TODO MENOS MIEDO

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#TrenSuburbano. Tántalo

- Por: helagone

Por Aldo Rosales
@AldoRosalesV
Casa 1
Te levantas a las cinco de la mañana, tratas de hacer el menor ruido posible pero no lo logras: el ruido del pocillo en la lumbre despierta a tus hermanos, madre, esposa e hijo que duermen, junto a ti, en la misma pieza. Levantas la tapa del tambo porque en (inserta aquí el nombre de tu colonia) quitan el agua cinco días de la semana, de _____ a ______. Llenas la cubeta, conectas la resistencia y mientras esperas que hierva el agua, o al menos se le quite lo helado, comes una pieza de pan frío, que sabe casi igual que el del día y es mucho más barato.
Te bañas a bandejadas, dejas un billete de (anota aquí la denominación) bajo la almohada, para la leche y los pañales, y caminas ____ minutos hasta la calle donde pasan los camiones al metro _____.
Casa 2
Te levantas a las ____. Despiertas a tus _____ hijos y les dices que ya es tarde para la escuela. Levantas la alcancía en forma de____ que se ganaron en la feria pasada y agarras un billete de ____ pesos; haces las cuentas mentales y te das cuentas que así no vas a llegar al final de la quincena. Tu marido no te ha mandado ahora; siempre te avisa dos días antes, pero ahora ni siquiera ha llamado. Piensas en preparar de una vez la sopa para la comida, pero ves que los ____ garrafones de agua están vacíos, y que el señor del agua pasa hasta la tarde. Abres la llave, para ver si de casualidad ya echaron el agua, pero no. Te acuerdas que cuando compraron el terreno (tu marido todavía no se iba a Estados Unidos) el dueño de los lotes les dijo que en ____meses iban a tener agua y luz. Ya pasaron ____ años y nada, ni siquiera transporte.
Casa 3
Llegas a las ____ de la mañana de trabajar: el turno de madrugada es el peor, y ni siquiera pagan más. A veces, no siempre, te acuerdas que, cuando eras más joven, decías “primero muerto que trabajar de_____”, y mira, así acabaste. Con lo de la liquidación del otro trabajo diste el enganche para este terreno, pero de haber sabido que el agua no se las iban a poner luego luego mejor no lo comprabas. Fíjate, ____ años de trabajo se fueron en un enganche, y ni siquiera hay agua. Abres la llave, y no, no ha llegado. Lo bueno es que llenaste los ____ botes y el tambo. No te das cuenta, pero estas colonias crecen de forma antinatural: lejos del agua, que es la vida. Como los hongos que salen del excremento de los animales de monte.
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Hoy es viernes y las nubes lucen negras, espesas, sobre nosotros. Mañana será sábado de gloria, por eso las autoridades han cortado el suministro de agua. Es irónico, por decir lo menos, que sobre nosotros oscilen las nubes, cargadas de agua, y aquí abajo haya gente que no se enteró del corte y ahora dependa hasta el domingo del tinaco a medio llenar para una familia de cinco o seis miembros (lavar, bañarse, ir al baño y las demás cosas que se hacen con agua deberán ser racionadas, hechas con sapiencia y no con instinto).
Me llama mi novia. Hablamos de los días, de qué hemos hecho ahora que su carga de trabajo no permite nos veamos con la frecuencia de antes. Me dice que allí, en su unidad habitacional, han comenzado a racionarles el suministro de agua, porque a espaldas de su casa, en lo que antes fueron terrenos de cultivo, se construye una plaza comercial más grande que el resto. No es que sean los primeros: hace años, cerca del metro Cuatro Caminos, vi un cartel que entonces me pareció gracioso –al menos el cartel, no el mensaje– donde una pequeña casa de dos pisos lucía sedienta y desesperada, mientras una plaza comercial, con colmillo y ojos duros, se bebía, con un enorme popote rojo y blanco, toda el agua de un manto acuífero. Y pienso, mientras ella sigue hablando, que por ahí debe haber más. Últimamente las unidades habitacionales abundan, y generalmente los vecinos, los que llegaron antes a las colonias, no están de acuerdo. Quien dice que las guerras ahora serán por agua y no por petróleo, quizás no exagera.
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Colgamos, mejor dicho ella cuelga, porque llegó la pipa del suministro y deben llenar sus recipientes. Pienso en sus vecinos, tan orgullosos, tan altivos, ahora en pijama, con el cabello enmarañado y sus aromas humanos escapando a través de las ropas de dormir, esperando que la pipa llene sus botes y tinas. Comentarán algo, lo que sea, mientras la pipa llega –no se puede ser enemigo de alguien en una fila, cuando se está en las mismas condiciones; la falta de agua, la suciedad, el mal aliento, los hermanará por unos momentos– y luego, cuando tengan el líquido, regresarán a sus hogares secos, de paredes delgadas y acabados idénticos, para volver a ser oficinistas, empleados, supervisores correctos, limpios, perfectos, que parten hacia la modernidad en carros a medio pagar, a oficinas donde el agua nunca falta (le darán los buenos días al jefe con humildad, no con la altanería con que los dan al recolector de basura, al vecino). El jefe, quizás, no sepa nada de esperar una pipa, porque en su colonia nunca falta el agua.
Aquí en casa tenemos llenos los dos tinacos y mañana regresará el agua, no nos preocupamos. Recuerdo entonces a mi abuelita, que siempre ha vivido en lugares donde el agua es un bien escaso. Cuando era niño, y la visitaba, me parecía un juego correr a la calle principal con los botes vacíos en las manos y esperar que llegara la pipa. Mientras llenaban los botes de mi abuela –botes rojos, de 19 litros, con el logo de Coca Cola en un costado– mis primos y yo metíamos la mano bajo el potente chorro, aunque luego nuestras mamás nos regañaran. Mi abuela siempre ha vivido así, porque son esas colonias donde las rentas son más baratas, donde el drenaje, la luz y el agua son palabras solamente.
Por la noche llueve, no mucho. Veo el agua desaparecer en el pasto, formar charcos que los carros inyectan de lodo o estancarse en las azoteas. Pero por alguna razón que no entiendo, esa agua no es recolectada por nadie (podría haber una caricatura de un hombre –en cuclillas, no puede ser de otra forma– esperando una gota de agua de la llave, mientras a su alrededor llueve). Me meto a bañar, la regadera me parece una lluviecita amaestrada, un chorro de agua al que obligan a saltar entre aros de fuego para que su cuerpo se caliente. Y entonces esta colonia, donde yo vivo, al menos por hoy, parece ser la colonia de gente adinerada, y ellos, junto a las plazas comerciales, me recuerdan a las colonias donde vivió mi abuela. El agua es el diluyente universal, y diluye hasta las clases sociales, al menos por unos días.
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Al otro día, sábado –pero no veo la gloria por ningún lado– mi novia me llama. Siguen sin darles agua, y la poca que mandan es turbia; algunos vecinos han encontrado gusanos en ella. Planean hacer una marcha al municipio, para exigir lo que era de ellos. También me dice que unas casas se inundaron por la lluvia de anoche, que allá en su colonia cobró fuerza descomunal. El estado de México muere del mal de Tántalo: sediento hasta lo deprimente con medio cuerpo metido en agua. Y muere del mal del Rey Midas: quiere que todo lo que toca se convierta en oro, en plazas. Pero el oro no se come.