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Kodak de Demetrio Herrera Sevillano

- Por: helagone

Por Óscar Muciño
@opmucino
Demetrio Herrera Sevillano fue uno de los poetas que introdujo elementos de los movimientos de vanguardia a la poesía panameña. Vivió mayoritariamente con apuros económicos y en algunos momentos en la miseria, dejó reflejó de ello en muchos de sus poemas, como en los versos de “Vida pobre”.

He vuelto triste a mi tugurio. Triste.
Mi madre perspicaz, ha comprendido
que nada he conseguido…
nada contra el dolor que nos asiste
(Vida pobre, La canción del pueblo, 1939)

Su vida tuvo un final trágico, fue hallado muerto por su hijo cuando éste regresaba de la escuela. En 1937 publicó su segundo libro que lleva como título Kodak; la elección seguramente fue intencionada. La fotografía para esos años ya era un medio de expresión “avalado”. La escritura de Demetrio en este libro busca intencionalmente amalgamar recursos vanguardísticos, por ello busca la sombra de un arte que privilegia la mirada objetiva.
Esta objetividad también se encontraba asociada al punto de vista que adopta el flaneur, término francés que refiere al paseante callejero de la ciudad; condición que Baudelaire retrató en su poema en prosa “El hombre en la multitud”.
Kodak es un libro que se asocia y concentra heterogéneos tópicos y recursos de la poesía de finales del XIX y principios del siglo XX. La causa de esta peculiaridad de la vanguardia panameña, inaugurada con el libro Ondas de Rogelio Sinán de 1929, la explica de la siguiente manera Enrique Jaramillo Levi:
“…como resultado, en buena medida, del subdesarrollo social y cultural que caracteriza a los países latinoamericanos, la llamada Vanguardia, con su mezcla dispar de “ismos” recibidos de Europa, pero con una actitud de ruptura con el pasado literario (“romanticismo” rezagado; “modernismo” elitista por su exquisitez; “naturalismo-realismo” demasiado exteriorista y plano), llega con quince años de retraso a Panamá y se queda, durante aproximadamente veinticinco años, conviviendo con las afinidades estéticas antes mencionadas”
Esta mezcla produce que al leer los poemas se perciba un parecido con los poemas estridentistas; la voz poética que enuncia y describe la ciudad se sitúa verticalmente al dejarse llevar por las diversas sensaciones que le provoca el entorno urbano. En esta verticalidad la voz enunciante realiza en un rescate del vértigo del minuto presente, este carácter presentista se encuentra emparentado con la intención de recuperar el presente como único momento real.
Por otra parte, la prosopopeya es el tropo predilecto para Demetrio Herrera, con lo que la ciudad de Panamá con su mobiliario adquiere una personalidad que no sólo es observada, ella observa también. El mar es un boxeador a cuyo entrenamiento acuden barcos y edificios; las naranjas aparecen en ropa interior y son espiadas por los postes; los automóviles toman la siesta; los postes tienen rodillas, los lápices son piernas y las escaleras acordeones.
La voz poética da espacio a la mirada del paseante pero también la ciudad se transforma en observadora del transcurrir que sucede frente a ella. Para lograr estos efectos verbales, Herrera prefiere las atmósferas y realizaciones más cercanas al surrealismo que la exaltación mecánica del futurismo.
Kodak
(1937)
Entrenamiento
Para Mauricio Díaz C.
El mar — boxeador rápido —
Tiene de pun
chin
ball
a los barquillos inquietos.
Con la toalla del viento
la tarde frota el cuerpo
sudoroso del bóxer.
Los edificios — fanáticos del ring —
contemplan apiñados
el gran entrenamiento.
(El muelle cuchichea
con un vapor que fuma)…
Y un aplauso de ola,
hace empinar la torre
con el reloj en mano
para llevar el tiempo.
Chiquillos vagabundos,
los pájaros marinos
se cuelan por el techo.
 
Domingo
Las fachadas,
Curiosas,
agrúpanse en las aceras
para mirar al que pasa.
La tarde pasea en autobús.
El sol tiene una mano
metida en la cantina
y hay un danzón travieso
que me está haciendo cosquillas.
Niños.
Corrillo sin brújula.
Un auto duerme la siesta,
y desde los balcones
saludan las banderas.
En la esquina,
un poste se entretiene
viendo en ropa anterior…
a unas naranjas.
 
Nubes
Por la plaza del espacio,
pensando vienen
y van.
Procesión de dirigibles
en un vuelo sin parada
por el mundo sideral?…
Míralas!
Están cansadas
y doloridas de andar!
Oh, las nubes!
Pobrecitas!
En qué conflicto estarán!
Nocturno de las calles
En la rodilla de un poste
— rubí que luce la noche —
el foco sobresaltado
de una cajilla de alarma.
Los faroles eléctricos
— candelabros ante el muerto
de la calle —
echan en sus brazos de luz
en las espaldas sedosas,
del silencio.
Están las casas pensando.
Y el cielo — mesa de Dios —
viste su carpeta bruna
Traigo la mirada: grave
me va observando la sombra.
Entre la sombra hay un bulto:
algún fantasma en la sombra.
Abro el compás de mis piernas
y marco un punto
2
3…
y marco miles miles de puntos.
La soledad ha dormido
a la ciudad en sus brazos.
Sólo mi existencia sigue:
la lleva el sueño a empellones
hacia sus paredes 4.
 
Con mi Kodak
Para Jorge Rogelio Villalobos
De la tienda de un asiático
sale una niña que lleva
cristal humeante
en la mano
(Yo tengo la esquina presa
con mi inclemente calzado)
Súbito… ¡ZAS!
Es el viento
que,
al huir de un automóvil,
me ha echado encima su cuerpo.
Los trabajadores pasan con el cansancio en los hombros.
Un chico cruza corriendo.
Y,
el sol,
que se va cayendo,
se agarra de un edificio.
Estomacal refunfuño!…
Y por un inerte brazo
de la calle
parto aprisa.
En el camino me hallo
con la gente…
y con la brisa.
 
Ciudad
Ahora voy
trazando una línea de construcción con los lápices de mis piernas.
Los automóviles abren los ojos.
La gente sube a las casas
por acordeones en desperezo.
En este pasadizo
la oscuridad
me ha extraído
las pupilas.
Anuncios trepadores
contemplan sonreídos
la ciudad;
de las habitaciones salen a tomar aire
los reflejos.
Así cruzo las calles indefensas
que el paso hiere sin piedad.
Y mis recuerdos
son
— también —
motivo de mi entretenimiento.
Suave los llevo
de una mano,
a otra,
cual rubia colección de figuritas
de estrellas
del cinema.