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3 Standuperos en Netfilx: O'Farrill, Niño de Rivera y Ballarta. ¿Es este el humor mexicano?

- Por: helagone

por Óscar Muciño
@opmucino
Gif de Julián Cicero
@pizzafrianofm
Carlos Bousoño en su Teoría de la expresión poética dedica un capítulo para explicar que comicidad y poesía son fenómenos que se comportan de manera análoga. Bousoño parte del argumento de que ambas se sirven de sustituciones para transmitir el conocimiento de una realidad anímica. La comicidad y la poesía utilizan los mismos recursos estilísticos pero difieren en la esencia de la realidad anímica que intentan transmitir. Mientras la poesía busca la adhesión a un valor, la comicidad intenta poner en pausa ese valor y desvincularnos de él.
Esta vinculación no parece desatinada y es vieja, uno encuentra en la teoría humoral que para Hipócrates, o el corpus de textos que se le atribuyen, poesía y comedia también aparecían vinculadas, ambas eran manifestaciones producidas por la bilis negra, humor de temperatura fácilmente cambiante, y relacionado con la melancolía y con las enfermedades del “espíritu”. Estas últimas eran asociadas al ejercicio artístico, el creador poseía a la bilis negra como regente de sus humores. Y es que poetas y cómicos son creadores que no hablan al pensamiento sino a las emociones, ambos escarban en lo patético. Y para conseguir hablarles a las emociones utilizan un extrañamiento en la lengua generado mediante la metáfora (el chiste en su sentido más sintético es una metáfora) y los recursos retóricos.
Incluso uno podría comparar las expectativas y actitudes entre los espectáculos de comedia y las lecturas de poesía. El público llega con distintas pretensiones y su forma de actuar en cada evento es diametralmente opuesta, sin embargo ambas coinciden en un punto: la audiencia va a escuchar un discurso del que espera recibir una repercusión en su ánimo. El discurso cómico está pensado para que la audiencia ría, se divierta, no guarda silencio, está en un plano mental que lo hace sabedor de que lo que ahí ocurre no debe tomarse en serio, son “bromas”; no se le presentará un discurso al cual adherirse, sino al contrario el discurso es para que ponga en pausa sus valores y disfrute de los desatinos que se le ofrecen.
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Para el psicoanalista argentino Marcos Victoria, en lo cómico no existe un juicio negativo sino la consideración en un plano mental “no serio” de un objeto, situación, rasgo de personalidad, de cualquier situación vital. Si este juicio cómico llega a ofendernos es porque no podemos desprendernos de la adhesión del valor otorgado a lo de lo que se burla o habla el chiste.
Siguiendo con la idea de entretenimiento, el stand-up es un género que entre sus antecedentes tiene haber surgido de los monólogos que realizaban los presentadores para mantener entretenida a la audiencia entre acto y acto en el centro nocturno. El humor está en su totalidad supeditada por su contexto temporal, la poesía también pero en menor medida.
Hay una tradición cultural cómica y poética en cada continente, en cada país, en cada región, en cada ciudad, en cada casa, en cada familia, en cada grupo de amigos y en cada uno de nosotros. La comicidad para alcanzar su cometido en muchas ocasiones debe apelar a un discurso que abarque mayor parte de esa tradición, para ello recurre a estereotipos y generalizaciones.
El humor mexicano tiene una tradición de estereotipos y tópicos humorísticos, desde el teatro de carpa, el cine de los cómicos clásicos, la comicidad alburera y sexual del cine de ficheras, los programas de Televisa, las tiras cómicas, los cartonistas, los actos de cuenta chistes y el monólogo cómico han echado mano de ellos de distintas formas. Y es que esos tópicos y generalizaciones son comunes a cualquier región, como el tonto del pueblo, lo que cambia en ellos son sus referentes, los elementos a los que se alude para que los receptores se sientan repercutidos anímicamente y sean movidos a reírse. Siguiendo a Marcos Victoria, hay una elección en la forma de mostrar un contenido desde un plano mental, y el plano cómico no es la excepción.
El ejercicio que propone este texto consiste en mirar las tradiciones, tópicos y recursos estilísticos a los que recurren los tres cómicos mexicanos que tienen un show individual de stand-up en Netflix: Sofía Niño de Rivera, Ricardo O’Farrill y Carlos Ballarta; esto con la idea de que son las muestras de un monólogo cómico que no sólo tiene cabida en una plataforma que comienza a acaparar el entretenimiento, sino que resulta accesible a otros países no sólo de habla hispana, pues se encuentran traducidos al inglés.

Ricardo O’Farrill

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Sobre la rutina de Ricardo O’Farrill planea la sombra de Televisa, partiendo de su apellido, uno de las primeros referentes que recuerda el verlo es Adal Ramones, desde su discurso hasta sus gesticulaciones. Otro aspecto es el que señala Fausto Ponce en su reseña del show para el periódico El Economista, Ricardo es un buen observador del cotidiano, no es un advenedizo, tiene presencia en el escenario pero su rutina no llena una hora y media, bien podría caber en 45 minutos la duración, la rutina de Ricardo no acaba de cuajar en la hora y media.
Richie, quien se anuncia como genial, inicia su rutina con una referencia corporal: el llanto; contenerlo, las inflexiones que uno hace para ello de niño, el llanto de las mujeres. Una constante en su rutina sobre el tema corporal será burlarse de los gordos, como aclarábamos aquí el problema no es el juicio negativo, sino la falta de contexto, aparecen como chistes que bien podrían evitarse pues no aportan al monólogo.
En lo cotidiano, Ricardo integra a su discurso a tías, borrachos, amigos que duermen en viajes en carretera, viajes en avión, peleas de parejas. Regularmente la posición es pendejearlos y festejarse por ello. A las tías las imagina en una pelea de rap con rimas, es un decir, inspiradas en remedios contra la gripe. Los borrachos son aquellos que acuden a antros y que cada canción les recuerda una aventura cuyo recuerdo secunda Cury, otro borracho.
Ricardo tiene observaciones acertadas que se ven perjudicadas por sus exageraciones o porque el chiste se alarga llevándolo a zonas innecesarias. Distingue bien que el mexicano insulta unicamente cuando está fuera de peligro, cuando aquel al que insulta ya no puede hacerle nada. O aquella mirada incómoda que se cruza entre el que está en su carro y el que está de pie en el microbús. El remate en este último es que el que va en el carro se sabe en mejor posición que el tipo del microbús. O la mención que una forma de saber que una chica está borracha es porque dice demasiadas groserías.
O cuando habla de los viajes en aviones y se pregunta por qué se anuncian a los pilotos como si fueran súper estrellas. Inclusive en este gag, cuando menciona las lanchas salvavidas, aparece un recuento de los personajes que ha delineado a lo largo de su rutina.
Termina su rutina aconsejando que si llegamos a encontrarnos a un “chaka” en nuestro camino, no hay que cambiar de banqueta ni responder a los insultos sino hablar como gangoso loco para espantarlos. Si la rutina de Ricardo no termina de convencer, se lo atribuyo a su duración y a su constante afición por autofestejarse y alargar sus chiste.

Sofía Niño de Rivera

Sofiìa

Hace tiempo tuve la oportunidad de presenciar la actuación en vivo de Sofía, en esa ocasión su acto no fue de mi agrado, en cambio en este video mi percepción varió. La primera vez me pareció que Sofía se colocaba en una barrera que la hacía inmune a ser objeto de burlas, aquí desde el título anuncia que estará expuesta, aunque hay que decirlo, tampoco es que lo haga en demasía.

Este show, grabado en el escenario del Teatro Degollado en Guadalajara, inicia con un segmento dedicado a Chihuahua, tierra de donde es originaria su mamá y razón por la cual, nos dice, tiene un cerebro pendejo que la asalta a momentos (de aquí ha surgido su personaje Sofía Chihuahua). Realiza otros chistes sobre Chihuahua, la gente tiene como diversión salir a dar la vuelta, cuando dicen una palabra que no se entiende la dicen más fuerte.

Esta parte de su rutina le ha granjeado el odio y repudio de muchos habitantes de la ciudad mencionada, que le han dejado mensajes nada halagueños en sus redes sociales: “Deberías visitarnos acá en Chihuahua para ir a decirte ahí en tu cara la escoria de persona que eres, porque al parecer nadie te lo ha dicho. Da por hecho que el día que lo hagas, todos los chihuahuenses tendremos algo que decirte”.

Uno de los mejores recursos de Sofía es el cuerpo, tanto por cómo lo ocupa como por las alusiones que hace a él. Durante su acto enseña lo difícil que es orinar para las mujeres, a mitad de su clase de Yoga aprieta el ano y nos invita a hacerlo, pues nadie se dará cuenta que lo tenemos apretado; pierde la virginidad, siente un orgasmo de su hermano, visita el ginecólogo; todas estas situaciones vienen acompañadas de gesticulaciones e imitaciones sumamente risibles. Estos momentos son en los que la comicidad de Sofía me parece alcanza sus puntos más altos pues en ellos la comediante “se expone”, o por lo menos no tiene miedo en recrear situaciones “comprometedoras” o escatológicas.

Otro recurso que utiliza Sofía es la digresión, por ejemplo, cuando la comediante habla sobre su duda acerca del funcionamiento del Shazam, esta duda le da pie para entrar a una disertación sobre su paulatina transformación a señora y los clichés asociados a esa “condición”. Su show concluye con una reflexión acerca de lo difícil que es explicar México a alguien foráneo, pues es un país de costumbres incompresnibles como poner bolsas de agua para espantar moscas.

Sofía en este show muestra que es una comediante llena de recursos histriónicos, no es gratuita su participación en la serie Club de cuervos, posiblemente a muchos pueda repelerlos el tono de algunos de sus chistes, sobre todo si se es originario de Chihuahua, pero si el espectador logra poner en pausa sus valores encontrará un acto que le arrancará varias risas.

Carlos Ballarta

Ballarta

Carlos Ballarta, con su pelo largo y sus lentes oscuros, ha ido posicionandose como uno de los comediantes más descollantes. Por la parsimonia de su acto en el que ocurren pocos aspavientos y cuya gracia recae no sólo en las agudas observaciones de Carlos, sino en la elección de las palabras que oscilan entre el discurso de conferencia y el discurso banquetero, o de “barrio”. Sus gags mezclan lo cotidiano con el absurdo.

Ballarta llega con una bebida de pulpa de fruta que lleva su apellido e inicia contando que intentó cometer suicido, arrojándose a las vías del metro, pero hubo un error táctico, lo hizo en la Línea 12, así que cuando pasó el convoy ya se había reconciliado consigo mismo. Cuando uno ve los subtítulos que acompañan este chiste se pregunta qué tan fácil será contextualizarlo en otros países, si es sencillo es muestra que las grandes ciudades comparten dinámicas de vida y referentes similares.

Las disciplinas olímpicas le sirven como excusa para hablar del “carácter nacional”, somos buenos en caminata y boxeo, caminar y madrearse son habilidades necesarias para vivir en el 3er mundo. Y es que México es un país pobre, pero aún así Carlos no se explica cómo en Guadalajara existen mexicanos que para sobrevivir económicamente se hacen pasar por centroamericanos para pedir limosna. Y es que los gringos no sabe lo que es ser pobre, nunca han tenido que echarle arroz al salero para que no se pegue, o nunca les han dado una friega de alcohol para curar una fiebre.

Esta mezcla ejemplifica bien cómo se construye la comicidad de Ballarta, una reflexión sobre una afirmación que es innegable (México es pobre) pero cuya argumentación recae en actitudes absurdas del pueblo mexicano, como sus remedios improvisados. O impreca a Dios manifestándole que lo que le pasa no se lo merece porque siempre ha pagado su impuesto predial. O nos hace saber que el amor es como un hueso de durazno que conservamos un chingo de rato en el hocico, al que ya no le queda nada pero uno quiere todavía sacarle jugo.

Ballarta es atinadísimo cuando señala actitudes absurdas del mexicano, pero también conoce los puntos en común que tenemos como país. Si bien la cultura cambia de estado en estado, hay cosas que compartimos, como orinar en una alberca. En las albercas uno puede sumergirse en una sociedad igualitaria. Aunque hay algo que sí nos separa, el dilema de la quesadilla que lleva o no queso. Ballarta zanja esta milenaria discusión con un irrefutable argumento, si la mujer que hace las quesadillas dice que pueden llevar queso o no, hay que escucharla, pues desde hace 30 años las elabora, lo que nos hace intuir que seguramente sabe más que “un pendejo que le dice clima al aire acondicionado”.

Si como dice Bergson en su libro La risa, entre más conozcamos los antecedentes de una situación cómica ésta nos dará más risa, así ocurre con Ballarta, uno debe seguir la secuencia de su rutina para poder apreciar más el entretejido de sus gags, porque cuando sus chistes están en su elemento producen un mayor efecto cómico.

El discurso de Ballarta coincide en temáticas con el de O’Farrill y el de Sofía, pero se desmarca de ellos porque su tratamiento está más inclinado a la reflexión absurda y desatinada que a la exageración. Sus digresiones son breves pero contundentes, nunca se detiene largamente en algún tema. O simplemente basta ver el tratamiento que cada uno de estos comediantes da a los filtros que anteceden el ingreso a un avión. A Ballarta hay que verlo, su encanto y comicidad son difíciles de describir.

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En México la tradición de actos cómicos ha sido siempre amplia; mucho de nuestras risas son respuesta a los diferentes tópicos que nos definen como país, como el clasismo, el centralismo, nuestra indagación de lo que creemos es lo “mexicano”; pero también temas cómicos comunes al género humano: los procesos fisiológicos del cuerpo (como orinar o defecar), las diferencias de género. Todo esto no sólo nutre al género del stand up, puede rastrearse en el humor en las “redes sociales”, de cantinas, de fiestas familiares. La comicidad ayuda a traer a la luz temas que regularmente mantenemos en la sombra o que tocamos tibiamente.
Decíamos que lo cómico no es un juicio negativo y que está basado en elecciones. Si en el arte muchas veces es más importante la forma que el fondo, y el stand up, siendo un género cómico, es un género artistico, estos tres comediantes, en las elecciones que tomaron para conformar sus rutinas nos dan una idea de su visión del mundo (por más que pueda argumentarse que sólo es humor). En los dos primeros es difícil dejar de lado sus vínculos a las televisoras “fuertes” (Televisa, TvAzteca), sobre todo en este país que gusta del tráfico de influencias y el amiguismo. Viene a la mente aquella frase: “piensa mal y acertarás”.
De los tres O’Farrill es el que menos comunica, es el comediante por el que uno pregunta a sus conocidos si les gusta para recibir casi siempre una mueca de desaprobación. Es un chico burlón que en todos los que los rodean ve a un pendejo en potencia. Como dijo en algún momento Julián, “para lo que seguro ha viajado y vivido este chico, su discurso es muy pobre”.
Niño de Rivera está en una línea diferente, su acto parece estar alineado a esos chistes de “facebook”, pero con ella hay recursos histriónicos, sabe transportar al público porque sabe ocupar su cuerpo; algo que no sobra pero que podría modificarse es la actitud despectiva hacia la gente que no vive en el D.F., un problema que no es exclusivo de ella sino de toda la población de la ciudad y su zona metropolitana.
Ballarta ataca con pausas y una mirada inquisitiva y disparatada. Eso lo desmarca de la rutina manida, pues posee un discurso que da la vuelta a los tópicos. Por ejemplo, comienza un gag pendejeando a los poblanos, pero eso sólo es un trampolín para hablar sobre los viajes en camión, no se extiende en el “centralismo”. Este re-mirar (tras sus lentes oscuros) la tradición humorística es de mayor alcance que sólo tomar aquellos detalles cotidianos que hacen reír al respetable, ya hay muchas personas y géneros que se abocan a ello, en cambio girar la tuerca podría ensanchar nuestro humor, podría ir cambiando nuestra percepción.
Al terminar estos tres especiales no dudamos que sean los primeros de tantos otros. El Stand Up en México ya es negocio y se agradece la sensibilidad de Netflix para acercarlo más a los referentes extranjeros que a la comicidad de BandaMax. Sin embargo no dejamos de preguntarnos por el Stand Up Mexicano, ¿qué es? ¿A dónde va? ¿Qué busca? Asumiendo comprendido su origen, ¿cuál es su futuro? ¿Su desarrollo natural apunta a la llegada de grandes artistas y críticos sociales, o veremos a más niños mimados e ingeniosos? Aún no lo podemos saber, lo cierto es que el género va ganándose desde hace tiempo el gusto del público que cada vez acude más a los escenarios donde se presentan monólogos cómicos, aunque por ahora su horizonte no deja de ser inquietante, bruto y nebuloso. Suficientemente misterioso como para no perderlo de vista y afrontarlo con la seriedad que merece. Y eso nos proponemos hacer sin concesiones y con #TodoMenosMiedo.