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#Monorriel. The Simpsons 4×17: Cantando sin lavadoras

- Por: helagone

por Christopher Nilton Arredondo
@niltopher
De niño me llamaban la atención los movimientos exagerados del Sr. Burns luego de desatar su “terrible venganza” contra Springfield durante una huelga de trabajadores en su planta nuclear. Años más tarde comprendí que esa secuencia es un homenaje a la animación de 1966, How The Grinch Stole Christmas, inspirada en el libro homónimo del Dr. Seuss.
“Cantan sin lavadoras. Cantan sin licuadoras. Cantan sin batidoras, sin televisores, sin secadoras”, dice Burns incrédulo antes de admitir su derrota frente al líder sindical en turno, Homero Simpson.
El guion de “The Last Exit to Springfield”, si bien nos hace reír a chorros, también deja la crítica en un punto neutro y sin compromisos: los patrones son crueles, pero los sindicatos son corruptos. En medio, el único motor decente es la búsqueda del bienestar individual; Simpson llega al frente del sindicato cuando, para comprar los frenos de su hija, necesita el plan dental que Burns pretende arrebatarle. “¿Cuánto se gana en esto?” pregunta el interesado Simpson cuando lo nombran presidente del sindicato, “Sólo si eres deshonesto” dice Carl y Homero lo celebra con su célebre “woo-hoo!”

Sin embargo, la clave de la victoria obrera está, curiosamente, en el homenaje al señorón de la cultura pre-escolar. Burns cree haber despojado a sus rivales de algo que les hace falta; cree que los tiene maniatados con la energía eléctrica. En la vida real, este supuesto muy probablemente sea verdad: necesitamos de los aparatos eléctricos para desempeñar nuestras funciones diarias tal como las conocemos; quienes para su trabajo requieren una conexión a internet, un apagón es tiempo perdido, retrasos, menos clientes, menos producción, menos ganancias.
Pero los ingenuos empleados de la planta nuclear no se dieron cuenta que habían trascendido esa condición. “So we’ll march day and night/ by the big cooling tower/ They have the plant/ But we have the power”. Con esta canción, Lisa Simpson reúne a los compañeros de trabajo de su padre en un círculo, ya no de resistencia sino de ofensiva. Burns les ha disparado todo su arsenal y ahora no le queda más que doblar las manos.

El episodio debe, por otra parte, regresar a la serie a su status quo (¡qué lejana se ve esa cuarta temporada ahora!) y Homero debe renunciar a la presidencia del sindicato, no sin antes procurarle a Lisa los frenos invisibles que tanto quería y necesitaba. En esa negociación, Burns suelta una frase terrible por inquietante: “Empiezo a pensar que Homero Simpson no era el brillante político que yo creía”. Cierto, Simpson es un negligente padre de familia y un empleado poco destacado, lo que menos quiere es seguir llevando la responsabilidad del sindicato… Pero ¿y si Simpson sí hubiera sido ese “brillante político” que Burns temía?
Y nosotros, ¿qué hemos aprendido, Charlie Brown? Bueno, tal vez los que, por X o Y, hemos sido llamados a la lucha desde el fondo del corazón, debemos empezar a preguntarnos si para cantar necesitamos lavadoras, licuadoras y televisores… si para cantar necesitamos a Televisa y a la Coca-Cola, si necesitamos a la PGR y a la Bimbo, si necesitamos al patriarcado, si necesitamos a los partidos políticos, si necesitamos a la SEP, a Telmex, al presidente mismo.
Si el Grinch una noche nos robara nuestra democracia, nuestro INE, nuestro Servicio Profesional Docente, nuestra CFE, ¿dejaríamos de cantar?