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Drakkar XI: Cosmología

- Por: helagone

por Vikingo Morales @vikingomorales y Diego Vidal-Cruzprieto @vidaleando

Drakkar: una embarcación de casco trincado que data del período comprendido entre los años 700 y 1000. Fue utilizada por los escandinavos, sajones y vikingos.
En NoFM el Drakkar se transforma en un navío sónico que semanalmente zarpará para contar una historia a través de música seleccionada a manera de relieve y la tripulación trazará la cartografía del mar.
La creación misma –El Ginnungagap– no necesita una introducción. Somos testigos de un traslape en lo que algunos llaman ciencia y otros llaman magia; el plasma primigenio proveniente de la carne de Ymir está constituido por partículas que nuestro entendimiento es incapaz de procesar. La materia y el telar donde se manifiesta surgen de una incógnita que jamás será contestada, durante este momento crecen como gemelos ávidos de realidad.
El único modo de comprender al infinito es a través de la nada, es por ello que la fábrica de la realidad surgió de un punto.

La explosión empieza a coagularse. Deviene en una nube de abejas enjauladas, no tienen salida y chocan entre ellas. El prisionero estelar es el aniquilador de secretos: la luz. Ésta se encuentra enfrascada por su incesante inquietud por no permanecer inmóvil y su necesidad por escapar de su prisión. Finalmente, la temperatura comienza a descender brindando claridad al Yggdrasil liberando a la ninfa del alba. Ella nació de un huracán de fuego cruzado y trae un mensaje: la gran era de oscuridad ha terminado.

El enjambre se ha organizado y el momento de construir su colmena ha llegado. El gran árbol cósmico empieza a tender raíces, las cuales están profundamente cimentadas en la fábrica de la realidad a través de los elementos. El enorme herrero Ilmarinen forja los bloques de existencia que han de erigir el templo de nuestros legados: los elementos; valerosos guerreros que han de cuidar los cuatro puntos cardinales del cosmos.

Este violento nacimiento se consuma y empieza a cicatrizar en cuerpos celestes. Las nebulosas pertenecen a los dominios de Freija, la vigorosa madre que con orgullo ha de formar a sus valerosas Valkyrias: las estrellas. Entre ellás tendrá ha lugar un concilio en el cual se reunirán en torno a un hoyo negro supermasivo para congregarse en una galaxia, el mítico batallón celestial.

Era claro que Thor iba a reclamar su lugar en el congreso cósmico; se manifiesta como un pulsar, el dínamo sideral cuyas fauces devoran estrellas y su aliento expulsa truenos. Cada golpe del Mjölnir libera una luz cegadora, es el faro de Asgard que llama a los valerosos al Valhalla.

Los antiguos son los que más tienen tiempo en este universo, su edad les da el gran talento de saber como devorarlo. Un vórtice que se come a sí mismo destruyendo así, cualquier tipo de ilusión; el mensaje es unívoco, si él habrá de partir, todos lo harán con él. Sin embargo, siempre existe ese rayo de esperanza que nos transporta de un plano a otro. Algunos le llaman el Bifrost y su estela habrá de brillar como nunca en esta espiral de fuego.

Yo soy la flama infernal y justamente eso es lo que les brindo: fuego. Traigan al toro, al fénix y la mantícora; yo lo he de consumir todo pues mi testamento es la obliteración. Soy un cadáver prodigioso, soy la única prueba de la existencia divina.
Mi llama será observada en los lugares más recónditos del firmamento, es así como consumiré todo lo que se encuentre a mi paso, mi combustión dejará una marca que jamás podrá ser borrada.

Más allá del horizonte místico, nada escapa, ni siquiera la luz; nos rendimos ante la voluntad del vacío, en cuyo centro se encuentra un secreto más fundamental que las runas: la singularidad. La brújula de nuestra nave enloquece, no podemos distinguir si gira en el tiempo o si rota en el espacio; la gargantúa no se doblegará ante nadie, pero encontrará su fin evaporándose en un eco que sacudirá el cosmos.

La vida se vierte como una cascada en un llanto rojo, el funeral se vuelve un nacimiento de entes sin vida arrojados a este mundo en una punzante explosión blanca. Pareciera que el Ginnungagap fuera clonado en una versión sintetizada. ¿Es así cómo Ymir nos recuerda el día en que dejó de existir? ¿Acaso hemos de pagar la vida de nuestros ancestros sin siquiera haber vivido la nuestra?
En éste nuevo mundo, el nuestro, los espectros toman la batuta y danzan en contra del tiempo.

El material galáctico que se ha esparcido empieza a interactuar, reacciones que generan una chispa sin igual, una chispa que no necesariamente brilla. Un corazón empieza a latir, la sangre circula por las venas, nuestros ojos se abren poco a poco descubriendo así, una verdad que no podemos razonar. Ha comenzado nuestra existencia.
No sabemos cual será el porvenir de nuestro cosmos. Algunos dicen que habrá de comprimirse en un punto, siendo una miríada de su origen. Otros opinan que dejará de crecer para estancarse en una eterna obviedad. También están los que sostienen que crecerá indefinidamente; a su vez, habemos algunos cuantos que opinamos que el universo perderá la noción del tiempo, no teniendo más remedio que parir otro a modo de eco. Un universo con menos fuerza, pero con un futuro más concreto.