TODO MENOS MIEDO

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El miedo al reggaeton

- Por: helagone

por Eréndira Derbez
@erederbez
Foto de Óscar Suárez Alemán
@oscar.s.aleman
Ni quería, pero acabé viendo por puro morbo la entrevista de Adela Micha con Aleks Syntek en la que el cantante explica que es padre y por eso le da miedo el reggaeton. Culmina con un desafortunado chiste cuasidarwineaneano: el género que nació en Panamá viene de los simios. Además dijo que incluso prefiere hacer jazz antes de caer en las garras del muy comerciable reggaeton, algo que también es una frase muy desafortunada si pensamos en lo difícil que es tocar un género tan complejo, pero eso ya es otra historia.
Lo que dijo recuerda a los insultos racistas que se decían sobre el blues y el jazz hace décadas en Estados Unidos. Pero más allá de molestarme con el compositor por tan horrible resbalón, considero que es momento de pensar en cómo el racismo es un problema tan latente y normalizado en México. Es hora de hacernos preguntas.
¿Qué es lo que en verdad nos choca del reggaetón? ¿Es cómo representa a las mujeres? Tomé mis audífonos, busqué el videoclip de Felices los 4 y los “ensucié” con una canción que dicen que “no está mal”, “que no es tan machista”. Los “manché” escuchando con atención a Maluma, el colombiano de moda. El video es espantoso, lleno de los típicos problemas que encuentra una en los videos de reggeaton -y de otros géneros: la presencia de una mujer perfectamente maquillada, peinadísima, con un cuerpo muy bien esculpido que no recuerda a una joven fuerte, deportista de élite, sino a una muñeca barbie. Su cuerpo lo muestra ante la cámara casi desnudo: está para ser escudriñado: todo close-up vale, ella es un prop. Siempre que veo un cuerpo así en la pantalla me pregunto qué carajos hacen para no tener ninguna estría, ni celulitis. Lo mismito me pasa cuando ojeo una revista de moda.

El problema no es el desnudo en sí, sino lo que conlleva: no cualquiera tiene derecho a aparecer en tanga en un video, sólo las más delgadas, sólo las que su cuerpo es digno de ser consumido por el hombre protagonista. Pero la letra es interesante: y si con otro pasas el rato, vamo’ a ser felices, felices los cuatro, yo te acepto el trato, es una muestra de que las letras del reggaeton más comercial  pueden dejar de hablar de las mujeres como un objeto sin la capacidad de decidir y de desear.
Entiendo que existan padres que se asusten por lo que implica ese tipo de imágenes en la formación de sus hijos, y sobre todo de sus hijas: hija mía, se espera de ti ser un objeto perfecto, una joya bien pulida, sin estrías, sin defectos. ¿Pero realmente nuestro miedo es ese? ¿Por qué no le tenemos miedo abiertamente también a la extrema delgadez de la publicidad de Zara y a la blancura de los anuncios de Telcel?
Tengamos miedo a más cosas del mundo pop: como que una película que banaliza una violación –Qué culpa tiene el niño– sea un hit del cine nacional. Tengamos miedo a campañas como la de No le des la espalda, dale pecho creada por Jorge Ortíz de Pinedo con el Gobierno de la Ciudad de México. Tengamos miedo a canciones que, como están en inglés, no nos indignan tanto -en parte porque no las entendemos del todo y en parte porque es un idioma aspiracional- como Blured Lines de Robin Thicke, I used to love her de Guns n´ Roses, Cocaine Blues de Johnny Cash y Every Breath You Take de The Police. Si Café Tacvba ya dejó de tocar Ingrata, armémonos de valor y mejoremos nuestras playlist.

A mí lo que me incomoda es que sean las mujeres las que perrean y no lo hagan también ellos en los videos. Si a las mujeres nos gusta o no mover nuestros cuerpos es nuestro problema, que cada quien baile como se le pegue la gana y con quien se le antoje. Y si a los hombres les gusta también mover el culo que lo hagan sin prejuicios: faltan más hombres perreando en el mundo. Si por algo bailar es poderoso es porque nos hace sentir bien, bailar es subversivo.
¿Qué cambios quiero ver en un video de reggaeton? Sin duda, me parece importantísimo ir erradicando el machismo en sus letras, como en todos los géneros en los que hay canciones que hacen apologías de violaciones y de feminicidios. A su vez, me gustaría ver otro tipo de videos, por ejemplo: es mucho más interesante -ya que estamos hablando de pop- la propuesta del video de La bicicleta de Shakira que el de Loca del propio Syntek -que consiste en un grupo de mujeres que rodean al cantante; parecen clones, muy blancas, muy uniformadas.

¿Será que nos da miedo que nos guste el reggaeton? Los que bailan y cantan reggaeton son esos otros que no queremos ser aunque nos parezcamos tanto: son la frontera sur -esa que nos negamos a ver-, son los migrantes latinoamericanos en Estados Unidos y no los estudiantes de una Ivy League ni los protagonistas de una serie de una high school de barrio blanco. Son los que vienen desde los suburbios hasta el centro de la ciudad para asistir a un perreo, no los que llegan en Uber al Normandie para escuchar a un grupo islandés. Son los que visten con ropas estrafalarias que nos resultan poco sofisticadas, no son Alex Turner posando para British Vogue.
El reggeaton no es ni de lejos un ritmo de eso a lo que llamamos la “alta cultura”, esa gente bien educada que se queja porque en el Munal se atrevan a bailar salsa y demás música de “nacos”. No es para un público que escucha a Joaquín Sabina y ni se inmuta por cómo describe el papel de sus amantes. No es música en inglés y si las canciones de reggaeton llegan a tener frases anglo nos remiten mucho más a Miami y a San Juan que a Manhattan o a Londres.
¿Qué otra cosa nos incomoda? ¿El perreo y la enorme carga erótica de los bailes? ¿Qué es lo que en verdad nos molesta de ese erotismo? ¿Será que no es un cortejo propio para lo que hemos pactado como moralmente aceptable? ¿Y si el miedo que le tenemos es que se nos pasen las copas y acabemos bailándolo y nos termine gustando?
Me puse a escuchar Despacito, el hit del que una mujer, Erika Ender, es coautora. Últimamente parece que el mundo se divide entre quienes aman y entre quienes la odian. Luis Fonzi y Daddy Yankee cantan y pienso el potencial de la canción si el video fuera distinto, si fuera homoerótico. Esa misma letra pero con un video muy diferente: en lugar de un grupo de bailarinas rodeándoles me hubiera gustado verlos cantando y bailando entre ellos, se “perrean”, se van “pegando poquito a poquito”.

Repudio lo masculino y heteronormado del reggaeton más comercial -que no es lo único, también hay reggaetoneras feministas-; no entiendo, entre otras cosas, a artistas como Ricky Martin, ¿por qué si es abiertamente gay -algo digno de respeto en el mundo homofóbico del espectáculo- sale con Maluma en Vente Pa´ca con la misma fórmula: chicas jovensísimas en traje de baño, muy maquilladas, rodeándolo?
¿Qué nos molesta del reggeaton? ¿Nos molesta el ritmo, la letra o el todo junto? Entiendo que para muchos músicos el género no es agradable por proponer poco -con sus excepciones- en cuanto a composición o interpretación. Es cierto que puede ser aburrido o muy parecido y el beat llega a desesperar después de un rato, algo que de igual modo pasa con muchos poperos y su whoop. Pero tomemos una canción de reggaeton, la que sea, traduzcamos la letra al inglés y cambiamos el ritmo: no es tan distinta de lo que escuchamos a diario en cualquier lado.
¿No será que nuestro miedo es más hacia quién canta y baila reggaeton? ¿Y si aprendemos a observar con más honestidad nuestras fobias? ¿Será que nuestros miedos dicen más de lo que creemos sobre nuestros machismos, racismos y clasismos?