es muy bien conocido en el mundo del hip hop latinoamericano. No nos gusta su música -aunque a ambos nos guste el hip hop-, pero no vamos a desviarnos, queremos tocar un tema en particular: cómo públicamente orea su machismo -e incluso su clasismo– y toma las palabras de un discurso de “izquierda”, ante un público que -en su mayoría- lo apoya y le aplaude.
Hace más de un año, Sofía se paró en la presentación del documental Nana Dijo en el foro Hilvana de la Ciudad de México. Ante los fans de Bocafloja reclamó: “a mí me da mucha pena este documental… personalmente me falta al respeto… tiene una contradicción muy grande: estás visibilizando una comunidad pero estás invisibilizando mi propio trabajo, ya que un tercio de lo grabado es mío”. Al acabar su comentario, el rapero satirizó su queja: “merece un aplauso”, y la gente aplaude. Él continúa: “Sofía funcionó como una operaria, camarógrafa […] ese proyecto es mío y no es de nadie más. Es de nosotros porque no representa al criollismo […] ella es la persona que representa el privilegio histórico en esta sociedad mexicana, el proyecto no es de ella, es de ustedes y es mío, el proyecto es de los prietos”. Dejando de lado el argumento ad hominem, sigamos analizando las muchas y más graves contradicciones:

Lo que los cineastitas como ella hacen es irse a meter a las comunidades marginales a retratarlas como objetos de estudio, es lo que esos cabrones hacen”… la gente aplaude. “Lo que estoy haciendo es pimpear al sistema […] A ti yo te cogí, a ti yo te cogí, a ti yo te cogí bien cabrón. ¿Sabes por qué lo hice? Porque estaba pimpeando al sistema, porque al cogerte a ti me estaba burlando de tu papá.

Nacho

Se escuchan algunas voces femeninas que le reclaman. Él contesta con una fórmula: “Yo puedo lidiar con mi proceso patriarcal pero tú no puedes lidiar con tu blanquitud”. La gente aplaude esa frase y él remata: “denle un aplauso a la clase media blanca mexicana, esa es la intolerancia de la blanquitud, hagan ruido para esa mierda”. Luego él explica que le hizo a Sofía una canción y demás trabajos literarios que “no le está cobrando”.

Como alguien que se dedica a escribir, Bocafloja debe de ser consciente de que las palabras cuentan, sirven para ponerle nombre a nuestros pensamientos. La forma en la que hablamos afecta cómo pensamos y viceversa. En un país donde la violencia sexual es una realidad cotidiana, el estar orgulloso de “cogérsela”, aunque sea como una metáfora, es peligrosamente preocupante: legitima la cultura de la violación y de la venganza en la que vivimos. Si lo hace un hombre con poder -famoso en la industria de la música- es aún peor.
Las demandas por terminar con un racismo estructural, que dice tener Bocafloja, se ven opacadas con lo burdo de sus actos, pues las banaliza. Habla de las estructuras de poder pero el patriarcado le tiene sin cuidado. Se queja de cómo se comercializa y se exotiza a las otredades, a los “marginados”, pero él mismo lo hace. Se vuelve una caricatura como la de Híjar y Warden -eso sí, mucho más violenta-, un macho envuelto en una bandera que dice resistencia y que le ha resultado muy cómoda. Nada se le puede cuestionar a él porque él es la autoridad, es subversivo a su antojo y conveniencia.
Y no olvidemos que el despojo a los pueblos indios, la explotación y la pobreza son problemas gravísimos. Pero si él asume representar estas demandas -y de paso hacerse famoso y vivir de ello- lo mínimo que se puede esperar son actos de reflexión.

Sabemos que el verbo “coger” se usa mucho en el hip hop, y que en inglés “fuck” es más que usual en rimas. No obstante, Bocafloja usa la metáfora de una violación para humillar a una joven que lo increpa. Eso no es una transgresión al status quo, sino todo lo contrario, lo que hace es alimentar un sistema patriarcal que viola y asesina a las mujeres de todos los ámbitos sociales (este texto una recopilación de datos que ilustran muy bien lo peligroso que es ser mujer). El rapero justifica “históricamente” sus actos: “al yo tener sexo con esa persona lo que está sucediendo es una reparación histórica”. Lo que cabe preguntarse es si Bocafloja asume que es una reparación histórica el hecho de que un hombre mexicano con el poder que otorga un micrófono en la mano, capaz de convocar a los medios de comunicación -y lograr que éstos no publiquen lo que él no desea- se coja a una mujer blanca, ¿qué tendrían que hacer otros grupos marginales sin sus privilegios para reivindicarse ante la historia?
La reivindicación de grupos marginales que Bocafloja pretende hacer con su trabajo, se desmorona cuando demuestra su clasismo. Haciendo honor a su nombre, se burla de la mujer porque no es más que una operaria, no es cineasta, es cineastita. Salen a relucir las categorías piramidales. Él es el artista –Multidisciplinary artist, dice en su twitter-, ella una mujer obrera a la que se “coge”. Cuando un hombre del público le reclama: “estás reproduciendo una jerarquía social”, y le hace notar que su machismo sólo desacredita su propio trabajo, el músico no lo trata con condescendencia, pero eso sí lo interrumpe: “usted es un negrón”, para exigirle su complicidad. Complicidad que recibe por parte de todos los medios convocados a esa conferencia, medios que evitan comprometerse frente al artista y avalan su explosión misógina, complicidad que también otorga la casa productora del documental y que después publica un desplegado, del cual rescatamos este fragmento:

 Claro, nada justifica el tono o las palabras utilizadas en la articulación de la respuesta,  pero es importante señalar que se generó como consecuencia de un ataque personal, premeditado, deliberado y completamente fuera de forma por parte de la integrante de Punto Ciego Films.
Nuestro disgusto responde al darnos cuenta que es la alternatividad criolla de la Ciudad de México la que intenta deslegitimar nuestro proyecto, cuando son ellos mismos los benefactores históricos no solo de los recursos tangibles sino sobre todo de los parámetros catalizadores de la moral, de la ética, de la sexualidad , de la estética, de las leyes, del conocimiento.
La estrategia de opresión es la misma; representarnos como bárbaros, primitivos,  políticamente incorrectos, lo cual al final del día resulta en una forma mas de animalización. La blanquitud, su privilegio y políticas hablan perfecto español.
Afortunadamente siempre hemos estado al margen de todos esos círculos y comunidades, creando plataformas de trabajo sólido partiendo desde la experiencia del cuerpo periférico, por lo cual seguiremos ocupándonos de los verdaderos problemas relevantes que tenemos en nuestra agenda , dejando claro que no seguiremos entreteniendo un conflicto con matices e intenciones que restan y no suman.
Nana Dijo es de los prietos del mundo y los derechos autorales le corresponden a la historia que nos precede.

Pueden revisar el texto completo en este link.
Si bien la discriminación en México muchas veces parte de los estereotipos que se han construido en el “imaginario”, ya sea de género o étnico, otras tantas veces, estos estereotipos no existen en la realidad y son mucho más complejos de analizar que sólo la enunciación de características de dichas “caricaturas”. El machismo, clasismo y racismo en nuestro país han costado muchas vidas.
La pigmentocracia en México y el clasismo están más correlacionados con una “forma” de aspiración que se ha construido históricamente que con una imagen idealizada y “occidental” -hay formas deseables de comer, hablar, trabajar, relacionarse. Y sí, en un país como México es un privilegio ser blanco. El lujo, la prosperidad y la belleza la relacionamos con fenotipos europeos, porque vivimos el resultado de distintos procesos de colonización. Las revistas comerciales de chismes, moda y “estilo de vida” y la publicidad son dos muy buenas ventanas para observar este fenómeno. Sólo vean un ejemplo aquí y otro aquí.


Pero también entre las páginas de las revistas y en los anuncios podemos ver los cuerpos de las mujeres que están ahí para ser consumidos. Bocafloja está muy orgulloso de cómo consume metafóricamente los cuerpos, reacciona violento y asegura “yo a ti te cogí”, acepta que no le está dando lo que merece por su trabajo, pero se justifica diciendo que es porque ella es “criolla” y porque también, de paso, se cogió a su papá -tiene que nombrar a una figura masculina para referirse a ella: ella existe en tanto se relaciona con un hombre. Acepta que comete un “ejercicio patriarcal” pero no le importa, lo dice como para excusarse.
Además se siente ofendido porque ella “llegó deliberadamente a agredir”, a “amedrentar la situación, se paró a hacer un cuestionamiento”. Sí, está ofendido porque alguien se atrevió a cuestionarlo. “Si alguien viene y mi agrede tengo que defenderme”, porque “ella está oprimiendo mi condición de prieto.” ¿Lo oprime porque cuestiona su autoridad?
Pero ella nunca le habló de forma ofensiva -ahí está el audio-, y él está indignado por los modos de ella -gran ejemplo de la fiscalización del tono-, primero se burla, luego la acusa de violentarlo, pese a que ella nunca fue grosera. Suena al discurso de alguien muy reaccionario: “esa manifestante revoltosa”. Aunque ella no agrede a nadie.

¿Cuántas veces a las mujeres se les ha robado el crédito por su trabajo? ¿Cuántas veces ni siquiera les reconocen su lugar? Por ejemplo, ni muerta a Elena Garro la editan con propiedad, siempre está a la sombra de hombres: su blancura no la exenta del machismo editorial. Los privilegios importan para contar historias. Las personas que crecen en las periferias y son condicionados por la televisión, el mercado y el discurso de aspiración de consumo del capital nos/los obliga a tratar de conseguir los privilegios de las élites blancas, o un poco de ellos, el deseo y la sexualización de los cuerpos con fenotipos europeos se exacerba, se ve como “un paso adelante” tener una pareja con estas características, “mejorar la raza”. Tomar esta postura ya sea como hombre o mujer cis o trans, porque ellas también necesitan ser deseadas por esos cuerpos no “marginales”, nos pone de inmediato en una posición de asimetría asumida, es decir, este es nuestro lugar, es nuestra asignación histórica y de ahí surgen nuestras relaciones, hablar de venganza es solo seguir justificando la asimetría histórica.


Por otro lado la exotización de los cuerpos marginados y el consumo de ellos es una práctica que profundiza la asimetría, en tanto que no se ve como una relación de iguales sino como una “excentricidad” o “una decoración”. Ni siquiera en la idealización de estas relaciones como en las telenovelas esas relaciones se dan de manera simétrica, siempre se entiende que el “marginal” debe de “ganar” el respeto de un conjunto imaginado de personas de la élite; en ese sentido el “igualado” no cabe en nuestra sociedad. Este ha sido un constante argumento en contra de ciertos señalamientos hacia los feminismos que denuncian el acoso, aunque se pierde toda perspectiva del contexto de quién enuncia: cómo y desde dónde. Tal fue el caso de Tamara de Anda quien denunció un caso de acoso y se trató de solapar el acto por el “clasismo”, de ella. Sin embargo, se omite que ningún hombre debería gritarle nada a ninguna mujer en la calle, es decir, ella puede ser señalada por su supuesto clasismo, pero él no en su práctica patriarcal, en ese sentido el hombre trata de perpetuar sus privilegios sobre el de las demás, ella debe de dejar de ser (supuestamente) clasista, pero él no tiene porqué dejar de ser macho. (Aquí Catalina Ruiz-Navarro explica muy bien cómo, sin importar status social, ser mujer y denunciar es un problema).
La consigna Ni la tierra ni nuestros cuerpos son territorios de conquista está ahí, latiendo por cada hombre incongruente que asume que está en contra del colonialismo pero a su vez es gandalla y violento con las mujeres. Hay que recordar esta frase ante el machismo hipócrita, los argumentos chafas y el machismo en el mundo de la música.

LEE LA #RÉPLICA DE BOCAFLOJA A ESTE TEXTO

 
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Foto destacada: Bocafloja record release concert. March 2012. 92Y Tribeca, NY, NY. Fuente: Wikipedia