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#TerraIncógnita. Los 10 momentos más DADOS del Carnaval de Bahidorá

- Por: helagone

Por elAle de la Portales
@elAleGuarrero
Fotos: SteveS
Tras pasar un par de días de rehabilitación, poco a poco me van cayendo los veintes de lo que sucedió el fin de semana pasado en las Estacas, Morelos. La más reciente edición del Carnaval de Bahidorá, fue una experiencia intensa que exigió mucho de nuestro ya deteriorado físico por la edad y las drogas.
INMAMABLE y la hora DADA se dieron a la tarea de cubrir este enorme evento, perdiéndose en la inmensidad de la #TerraIncógnita y recopilando las diversas experiencias que su gran asistencia reuniría durante los dos días que duró el festival. Por eso y porque sería bastante tedioso reseñar cada uno de los shows y situaciones fritas que presenciamos, ahí les van los 10 momentos más DADOS del Carnaval de Bahidorá 2016, directamente recogidos desde las vivencias de los cuates y valedoras que nos encontramos en esta aventura.
1. El vato que se mamó su botella de tequila en la entrada.
Así es banda, ya sabemos que está prohibido ingresar bebidas a, prácticamente, cualquier festival o concierto, sin embargo siempre habrá emprendedores y valientes aventurerxs que se quieran rifar entuzándose un buen pomo en donde su sacralidad evite que sea descubierto por las fuerzas oscuras de la ley y el orden. Lamentablemente este carnal no la aplicó tan chido y le cacharon su tella de tequila, la cual obviamente, si dejaba en manos de la seguridad, sería difícil que la volviera a ver; por lo que en un gesto desesperado, la abrió frente a los ojos de todos y le pegó tremendo tragote con el que desquitó el precio y se puso hasta la madre en los primeros minutos del festival.
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2. Valer verga desde el principio de la fiesta, es lo de hoy.
¿Quién sabe qué chingados tenemos en la cabeza?, entiendo que el espíritu de la juventud sea reacio a desprenderse de nuestra manera de ser y que no encontremos sentido a estar sobrio en una fiesta, pero acabar tirado recargado en el frío poste de una portería, es escena propia de las horas más necias de la madrugada y no de los primeros momentos de un reven. La neta no juzgo, que cada quien haga lo que le de la gana, nomás no se mamen todas sus cartas desde el principio, que la prudencia es virtud de seres cabales. El pobre chico que acabó recargado en el poste de la portería ni se enteró cuando una bella muchacha se apiadó de él y le fue a dejar una botellita de agua al lado, pa’ que se alivianara… sin duda alguna, el gesto más humano que vi en todo el festival.
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3. La Banda Bastön y sus alegorías a Girondo y el príncipe del rap.
Así es, las actividades en el escenario principal se inauguraban con esta banda rapera que puso a todos a bailar. La puntada salió cuando comenzaron a tocar el tema introductorio de aquella serie noventera que nos vio crecer… muy cábula la neta, le dio el toque DADO a su show así como cuando recitaron aquel viejo y conocido poema de Oliverio Girondo: “Espantapájaros” que fuera inmortalizado en la cinta “El lado oscuro del corazón” (“me importa un pito que las mujeres…” la neta me caga ese poema pero pues qué decir). Sin duda, uno de los momentos más forevers del festival.
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4. La quemadota que me di con Sotomayor en el asoleadero.
A pesar de que se empalmaban con una de las presentaciones que también me llamaban la atención (BadBadNotGood), decidí ir a apoyar a los amigos en esta especial presentación. A mi gusto, el asoleadero fue el mejor escenario del festival, ya que conjugaba perfectamente la experiencia de un evento musical del tamaño del Carnaval de Bahidorá, con la exuberante naturaleza de Las Estacas. El stage, dispuesto del otro lado del río, invitaba a la audiencia a disfrutar del show desde las frescas aguas de la rivera. Sumergirme y chapotear mientras escuchaba “Selva” fue un suceso increíble, sentir las bajas frecuencias difuminarse por el medio acuático era algo que nunca había sentido y que significó una experiencia corpórea que sólo la quemadota que me di pudo competir con.
A pesar de que se notaban un tanto nerviosos antes de comenzar el show, no fue hasta que la voz de Paulina cimbró el entorno acompañada de los potentes beats que lanzaba Raúl junto con el bajeo macizo del buen Topo; Edi y Octavio se encargarían de aderezar la música con sus notas en el acordeón, la jarana, guitarra y teclados. Bien por estos carnales que andan pegando duro sin perder el suelo pues es chido escuchar los comentarios del público al respecto de la banda: “son muy buenos”, “amo esa canción”, “me encanta la voz de Pau” y hasta “te recomiendo mucho esta banda, escúchala” me hicieron esbozar una sonrisa en la mente.
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5. Dejar las drogas… y no recordar en dónde.
Sin duda mi momento más dado del festival fue cuando quise encontrar la otra mitad del aceite que había reservado para que fuera examinado por los colegas de ESPOLEA (una ONG que había montado un stand donde examinaban las diversas sustancias que la gente llevaba, con el fin de corroborar su calidad y así, evitar daños reduciendo riesgos… la neta, muy chida iniciativa) sin poder encontrarlo por ninguna de mis bolsitas del chor… ni pedo, es mejor tomarlo con filosofía, chance me hubiera puesto más loco de lo que me puse y ya no habría podido recordar nada de lo que hemos hablado en esta nota. Por eso, siempre es bueno no escatimar y darse las dosis completas en el momento en el que te nazca pues, después, puede ser demasiado tarde. En fin, ojalá alguien la haya encontrado y se haya puesto chido.
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6. Sonido Gallo Negro: Cuando en la banda hay más hueso que carne.
Si bien fue un show promedio en el que se rifaron como siempre, interpretando su repertorio cumbianchero cargado de fuertes dosis de chicha peruana, cumbia andina y psicodélicos theremins; me encontré a mi valedor de Radio UNAM el Apache O’Raspi un tanto sacado de pedo. Me dijo que había escuchado a la banda muy escueta y que se notaba que el hueso ya pesaba más sobre la grasita, términos muy dados que sólo podrían ser mencionados por un personaje de la talla del Apache pero que, sin duda, compartí con él. El Sonido Gallo Negro es una banda que ya nos enseñó de que va y que lamentablemente no creemos que entregue algo más novedoso a lo que ya nos tiene acostumbrados, preponderando las ganancias económicas a la propuesta musical: El hueso a la grasa.
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7. El freak con Antibalas.
Una de las bandas más esperadas por muchos, significaba lo más cercano que estaríamos a un show de Fela Kuti. Compuesta por excelentes músicos en todas las áreas, Antibalas ofreció un espectáculo enérgico en donde varias veces se propuso interactuar con el público de Bahidorá, el cual, a mi gusto, no respondió como la banda esperaba. Claro que no me encontraba hasta adelante del escenario para empaparme con el ambiente que ahí reinaba y el cual, sí parecía estar fuera de control. Dado que andaba en el subidón del ajo, mi mente paranoica comenzó a elucubrar situaciones incómodas para el público y los artistas, me metí en un viaje en donde sentí que los músicos estaban incómodos por la vaga respuesta del público, sin embargo, baile y disfrute de su sonido afrobeat aunque muy en mis adentros pensaba que les faltaba volumen y que el ingeniero de audio que operaba la sala anduvo comiendo camote en algunos de los episodios álgidos de la presentación (el sólo del tecladista y el solo del sax alto sólo pudieron ser percibidos por quienes estaban clavados en la música y ligados con la situación). Ni pedo, aún así fue un gran show que contó con varios encores, el primero, después de que la banda abandonó el escenario, un percusionista apareció de entre las sombras para rifarse un solo de 10 endemoniados minutos donde castigó el cuero de las congas de múltiples maneras y en ritmos variados, demostrando su gran calidad de ejecución y recordándome al instante aquellas épocas pasadas donde solíamos armar la batucada jipi en la casa de verano del amigo en Ticumán.
Afortunadamente fue una sensación que sólo sentí yo, ya que al preguntarle a algunos amigos con respecto del supuesto mal entendido que hubo entre la banda y el público, todos acertaron en responderme con un “fue tu viaje, pinche frito“.
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8. “¡Hazme un hijo Adeline Michèle!”.
Sin duda alguna el mejor show del Carnaval de Bahidorá 2016 se lo llevó Escort, banda neoyorquina oriunda de Brooklyn (como Antibalas) que inundó con su sonido nu-disco, funktronico y house, el escenario principal de la #TerraIncógnita.
Medio agüitado por la sustancia y en un claro momento de bajón (pues Rhye y The Internet no lograron más que deprimirme) subió al escenario una nutrida banda de músicos de donde sobresalía la sensual figura de su vocalista Adeline Michèle, una mulata de crespos cabellos enfundada en un sexy leotardo blanco con un dorado collar que me recordaba a la diosa del Nilo, Nefertiti. Su impactante voz que alcanzaba varios registros inmediatamente cautivó al público, al tiempo que nos cachondeaba con sus deliciosos movimientos de cadera y exóticos bailes, llegando a seducir a propios y extraños con su porte y la manera de desenvolverse sobre el escenario. No lo dudé e intenté llegar lo más cerca a ella para fanearla de la manera más obvia y entregada, no lo logré pues había un chingo de gente que me detenía en un lugar que no estaba ni muy cerca ni muy lejos. Ahí escuché sin fin de comentarios favorables que iban desde un “nomames qué pedo con esa morra, está muy cabrona” hasta “güey, la neta soy bien puto pero a ella sí le daba con todo y arriba del escenario”… en fin, simplemente una sorpresa muy agradable que, corroborando con la gente al final del festival, fue sin duda el show que más gustó de esta edición. ¡Tópenlo!.
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9. D.R.U.G.S. no drugs.
A veces la vida te presenta situaciones inverosímiles que con el paso del tiempo se convierten en anécdotas con las que todo el mundo se la pasa bien, riendo y recordando.
Mientras orinaba en el oscuro y lúgubre canto de un sanirent, una melodía electrosa deletreaba una palabra que resonaba en la mente de más de uno: “D.R.U.G.S… no DRUGS” (creo que correspondía al set de Konstantin o Âme, aunque no lo puedo corroborar), parecía un chiste que eso sonara justo en el momento en el que más banda estaba hasta el dedo. Salí del horrible baño para encontrarme con unos vatos de seguridad que andaban torciendo a una chamaquiza que yacía sentada sobre el césped, parecía que los estaban basculeando, revisaban sus bolsas, carteras y mochilas recogiéndoles todo aquello que parecía sustancias prohibidas… en fin, les confiscaron su preciada droga y les pusieron una cagotiza de fuerte carga moral… por otro lado, a escasos metros, unos pachequines terminaban de apretar un porro y se lo encendían con singular alegría, aderezando el momento como una situación surreal que sólo puede ocurrir en la #TerraIncógnita del Carnaval de Bahidorá. Por eso chavos, siempre al tiro, ¡18!, ¡18!.
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10. Las tres horas del set de Quantic.
El último punto de esta frita recopilación se lo lleva sin duda, el inglés más colombiano del mundo que, con su extenso set, recorrió parajes sonoros que abarcaban desde profundos estudios etnomusicólogos hasta ponchados beats house. He de mencionar que mi experiencia cuántica fue aderezada por la buena compañía del crew de Sotomayor, quienes (además de picharse unas cuantas chelas) hicieron gala de sus conocimientos musicales, ayudándome a reconocer algunos de los temas originales que el buen William mixeaba magistralmente desde el escenario del asoleadero. Sin duda, uno de los shows que más me gustaron y que más esperaba. La gente disfrutaba del espectáculo desde todos los rincones, apoyando y reconociendo los temas propios y ajenos que Holland proponía.
Lástima que no se aprovechó la oportunidad de tener a este maestro en el festival para hacerlo dobletear como en otros grandes eventos que se organizan alrededor del mundo, donde es común ver diversos shows de los diferentes proyectos que los dj’s suelen tener, habría sido muy chingón ver a The Quantic Soul Orchestra justo después de Antibalas, chance eso me habría apartado del mal viaje por el que pasé en las horas subsecuentes… en fin, ya será.
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Pues así cerramos una aventura más, quemados, mal dormidos pero bien bailados, auguramos larga vida a este festival que se va colocando dentro de los más chidos y variados del mundo entero. Aunque también es justo decir, que esa moda de cobrar la botellita de agua en $30 debe desaparecer por el bien de la gente que apoya este tipo de eventos, donde lo más afectado termina siendo nuestra endeble cartera. Nada les cuesta poner garrafones de agua al alcance del público y así evitar que la gente se deshidrate tras las largas jornadas de droga y fiesta, bajo el sol y en la profundidad de la madrugada.
Esperamos pues, la siguiente edición del Carnaval de Bahidorá, satisfechos y expectantes por descubrir su cartel, el cual siempre ofrece alternativas para los diversos gustos que convergen en él, así como una infinidad de actividades recreativas que aprovechan muy bien el paradisíaco terreno de Las Estacas. ¡Aplausos para la producción, que se rifó cabronamente organizando el evento y haciéndonos pasar una experiencia que no olvidaremos nunca!
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