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#LadoB: Son, Rock y Jazz. La Nueva columna de Alain Derbez

- Por: helagone

Por Alain Derbez
@Alain_Derbez
Echemos el ojo, para abrir boca, a tres opciones distintas, realidades más que novedades en México desde el son, el rock y el jazz, que muy probablemente ni te habías olido, para poner la oreja, tocar y degustar:
I) A puro oído: Alec Dempster (2004)
A pesar de los esquizofrénicos vaivenes que siete días de parte de la institución veracruzana se decantan por apoyar con caros fuegos de artificio a jarochos transgénicos (ya en París ya en China ya en el puerto o el Distrito Federal) y siete noches, armada con su gotero de dádivas, por regatear apoyo al son jarocho, existen, ahí, al margen, las personas, los individuos de labor no callada sino sonora y evidente, cierta, no estridente: consistente, persistente, discreta con la discreción de quien evita la palabrería presentando las pruebas.
A pesar de que la cultura de la franquicia, la franquicia de la cultura y la parquetematización son los únicos dinamos que hacen menear por decreto a la bostezante burocracia sexenal que- intersticios de la economía política, la política económica- solo sabe responder “sí licenciado”, “sí señor empresario” a uno y “no hay recursos ¡cómo crees!” A los demás, existen los creativos que ven, indagan, miran, dan cuenta y apoyan a los creadores con su diversidad desde el asombro, y en lugar de pasmarse, trabajan para contagiar lo que han mirado sin por ello autoerigirse salvadores ávidos de loa.
Por fortuna nombres puedo dar y uno en particular me convoca. Venido desde muy al norte hasta los Tuxtlas, siguiendo su destino como si hubiera oído a Martín Cóyol (“yo soy aquel cantador que de lejas tierras vengo, no crean que soy hablador lo que digo lo sostengo, ando en busca de un amor que en tierras calientes tengo”) muchos años antes de grabar su voz, antes de encontrarse con él en un camión de segunda en Tapalapa, me hallo con el mexicano-canadiense Alec Dempster por lo que me hace hallar “a puro oído”, mirar “a puro oído”, reencontrar “a puro oído”. Esto hay, dice, y esto pesa y esto permanece, “tan antiguo como el tiempo” a pesar de todos los pesares.
Dempster, hijo de francesa e inglés, músico y artista plástico que radica en Toronto, trata y retrata, graba y hace grabados, rinde testimonio como quien agradece y agradece porque valora, valida, revalida, revalora. De ello me doy cuenta- nos damos- con ojos y a puro oído, oyendo el son que otros tocan y que aprendió a tocar como quien aprendió a cantar la lotería con su propia baraja dibujada compartiéndola para jugarnos la suerte en colectivo.
Alain
Decía pues: me convoca un creador a hablar de su creación, creativo recuento de creadores: aquellos ponen el son y éste le da eco con naturalidad, sin ceremonia. En lo personal vuelven personajes que en mi vida habían estado como parte de una época de magia, viaje y de fandangos. Miro a Juan Zapata y recuerdo a Isaac Quezadas en los años que animado por ese respetabilísimo indagador infatigable que es Francisco García Ranz, recorría con él en un Volkswagen sotavento en carretera y brecha. Eran los días en que platicaba largamente con Arcadio Hidalgo y con el Güero Vega y eran los días de charlas y fandangos y de ellos desordenadamente daba noticia en radio y en periódicos. Años de intensidad y de disfrute en que no aprendí a tocar jarana como hubiera querido pero algo averigüé de los secretos del torito y su tiempo y si no incorporé mi zapateo a la tarima sí quise arrimar mi saxofón a la Morena y el Buscapiés y mi roto corazón a la Indita y La Guanábana. Y este volver lo suscita Dempster, lo vuelve a suscitar, lo ha suscitado. Nada de esto no estaba, es uno el que se evade, el que se va, el que se quita. Alec no.
Alec llegó, miró, oyó, grabó, aprendió y comparte lo que otros le comparten. Así nomás. Sencillo. Contundente, sin afán alguno de dar lecciones pero a ver si ya aprendemos la lección (y a qué sugiero al lector escucha acercarse a las palabras escritas por Dempster, como quien no quiere la cosa, después de créditos y en letras chicas, en la última hoja del cuaderno del compacto).
Hoy juego lotería y escucho cómo queda el verso y hoy miro los grabados y escucho lo grabado a puro oído. Ahí está el son jarocho. A pesar del dañino vértigo de la ostionería y de la más dañina industria del entretenimiento hermanando a Irlanda con Tajín, a Donceles con el Tec regiomontano, al malecón con el Teatro xalapeño del Estado, hay otras cosas, las mismas, aquéllas, éstas. Globalizadores del mundo, permítanme y les digo: vale ver, vale oír, vale que nada nos cuesta.

2) Tarjeta de visita: Kybalión (2013)
Hace siglos la tarjeta de visita anticipaba el arribo de sus dueños a cierta casa. El posible anfitrión estaba entonces avisado para tomar sus prevenciones. Con el tiempo aquellas herramientas de la etiqueta devinieron tarjeta de presentación: “Éste soy yo y estos mis datos para localizarme”. Pienso en todo esto al escuchar la música del disco que aquí está: los compactos hoy son a la vez tarjeta de visita y de presentación: “Éste soy yo, así sueno…¿Es que puedo pasar? ¿Quieres ser, por ventura, mi efímero anfitrión”…
Pienso también, amante de la alquimia como soy, en el nombre del grupo que me ocupa: Kybalión. ¿Por qué un grupo de jazz del XXI mexicano se remite con afán de bautismo al antiguo documento que resume del hermetismo los principios? Lo pregunto a Andrés Lores, bajista y fundador, con Miguel Castañeda, baterista de este cuarteto, y me cita los 7 principios que del libro son aplicables al lenguaje musical: mentalismo, vibración, polaridad, género, causa y efecto, ritmo y correspondencia. Sigo escuchando no sin recordar que en el jazz mexicano hubo otra agrupación que en la alquimia encontró nombre : el trío Athanor del guitarrista Cristóbal López. Había allá la misma dotación instrumental con, igualmente, exacta batería y certero bajo eléctrico manejados con magisterio por dos músicos que tienen clara conciencia de lo que el tiempo es. Allá eran Fernando Toussaint y Rodrigo Castelán, acá Castañeda y Lores. La guitarra presente está también en Kybalión y eso es lo que está: presente, justa. Al caballero Manuel Viterbo que de nacencia tiene la mesura no se le va la vida en vanos artificios. Estar ahí es eso: estarlo, consolidar la estadía en la concreción. El cuarto convidado a la ceremonia es el sax tenor de Salvador Patiño. Suena, ¡que si suena! En la esfera sonora la dupla Viterbo-Patiño son dos polos opuestos que siguen siendo polos, extremos que se complementan como al fárrago el silencio, a la pulcritud la intensidad y a la contención la libertad.
Sigo en la escucha de los temas compuestos por Manuel, por Andrés Lores. Soy su anfitrión gozoso.
“Esto somos nosotros y ésta, tras una década de ser idea, deseo, trabajo, nuestra tarjeta de primera visita y de presentación. Suena a hoy esto que suena hoy”.
El tapete de Bienvenidos dice lo que quiere decir a Kybalión. “Ésta es su casa”.

3) La música a otra parte: Aguamala (2015)
Dos frases me llaman la atención: “irse con la música a otra parte” y “llevar la música por dentro”. Una tercera también: “Es que es bien música”.
Pienso en estos tres asertos cuando la mida me permite el reencuentro con Fernando Toussaint. Este nuevo hallarse lo propicia un disco, un nuevo disco del grupo con nombre de celenterado: Aguamala. Eso que flota ahí en plena blanca espuma, eso que yace apacible en la inocente arena, eso que te hará saber de qué se trata parte de la vida con el mínimo contacto, el simple roce: Aguamala. Estupendo nombre tomado de una falsa medusa para una agrupación de jazz formada en el paraíso de Playa del Carmen en el 2004.
Hace años, muchos (1983), produje un disco de Fernando. El primero como líder y no como parte del grupo Sacbé con sus hermanos. Recuerdo que había ahí una composición suya llamada Anfioxus, un lejano pariente, diría Darwin, al que le falta, en tanto que protocordado, algo que lo mantenga firme… Todo esto, pienso, es un vaivén de ideas, que por un elemento compartido se sostiene, un conjunto de islas que entiende que archipiélago es eso unido y no separado por un elemento en común. Pues sí, en eso se van mis consideraciones porque pienso mientras oigo y me muevo con los tímpanos. Fernando que es bien y que es música y que lleva la música por dentro se llevó la música a otra parte, a un edén quintanarroense. Lo sigue haciendo. Esto es, no su música, sino la música que a su alrededor es generada de plácida manera gracias a un catalizador que es él, lo sigue siendo. Es la vieja tarea de dar sostén, columna percutida, esqueleto a la utopía. Aguamala que es un conjunto de 3 de componentes que componen en conjunto: Enrique Pat, teclados; Bernardo Ron, guitarra y Fernando batería, piezas como Papantla tus hijos vuelan, Las cabañas de Genaro (a los comandantes vivos), Cometa o El rezo.
Aguamala. Vengan, dice… Acérquense, invita. Toquen, convida. De esto se trata la vida entre el jazz y el rock y las arenas blancas. Nada de falso hay, todo lo que se escucha es real. Grata, agradeciblemente. Esto sigue jazz mediante. Seguirá…