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8 textos para conocer y recordar a Huberto Batis

- Por: helagone

El 22 de agosto de 2018 murió Huberto Batis, uno de los editores más importantes del país. Odiado por muchos, amado por otros tantos, Batis formó, en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y del suplemento Sábado, a una buena cantidad de personas que le aprendieron lo que pudieron o quisieron. Quizá la palabra que mejor definiría a Batis es maestro, a la buena y a la mala. Sea como sea, el mundo cultural del país ha perdido a uno de sus grandes defensores y uno de sus más acérrimos críticos. Para conocerlo más a fondo, les dejamos 8 textos que dan luz sobtre quién era y qué representó Huberto Bátis. Sin más, desde este sitio le decimos “Buen viaje, maestro”.
* Apuntes para una definición de la respondencia o Sábado, de Javier Raya
, Huberto Batis estuvo al frente del suplemento cultural Sábado! del periódico unomásuno durante 25 años. Otra manera de contar esa historia, fuera de la rigurosamente hemerográfica, sería decir que Batis es testigo privilegiado de la historia literaria y cultural de México durante la última mitad del siglo xx. Otra manera más sería decir que sus clases en la facultad son el b-side de la historia de la literatura mexicana. Algunos creen -lo escuché más de una vez de mis, por así decirlo, compañeros- que se trata sólo de chismes de la ciudad letrada. El problema es ver con acritud el chisme. No me tomaré mucho tiempo en ello, pero creo que cierto chisme es una de las formas principales de la curiosidad. Claro, no es lo mismo escuchar el insípido relato de las inseguridades de alguien que no conocemos que saber el tipo de cerveza que le gustaba beber a Goethe, o el efecto devastador que producían en García Ponce los paisajes naturales. Menos que la mitificación de la vida privada de los escritores, lo que está en juego es el modo de configuración de una imaginación -relatada, además, por boca de un magistral narrador oral como es Batis.
Lee el texto completo publicado en el blog del autor aquí.
* Los Maestros: Huberto Bátis, de Sergio Téllez-Pon
“¿Vas a clases o al chisme de lavadero?”, me asestó Carlos una vez. “Con Batis se pueden hacer muy bien las dos cosas”, le respondí con mi insolencia juvenil y él, como solía hacer, masculló quién sabe qué. En verdad las clases de Batis eran una bacanal de ingenio, un ejercicio que te forzaba estar al tanto, a parar las antenas y tener agilidad mental pues podía preguntarte cualquier cosa o asestarte cualquier insulto que no pocos contestaban, con lo cual el salón se volvía un campo de tiro.
Lee el texto completo publicado en Tierra Adentro aquí.

* El legado de Huberto Batis, de José Manuel Recillas
Batis mostró el complejo rostro de nuestra República de las Letras, incluidos sus lectores. Y muchas veces no nos gustó el rostro deforme que asomaba desde ese espejo enorme que fue sábado. Aún hoy, resuenan en mi mente aquellas palabras con que José Luis Martínez acompañó un ensayo, que Batis, como no podía ser de otra manera, reprodujo en primera plana en el suplemento, “Aportaciones culturales mexicanas al mundo”, y que, al revisar la plana con su equipo, nos compartió, palabras más, palabras menos: “Los intelectuales del país no te perdonan que hayas llenado sábado de desolladeros, de textos indignos, de fotos de mujeres en paños menores”. Tan no se lo perdonó, que al cumplir veinte años unomásuno, sábado no recibió una sola carta institucional felicitándolo. Esperar que algún intelectual lo hiciera hubiera sido pecar de ingenuos, pero todo el aparato cultural, en bloque, decidió castigarlo con el látigo de su desprecio, de su silencio. Allí también, como un espejo implacable, sábado reflejó el rostro mezquino, poco generoso, vengativo a su manera, del mundo cultural que en todo momento se veía reflejado en sus páginas, y que en aquel entonces denuncié en un texto que Batis me pidió y no apareció sino hasta el número siguiente. Mejor suerte corrieron otros suplementos con menos años. A Batis no le perdonaron, tal como le dijo Martínez, su atrevimiento.
Lee el texto completo publicado en el blog del autor aquí.
* Huberto Batis, de Enrique Serna
Indisciplinado hasta la grosería, incapaz de moderarse ante nadie, ni de aceptar presiones por motivos políticos, Batis se ha hecho fama de energúmeno entre la gente que confunde la actividad cultural con las relaciones públicas. Pero gracias a su labor editorial, un numeroso grupo de escritores ha podido ejercer la crítica sin cortapisas y hacer sus primeras armas literarias ante un público lector exigente y participativo, sin tener que prestarse a los juegos de la diplomacia convenenciera.
Lee el texto completo publicado por Letras Libres aquí.
* Feliz cumpleaños, Huberto Batis, de Rogelio Villarreal
De ojillos vivarachos y memoria exacta, intacta, Batis puede ser el maestro más generoso pero también un energúmeno que explota ante la ignorancia o la impertinencia. Fui testigo de cómo su enojo surgía conforme avanzaba, lápiz en mano, en la lectura de un artículo mal redactado. Si el autor estaba presente lo reprendía con un regaño que hacía enmudecer, casi llorar, al pobre infeliz, y si no estaba rompía el mecanuscrito tachonado de correcciones.
Lee el texto completo publicado en Milenio aquí.

* Entrevista a Huberto Batis, de Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo
He llevado mi vida entre los oficios de profesor y editor. Es agradable ver que ambas labores permiten que otros
se desarrollen. En ese sentido un editor es también un maestro, hace lo posible para que otros publiquen. Es una tarea humilde, sacrificada: yo a veces reniego, de pronto me veo harto de trabajar para difundir obras ajenas. Creo que tengo derecho: después de toda una vida de estar enseñando y difundiendo, llego a pensar que no tiene el menor sentido, que sería mil veces preferible estar retirado, gozando de mis cosas, dedicado más a mí que a los demás.
Tengo el sueño del retiro, de construirme un refugio. Creo que he abusado de mi tiempo, porque también para dar se necesita recibir, almacenar, tener reservas. Y nada de ello lo permite el ser un esclavo de la galera -por ello se ha llamado siempre “galera”: uno es el que rema, el que da impulso a la nave, allá arriba va el capitán llevando el timón con rumbo a quién sabe dónde. Y, ciegamente, uno no sabe ni para qué se aplica su fuerza de trabajo ni a quién le beneficia.
Lee la entrevista completa publicada en la Revista de la Universidad Nacional aquí.