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Postal 97. ¿Cómo fue que este nombre se pegó a mí?

- Por: helagone

por Erika Arroyo
@WooWooRancher

– Seis fotos a color tamaño credencial, urgentes, por favor
Junto a un peine enmohecido y un gel cuajado por el sol que se ha convertido en una máquina del tiempo para liendres y cabellos, una blusa almidonada y tiesa, espera aspirantes a licenciados, maestros, doctorandos y turistas a punto de viajar.


El espejo atestigua trucos de formalidad, pasadores, ligas, falsas corbatas para quien no sabe anudar, sacos con seguritos escondiendo varias tallas… Madres neuróticas repasan en sus hijos las recomendaciones de la escuela a través de folletos arrugados y doblados, instructivos de identidades sembradas que serán enmicadas y se portarán sin orgullo con un cordón de algún color espantoso en el cuello.


El paquete fotográfico incluye una foto a ¾ que le permitirá a las señoras ocultar verrugas y arrugas, a los señores las ligeras imprecisiones en el pómulo izquierdo al intentarse rasurar por la mañana, a los adolescentes las plastas de Clearasil y a los niños el hueco dejado por algún diente de leche que aguarda bajo alguna almohada. La fila es larga y en la espera puede contemplar modélicas poses en un muro tapizado de instantáneas de quinceañeras, recién casados, collages de llanto de bebés y órdenes jamás reclamadas.


Click. Ay, niña, cerraste los ojos. Click. El que sigue. Click. El que sigue. Click. Señora, usted no puede salir en la foto. Click. Quítese los aretes, por favor. Click. No, señor, usted pidió fotos en blanco y negro, no a color. Click. Pase a pagar a la caja. Click. Párese en ese banquito para que se vea del mismo tamaño de su esposa. Click. A ver, una sonrisita. Click. Quítele el chupón a ese chamaco chillón. Click. Un poco más a la izquierda, no, un poco más a la derecha. Click.


-Pero si lo que yo quiero son fotos tamaño infantil de perfil.
-Señorita, eso no es posible.
-Pero si se las voy a pagar.
-El problema es que no le van a servir, tienen que ser de frente.
-Tengo la nariz chueca, no me gustan las fotos de frente
-Se las van a regresar
-Que me las regresen, las vuelvo a llevar
-No sea tontita, no tire su dinero a la basura, ándele, hágale caso al reglamento
-Usted hágale caso al cliente, quiero 6 de perfil derecho a color y otras 6 del otro perfil en blanco y negro
-Lupita, hágale una nota y póngale un asterisco, verá cómo regresa mañana a pedir que le devolvamos su dinero
-No me importa el dinero, señor, Lupita, no le ponga ningún asterisco, anote nada más lo que estoy pidiendo, se las dejo pagadas
-A ver, péinese al menos, que se vea decente aunque sea en su cartera, ya verá cómo van a terminar ahí todas sus fotos
-Pues que ahí terminen, ya veremos


En un pedazo de cartoncillo blanco membretado y llenado a máquina con los datos de algún aspirante a miembro de alguna de las tantas instituciones inventadas por la humanidad, una imagen que embona perfectamente en un recuadro vacío es adherida con un pegamento blanco y líquido que sale de los bordes en señal de que ha caído en una trampa. La foto, claramente manoseada por alguna secretaria, muestra un perfil ligeramente sonriente, con una sonrisa de satisfacción que ha quedado para la posteridad, atrapada en una superficie fotosensible que tendrá que renovarse periódicamente. Ella, la imagen que ilustra una identidad, se pregunta silenciosamente: “¿Cómo fue que este nombre se pegó a mí?”