TODO MENOS MIEDO

EN VIVO

EN VIVO

Por qué amar a The Jesus and Mary Chain

- Por: helagone

Siempre me ha contrariado mucho pensar en las diferencias entre una excelente banda de culto y una buena banda mainstream. El esfuerzo de la banda de culto se muestra a los ojos del clavado como un sacrificio que nadie nota, hasta años después cuando una banda completamente famosa dice “¡claro!, nosotros oíamos a esos weyes todo el tiempo”. Las bandas más famosas siempre hacen referencia a esas oscuras bandas de culto, a esos casi casi sacrificios al Dios del rock. Cuando The Rolling Stones llegan a la fama mundial, por ahí de 1965, de quienes hablan es de genios de piel negra perdidos entre las multitudes como gotas de lluvia rumbo a una coladera. Sueltan nombres rítmicos y sonoros como Skip James, Junior Wells, Willie Dixon, Howling Wolf, y cuando uno escucha por primera vez esos nombres ve un umbral: el umbral del clavado, del enfermo musical. Lo que la mayoría de la gente no hace es buscar como demente esos discos, se contenta con poner “I Can´t Get No (Satisfaction)” cuando va a la escuela o al trabajo, lo cual está perfecto. Pero en el umbral del clavado es donde empieza en realidad la oscuridad y la diversión, pensamos otros, donde la música se vuelve un laberinto sin salida de influencias, ideas, sufrimiento y gloria y empieza uno a encontrar cientos de historias de inexplicable fracaso, inexplicables relatos de maestros que se perdieron un día de verano entre pastizales soleados y canciones memorables, efímeras piezas perfectas que simplemente se quedan orbitando demasiado alto. Por cierto, acá en NoFM tenemos hasta una columna para eso, Peces Sueltos.

Estamos hablando de las paradojas y milagros del clavado y las bandas de culto. Uno sigue tercamente en eso y llega el infame día en que uno se ve haciéndose preguntas como ¿qué de grandioso tienen de verdad los Sex Pistols frente a PIL?, ¿Quién, salvo los estúpidos blogs de música, de verdad piensa que Nirvana es la mejor banda de los 90?, ¿Dónde se esconde ese maldito que piensa que Metallica es la mejor banda de metal, para ir a partirle su madre? y cosas así, cada vez más ofensivas. Recordemos que esto es una enfermedad. Me niego a creer que lo que nos dicen los “mejores” blogs de música sobre las bandas “más importantes”; que la música que más espacios tiene en el FM y en los blogs sea realmente la que más cuenta; me niego a pensar que las cosas no puedan cambiar con una buena canción nunca antes oída en una fiesta, o que la mejor banda del mundo esté por llegar y nos demos cuenta que viene del pasado. Me niego a pensar que la música vieja, enterrada hace años, no pueda desenterrarse como absolutamente nueva.

En México han hecho cosas hermosas y horribles los “que dictan de qué lado masca la iguana”. Ha habido en específico un par de casos que yo llamaría de escándalo con respecto a la música inglesa, que es nuestro tema hoy. Por un lado los mexicanos amamos muy cabrón al Brit Pop y en general la música noventera, para muestra el furor que causa la vuelta de Blur este año, el cariño que se le tiene a Oasis o a Pulp . No obstante, hemos demostrado no ser tan buen público para esa tradición como nos gusta creer. En abril de 2013, hace justo 2 años, me lancé a la primera visita de The Stone Roses con el Tremendo y tengo que decir que llegamos hasta enfrente sin esfuerzo, lo que significa que en efecto no era nada complicado llegar hasta ahí. Los Roses son los papás del Brit Pop, chingada madre, quienes, sí, tienen sólo 2 discos, pero carajo su trabajo e influencia es comparable a bandas como Pulp y fácilmente a otros como Oasis, de quienes son casi casi lo mismo pero sin “Wonderwall”, o sea, mejor. Perdón, me relajo. Pues ellos no llenaron el Pepsi Center y su show fue fenomenal. El mismo año, más vergonzoso aún, My Bloody Valentine canceló su presentación en México ante la poca venta de boletos. Eso quedará como una mancha en nuestro historial. A la inversa, Peter Hook revela en sus redes una encuesta donde revela que la Ciudad de México tiene más fans de Joy Division que su cuidad natal Manchester. El resultado es que vuelve después de una espera de menos de 6 meses y sí, el éxito estaba asegurado. Otro caso: un eslabón indispensable de la tradición inglesa que enlaza a los Peter Hook con los Gallagher y Albarns es sin duda Happy Mondays, quienes estuvieron en México en el Corona pasado, y era alarmante pensar que la asistencia no pasaba de las 100 personas cuando se subieron al escenario. Una historia de contrariedades inexplicables, que van del fracaso de My Bloody Valentine a los 2 shows en 6 meses del bajista de Joy Division. Alguien nos ha enseñado con las pelotas a amar la música inglesa. Y aquí es donde empezamos a hablar de The Jesus and Mary Chain.

En México nos dejamos llevar fácil por la borregada, nos encanta treparnos a los trenes del mame, y los blogs, estaciones de radio y demás portales lo hacen re-mal; sólo así me explico que bandas de la misma importancia y calidad tengan una recepción tan opuesta. Una misma gloriosa tradición inglesa Punk-Joy Division por un lado lleva a The Smiths, Happy Mondays, The Stone Roses y al Brit Pop, pero en su cara más salvaje y experimental lleva a The Jesus And Mary Chain (contemporáneos completamente y el Lado B de la banda de Morrissey), My Bloody Valentine y Radiohead.

The Jesus and Mary Chain, a mi entender, es un umbral, nos permiten entrar a algo que se conoce aún muy poco, la tradición del indie ruidoso inglés. Estos dejaron de lado los sintetizadores y el hit de discoteca, que era la borregada por aquellos 80. Lo mismo que hacía Sonic Youth o Dinosaur Jr en EUA, fue lo que ocurrió hace 30 años, en 1985, con Psychocandy. Eran una banda que no más no tocaban bien como para hacer otra cosa que no fuera punk, pero que se daban cuenta que para 1983 ya todo lo que podían hacer en punk estaba hecho, así que tomaron sus sonidos y se fueron para otro lado. Los hermanos William y Jim Reid entendieron que las grandes bandas no están hechas de buenos músicos, sino de buenas ideas. Los Ramones demostraron que así era. Lo único que hay que hacer es meter 15% de algo que nadie esté haciendo en una base 85% de lo que todo mundo esté haciendo. Lo que ellos encontraron con esta fórmula fue un estilo que hermanaba opuestos: el pop y el noise. Por un lado, desafinaron las guitarras, tocaron sin notas y con baterías rotas, treparon la distorsión hasta arriba; por otro, pensaron melodías aboslutamente reconocibles y cantables en las voces; cuando terminaron la grabación de su primer LP, era tan estrecha la liga entre los opuestos, que era imposible separar el dulce de lo amargo, la tortura del placer; se convierte en un perfecto juego masoquista en el que no se puede escuchar la distorsión sin la rítmica voz de Jim Reid, que a su vez resulta que está hablando de drogas, violencia y pulsiones suicidas.

PyschoCandy es un concepto tan claro que llamó la atención de John Peel, el dj más importante de la radio inglesa. Con el apoyo de Peel, entraron al 50 Festive, la relevante lista de recomendaciones anuales del dj, y acapararon los primeros dos lugares con “Just Like Honey” y “Never Understand”. Para Peel era la banda a seguir, mismo año de la salida de The Queen Is Dead de The Smiths y Low Life de New Order. Quizá exageró. Lo cierto es que hablando de sonidos nuevos y primeros álbumes, sí eran lo más perro. Habían ganado un lugar.

Mientras trabajan en Darklands, la continuación de su renombrada pieza underground, Bobby Gillespie, baterista de aquellas sesiones, se separa de la banda para conformar otro proyecto valioso, Primal Scream. Primal se asimila como una banda que desea regresar el rock a la trinchera de la fiesta de club, mezclan riffs tipo Rolling Stones a bases de club heredadas de New Order y logran joyas como Screamadelica (1991) y Give Out But Don´t Give Up (1994). Pero una vez más, esa misma idea de mezclar un rock distorsionado y duro a bases electrónicas llega primero en la pareja Automatic (1989) y Honey´s Dead (1992) de los hermanos Reid.

Este rock electrónico de verdad, bases bailables y riff escandaloso es el segundo argumento por el cual The Jesus debiera estar en el mismo sitio donde colocamos a cercanos la corazón como Pulp, The Stone Roses o Blur. Con su aliación de opuestos, noise y pop o electrónico y rock, nos hacen mirar umbrales donde podemos encontrarnos muchas bandas que hoy están todavía enterradas, al menos para la mayoría del público, y son igualmente umbrales para descubrir a las nuevas bandas de rock independiente en México y Latinoamérica, como Vaya Futuro, Yo Maté a Tu Perro, Velódromo o Los Mundos, herederos todos del shoegaze, el arte de mezclar pop y noise. Igual que toda banda que va hablando de excesos, drogas y provocan peleas en sus toquines, la mecha explota pronto y se apaga rápido, pero todavía nos entregan el cuarto Stoned and Dethroned (1994) donde parecen encontrar la paz, o simplemente la mota.

Como firma final, dejemos el sello de los Pixies, banda entrañable de los mexicanos, quienes casi nos matamos por ir y dar forma al primer Corona. Yo sentí que me habían desfigurado las costillas cuando el show terminó. Ellos justo se destacaron por no coverear a todo mundo, al contrario, son contadas y preciadas a las bandas a quienes deciden darles homenaje. Están ahí Neil Young, una canción de la película Eraserhead de David Lynch, The Surftones, The Beatles (corrijo: sólo Lennon) y no mucho más. La banda de Black Francis, la grandiosa Kim Deal y el jefe Joey Santiago, uno de los mejores guitarristas de los últimos tiempos, reconocieron como pares e incluso mentores a los Jesus, al retomar “Head On” y soltarla como sencillo de su Trompe Le Monde en 1994. Escuchen el inicio lleno de esas no-notas, distorsión pura que marca lo que es hoy por hoy un guitarrista chingón.

The Jesus and Mary Chain tocan el 21 de mayo en el salón Blackberry, para festejar los 30 del Psychocandy, y como ellos, será una reunión de clavados, de enfermos musicales, que piensan que con playlists llenos de peces sueltos o con viejos acordes en guitarras nuevas, pueden ir ganando terreno en esculpir la historia a favor de los marginados.