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- Por: helagone

Por Manuel de J. Jiménez
La reforma política de la Ciudad de México, que ha sido propuesta desde varios lustros en la tribuna y la academia, se materializa finalmente este año. Ante la imposibilidad de promulgar una nueva Constitución nacional, cuestión que hubiese sido apoteósica en su aniversario 100, los ánimos fetichistas de juristas y politólogos deberán conformarse con el proceso constituyente del que nacerá la Constitución Política de la Ciudad de México. El Estatuto de Gobierno del Distrito Federal, chocante ley fundamental, pasará a los anales de la historia jurídico-política y por primera vez los capitalinos elaborarán, a partir de un congreso constituyente, una visión política propia.
Aunque una lectura superficial de la reforma termina mirando únicamente un ajuste nominativo, asunto que es cierto hasta ahora en lo que toca al Congreso de la Ciudad de México y el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, el tema de la Constitución es sui generis y se convertirá en una oportunidad de refundación del poder y la gobernanza. Platicando con el profesor Rafael Caballero, advertíamos que históricamente los congresos o asambleas constituyentes dimanan de la transformación de la voluntad popular en institución, la mayoría de las veces con el background de una lucha armada, revolución civil o independencia. Pero, ¿qué es lo que pasa en esta situación? La asamblea que estará integrada por 100 diputados constituyentes no nacerá exclusivamente de una representación ciudadana, pues habrá 40 determinados por las autoridades estatales (14 del Senado, 14 de la Cámara de Diputados, 6 del presidente de la República y 6 del Jefe de Gobierno del DF). Este asunto, considerando los mecanismos de legitimación y proporciones que tensionan la soberanía entre ciudadanos y gobierno, genera entre los especialistas posturas encontradas.
Pero más allá de esto, surgen otros cuestiones problemáticas desde el punto de vista de la democracia formal. Una de ellas es la calidad con las que aparecerán los candidatos para ocupar los 60 curules históricos. Desde ya todo político versado pretenderá galardonarse como un legislador constituyente. Por ejemplo, si hipotéticamente Beatriz Paredes buscara un asiento; el ciudadano que votará ese primer domingo de junio del 2016 lo hará por la ciudadana Beatriz Paredes o por la candidata del PRI a diputado constituyente Beatriz Paredes. Es decir, ¿se necesitará un partido político como plataforma, se instrumentalizarán procedimientos para candidaturas independientes o se establecerán coaliciones políticas entre partidos políticos y sociedad civil? Una vez integrada la asamblea constituyente, la problemática circulará hacia los puntos de discusión y debate. El contenido, la redacción de los artículos, supone el establecimiento de nuevos derechos y la formación orgánica de la estructura estatal de la Ciudad de México. Al fijar un marco normativo, se alterará el estatus quo del modo de hacer política en la Ciudad. De este modo, la Constitución puede establecer mecanismos más eficaces y directos de participación ciudadana en el gobierno, una vez derogada la figura de la delegación política, o establecer referéndum para la permanencia del ejecutivo local. Los diseños y posibilidades son ilimitados. Por otro lado, desde el catálogo de derechos fundamentales, el Constituyente podría imaginar derechos de avanzada: sociales, culturales, económicos, etcétera. La Constitución de la Ciudad de México, si existe voluntad política, podría convertirse en un modelo nacional que contagie a las legislaturas locales.
Además de esto, la reforma sugiere repercusiones culturales que modifican las circunstancias biopolíticas de los capitalinos. Una repercusión lingüística es sobre el gentilicio de los habitantes y nacidos en la Ciudad de México. Surge aquí el uso del chilango, que resume cómodamente la cosmovisión de quien hace de la ciudad su pecera y universo. Al demolerse el nombre y el imaginario del Distrito Federal, el defeño se pierde entre las imágenes de un poema de Efraín Huerta. ¿Qué seremos ahora? ¿Ciudadmexiquenses o mexiqueños? Habrá que repensarnos.
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