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Usar el pan como arma. Reporte desde Venezuela

- Por: helagone

texto y fotos de Rodrigo González Olivares
@Eneas
Uno de los grandes problemas de Venezuela es su dependencia al “rentismo petrolero”. Durante la década de los 50, el país se volvió loco: abandonaron prácticamente el campo para volcarse a las ciudades a trabajar en la industria petrolera y los servicios relacionados con esa commodity. Fue la época de la “Venezuela Saudí”: creación muy acelerada de infraestructura (aquí es cuando Caracas se desarrolló más y se construyeron los edificios emblemáticos de la ciudad, los megabloques del 23 de Enero, las Torres del Silencio, la Universidad Central, edificios de bancos, etc); se dice que más del 80% de la población venezolana se mudó a las ciudades.
Al parejo de este hiper desarrollo, comenzó a crearse una desigualdad impresionante (a los mexicanos esto les suena conocido, de seguro). Esto continuó durante décadas y se crearon y cimentaron los grandes poderes económicos que persisten hasta hoy en día (apellidos como Capriles, Radonski, Mendoza, o la familia de Leopoldo López, poseían gran parte de las industrias en Venezuela).
El campo venezolano se murió: importaban casi todos sus alimentos, gracias al poderío del petróleo, y los procesaban y distribuían los dueños de los medios.

La panadería "La Minka" produce más de 4 mil piezas al día

La panadería “La Minka” produce más de 4 mil piezas al día


En el 89 hubo una crisis del modelo y ocurrió “el carazaco” que, eventualmente, llevaría al triunfo electoral de Hugo Chávez y al inició de la Revolución. Este líder inmediatamente identificó que el problema era la dependencia a poderes externos e intentó crear medios de distribución alternativos (El Mercal –el walmart socialista–, los mercados bicentenario –los Shopping Malls socialistas–, son dos grandes ejemplos) y, al mismo tiempo, insuflarle nueva vida al campo.
Obviamente, los poderes económicos comenzaron una guerra económica (aún en curso) contra el gobierno, impidiendo que el proceso de soberanía alimentaria avanzara con la profundidad necesaria.
Luego comenzaron los bloqueos económicos (de facto, no anunciados), creando un escenario bien raro: Venezuela, la nación con más petróleo del mundo, no podía comprar los alimentos suficientes porque nadie se los vendía. Comenzaron a utilizar, efectivamente, “el pan como arma”.
Marcha opositora en la autopista Fajardo, Chacao

Marcha opositora en la autopista Fajardo, Chacao


Cuando muere Chávez, el proceso estaba a la mitad, a Maduro le toca continuarlo. Pero la disminución de los precios del petróleo y la intensificación de la guerra económica han hecho que no se pueda avanzar con la rapidez necesaria: Venezuela sigue dependiendo de materia prima externa (sobre todo trigo y maíz para la fabricación de harinas) y los medios de distribución siguen en manos de los poderes económicos (notablemente, Industrias Polar, de Lorenzo Mendoza “el Donald Trump venezolano”). Fue famoso el caso de un barco cargado de alimentos que no podía entrar porque Venezuela no podía pagarlo en dólares pues no había organismo internacional ¡que valorara las divisas venezolanas! Un barco lleno de comida pudriéndose en el mar.
Las panaderías también están en manos de estos poderes económicos: venden el pan muy caro, muy poco y a capricho… eso es lo que provoca las largas filas que la oposición exhibe a diario por redes sociales. Todo esto de usar la alimentación como arma se hace con el fin de debilitar al chavismo, fomentando la inconformidad social y quieran un cambio radical.
 
Asamblea popular en la parroquia de Catia, Caracas

Asamblea popular en la parroquia de Catia, Caracas


Una consecuencia buena de esto es que por todos estos problemas de distribución, muchos venezolanos se están organizando en comités locales de abastecimiento y producción: ellos mismos están produciendo. Si el modelo resulta exitoso, serán un ejemplo a nivel mundial de cómo “la producción y consumo locales” son la respuesta al modelo de la globalización (que muchos piensan es la única vía). Ya se verá… si es que queda tiempo.

Abuela y nieta participan en uno de los huertos urbanos de abastecimiento