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El Muralismo y la Ciudad de México

- Por: helagone

Por Óscar Muciño
@opmucino
Porfirio Díaz, durante los años finales del siglo XIX, introdujo al país muchos de los productos que se exportaban desde los mercados europeos y estadounidense, llegaron perfumes, artículos de lujo, se introdujo el ferrocarril que después tantos servicios daría a la lucha armada.
Era el periodo de auge de la conocida como Belle Époque, la sociedad vivió un “afrancesamiento” en sus formas sociales y arquitectónicas, y la gestación de los que ahora son los principales centros urbanos del país, como Monterrey. En la Ciudad de México en algunas colonias que empezaban a crecer, como la Juárez, se dio preferencia al estilo art noveau en su arquitectura, en sus muebles; la ciudad estaba expuesta a su estilo en afiches publicitarios y adornos. La Revolución dejaría poco rastro de estas construcciones.
Después, terminada la lucha armada en su etapa más cruenta, los distintos ciclos de modernización que atravesó la ciudad de México, desde finales del siglo XIX hasta más allá de la primera mitad del XX, estuvieron acompañados por una difusión del movimiento muralista. En la década de los veinte y treinta, el Muralismo cumplió con las intenciones pedagógicas de dispersar una idea de nación; buscando dotar de monumentalidad al concepto de país que construía el grupo que triunfó en la Revolución.
En una primera etapa, mediante la pintura y la intervención de variados espacios públicos, principalmente ubicados en el Centro Histórico o cercanos a él como la Escuela Nacional Preparatoria, el Palacio Nacional, el Castillo y Bosque de Chapultepec. Los muralistas se plasmaron en edificios de una nación incipiente.
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En el Bosque de Chapultepec, particularmente en el cárcamo de agua del río Lerma Diego Rivera pintó el mural “Agua origen de la vida” que ocupa todos los muros, el piso y el túnel, ocupando una superficie de 272 metros cuadrados, funcionalidad y arte.
El movimiento muralista apeló al uso de perspectivas que obligaban al espectador a distanciarse o que lo situaban por debajo mirando hacia arriba. Además a una mitificación recurrente del tema “nacional”, con referentes históricos como Juárez, Hidalgo, Cuauhtémoc; las representaciones de simbología prehispánica; el retrato de obreros, mineros, indígenas; o la representación de momentos de la Conquista.
Su presencia en la modernización de la ciudad de México, como se dijo, se extendió desde el gobierno revolucionarios hasta el gobierno de los llamado “cachorros de la revolución” iniciados con el abogado Miguel Alemán Velasco.
Cuando comenzó a urbanizarse la parte sur de la ciudad, muchos muralistas ayudaron a ilustrar los nuevos edificios. La unidad multifamiliar “Miguel Alemán”, ubicada en la colonia Del Valle, pensada por el arquitecto Mario Pani como un complejo de edificios que explotarían las ventajas arquitectónicas de Le Corbusier (edificios unidos que crecen verticalmente para dar mayor presencia a las áreas abiertas), y sería un modelo de edificio orgánico, pues contaría con todos los servicios, desde alberca hasta centro de salud, tiendas, escuelas, áreas deportivas. En él está ubicado el mural último e inconcluso de José Clemente OrozcoLa Primavera”. Al cual muchos de los vecinos ni siquiera conoce. O los murales de Ciudad Universitaria, o los del Centro Médico, en otros otros hospitales y oficinas que se construyeron tras la creación del IMSS, la institución del gobierno revolucionario para dotar de atención médica a la población.
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Sin olvidar el Polyforum Siqueiros, un intento de crear un lugar de difusión cultural y que alberga uno de los murales más grandes del mundo “La marcha de la humanidad”, más otros 18 del artista. El recinto ocupa una superficie de 8 mil metros cuadrados, posee un sala de conciertos para más de mil espectadores y en su barda exterior está el 50 homenaje al movimiento muralístico mexicano. Fue inaugurado en 1971 y apenas hace unos años declarado Patrimonio de la Ciudad, por parte de la Unesco, como respuesta para protegerlo ante distintas iniciativas para derribarlo y construir una plaza comercial. Más hacia el sur también se encuentra el Teatro de los Insurgentes, que en su fachada principal está el mural “El Teatro en México” de Diego Rivera.
Todos estas construcciones están ubicadas más allá del Viaducto Miguel Alemán.
Hay algunos gestos del muralismo muy peculiares, como el de Nishizawa pintando en el Hospital de Neumología, o del Tórax, a mineros muriendo asfixiados, como chamán en la cueva intentando acabar con el mal, captando en la pared el mal que ahí se atiende.
O Diego Rivera al pintar en las oficina de la SEP conviviendo con su entorno. Si el muralista trabaja en un espacio público se relaciona con las personas asiduas y no asiduas, se compenetra con su entorno. No abandona neutro el proceso de creación.
Los espacios que intervino el muralismo tal vez nunca fueron realmente públicos, o muchos actualmente son edificios que si bien antes eran estatales ahora pertenecen a la iniciativa privada. Hay otros espacio en los que el trabajo muralístico sirvió para neutralizarlos, por ejemplo, en “la huelga del 99” en la UNAM estudiantes intervinieron el mural de Siqueiros que sólo contemplaba hasta ese año 19??, el mural rápidamente fue restaurado. Muchos están abandonados, o no se conocen, o sólo tienen accesos a ellos las personas que laboran en donde se encuentran.
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En los años setenta colectivos artísticos intentaron que el muralismo abandonara el halo oficialista que siempre lo acompañó, algunos buscaron que las personas habitantes del espacio público donde se ubicaría la obra fueran quienes participaran en la realización (murales colectivos), adquiriendo así herramientas de expresión, como el Taller de Investigación Plástica de Michoacán (TIP), o sólo interactuando con el transeúnte como el grupo Suma.
Otros invadieron las bardas de vecindades o las de la colonia, como el colectivo Tepito Arte Acá en su barrio, también colaboración con los vecinos. Y algunos intentaron movilizar el mural y quitarle su fijeza, mudándolo a mantas que acompañaron movilizaciones sociales y marchas, el caso del grupo Germinal.
Esto era un signo que ahora el proyecto de nación ya pasaba también por una sociedad civil que iba organizándose ante la ineficiencia del aparato gubernamental para responder las demandas que la población requería. El derrumbe de la ciudad proyectada por el Partido de la Revolución fue literal, con el terremoto de 1985 la fuerza y aparición de una sociedad civil con capacidad de organización fue un hecho más que consumado.
Actualmente el muralismo no ha terminado, se encuentran en graffitis que ocupan fachadas enteras de casas, grandes pedazos de edificios. En algunos parques existen paredes en las que hay variadas pinturas. En el Parque México existe una en la que aparecen varias personas durmiendo en los tubos destinados para grandes drenajes.
El Metro también ha servido como refugio al muralismo. Por ejemplo, las distintas pinturas de las paredes del andén del metro Copilco, de la línea 3. O, los de Jason Schell quien tiene un mural ubicado en las escalera eléctricas que conducen al andén del metro Viveros, titulado “Tarde dominical bajo la ciudad de México”. En él aparecen muchas personas ocupando los interiores de convoys del metro pero en él nadie interactúa con nadie, unos duermen, otro miran hacia un punto perdido, otros tienen la vista hacia abajo; y otro en la estación Salto del Agua que retrata obreros frente a máquinas.
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En el año 2009 la estación del metro Ecatepec inauguró dos murales en sus pasillos aéreos que conducen al andén. Tres colectivos fueron los que presentaron su obra: el Sindicato del Cartón con su mural “Ehécatl”; el colectivo A.P.I.E. con el mural “Manifiesto del viento”; y Plástica Ecatepec con el mural “Ecatepec”. En ellos rescatan representaciones de dioses prehispánicos, entablar un diálogo con el usuario que tras el pesado viaje llega estresado y mostrar un atardecer pasando a la noche vista desde el municipio. Estas expresiones simbolizan una llegada de ciertas de zonas de modernización a municipios conurbados del norte y nororiente que no hace más de 30 años eran llanos.
La ciudad entera vista desde el cielo debe ser como una mancha geométrica que se ha extendido sobre valles y montes, es el espacio público completo y se ha formado también en gran medida con el caos y la confusión de la explosión demográfica y la centralización económica.
Al caminar por las calles pienso que se remarca algún trazo o fisura de la plasta de concreto, de esa mancha que se transita, se pisa, y en la que se forman pequeños murales hipotéticos en nuestro ir y venir diario, tal vez para concretarlos podíamos caminar por toda ella grabando nuestros pasos con alguna pintura.