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El CNI o la organización que buscamos (pero no queremos encontrar)

- Por: helagone

por Gabriela Astorga Pérez
@Gastorgap
Marichuy la nombran en infografías y notas informativas. Candidata del EZLN la llaman en las mesas de redacción en las que hay que sacar la nota aunque se quede fuera la noticia. Quién sabe dónde está Tuxpan, cuál es el pueblo nahua y quiénes eran las otras 70 personas que se eligieron para representar a más de 50 pueblos originarios. Quién sabe qué ha pasado con el CNI a una semana de dar el anuncio de “la candidata” que en realidad es vocera, no sabemos cuáles son sus acuerdos, ahí nos iremos enterando en twitter… pero ¡Viva Marichuy!
Lo decimos sin comprender qué vitoreamos. Concentramos la atención en María de Jesús Patricio Martínez porque entendemos el mundo en esas estructuras de poder. Es como entrevistar sólo al vocalista de la banda, hablar siempre del líder de lo que sea, centrarnos en la figura mediática, en el pasamontañas que pueda portarse en las playeras.
Pasamos de largo el ejercicio político inédito que se ha constituido durante años en el Congreso Nacional Indígena, los años de trabajo colectivo para lograr un espacio de diálogo que los pueblos originarios han construido porque se les han negado muchos otros. Porque lo más cercano que concebimos como Congreso es ese espacio de la academia en que el público dormita y asiente cada cinco minutos, o la palestra que los políticos usan también para dormitar y para jodernos. Así, el CNI nos saca gestos de suspicacia cuando hablan de diálogo, de ponerse de acuerdo, de preguntarle al pueblo.

En la primera entrevista concedida por María de Jesús Patricio a Carmen Aristegui, la periodista insistía en conocer los planes del CNI, los detalles de la campaña de la candidata indígena. La vocera fue tan clara y a pesar de eso sonó ambigua al decir que no harían campaña sino pedirían a la gente que se organizara. Puesto que hemos perdido el sentido social de algunas palabras, la organización nos suena a burocracia más que a una tarea concreta, el diálogo a construir castillos en el aire y no al camino para compartir y trabajar por el bien común, la comunidad nos suena a redes sociales y al like solidario. Tras un rato de entrevista, Aristegui le propuso el juego que evidenció nuestra incapacidad de reconocer el trabajo colectivo: le pidió a María de Jesús que se imaginara como la presidenta de México, porque no concebimos que alguien quiera entrar al juego de la política sin desear el poder absoluto. Luego de aclarar que en dado caso no sería ella sino el Concejo Indígena de Gobierno, y por tanto el Congreso Nacional Indígena, y por tanto los pueblos ahí representados quienes asumirían la presidencia, la vocera asumió como su primera acción preguntarle al pueblo si quiere seguir viviendo de esta manera. Después dijo que su mensaje a la sociedad era ver qué podíamos hacer para rescatar a este país resquebrajado.
Eso nadie lo discute, el país está roto y algo habrá que hacer con él. Las dudas, sin embargo, siempre llegan con los cómos y, en año electoral, con el quién, a quién apostarle, con quién casarnos. Y ahí está nuestra ceguera ante al CNI. Ante la incertidumbre de vernos orillados al menos peor, al voto útil, a la abstención desilusionada y apolítica, vemos con condescendencia ejercicios de participación ciudadana. Negamos el diálogo como acción política y nos pasmamos ante los golpes de autoritarismo que nos niegan la voz, o las llamadas a la unión que nos exigen seguir sin cuestionar, creer ciegamente en el líder.cni
Nuestro paternalismo se consuma con tuits de apoyo a #Marychuy, y con nuestra completa ignorancia del trabajo al que ella le da voz pública. No vamos a enternarnos de quiénes son las otras voces, las otras luchas, las otras vidas que se congregan en el CNI. No sabremos cómo dialogan, cómo toman acuerdos, ni cómo funcionan de manera horizontal. Porque es más fácil asumirnos verticales y así poder señalar a un responsable del trabajo que no sabemos cómo asumir nuestro. Porque la verticalidad funciona hacia arriba y hacia abajo: el responsable será el tirano idiota o la bola de ignorantes que lo mantienen ahí. Porque nos cuesta el nosotros, porque suscribimos el “Nunca más un México sin nosotros“, pero ese nosotros siempre es un ellos.
Y así, de aquí a un año, nos irá desilusionando el CNI. Su falta de acciones concretas, sus pocas miras para cambiar el sistema desde adentro. Nos lamentaremos de sus supuestos pocos logros, de su poca habilidad para entrarle al juego de la política. Les pediremos que no dividan, que se sumen al candidato con más posibilidades, que cierren filas con una unidad que nunca los ha incluido, porque así tal vez logremos cambiar de cabeza. Y cuando no acepten, serán la representación de un fracaso que sólo es nuestro.
Nos serán insuficientes sus logros de haber construido de la nada, y a pesar de los constantes ataques a sus territorios y a sus vidas, un espacio para reflexionar sobre ellos mismos y su contexto. La creación de un modo de organización que respeta la toma de decisiones, que considera a una multiplicidad de grupos (aunque nosotros los reduzcamos a una categoría) con necesidades, objetivos, pensamientos distintos y construye un agenda conjunta. La constitución de un grupo que convoca, que no designa un líder, sino suma las muchas voces en una. Ejecutar una forma de hacer política que nosotros imaginamos lejana e inalcanzable.
Regresaremos entonces a añorar Cherán y su organzación política, a compartir los comunicados del ahora comandante Galeano (porque nos habla de las luchas comunitarias, pero en términos de Game of Thrones), de las eternas discusiones sobre la participación ciudadana más allá del voto, a los cuestionamientos de la utilidad de la protesta social, al deseo de una sociedad politizada pero no partidista. Todo sin voltear a ver cómo lo han logrado ellos, que siempre son ellos, que nosotros hemos hecho ellos: los otros, los extraños, a quiénes no entendemos, quienes sólo dialogan. Ellos que son el espejo en que no queremos ver nuestro clasismo, racismo, incongruencia, misoginia, intolerancia, autoritarismo, condescendencia, paternalismo, consumismo. Ellos en quienes vemos bordados y sabiduría milenaria, pero no ideología política. Ellos quienes piden que digamos lo que esté en nuestro corazón, mientras elegimos ser inclementes. Ellos que seguirán construyendo caminos (a pesar de nosotros) que luchan por la vida, mientras nosotros dejamos que el futuro se nos vaya haciendo más estrecho.
Ellos que nos convocan, en octubre, a volver al diálogo. En octubre para que nos resuene lo de “Ni perdón ni olvido“. Y en San Cristóbal de las Casas, para que no nos cueste tanto trabajo llegar, para que sean los rumbos de la lucha conocida, para que podamos hacer el turismo revolucionario que luzca en Instagram. Y para ver, si queremos, otra posibilidad de nación.