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Festival Marvin: Una reseña de A R C O

- Por: helagone

Por Aranza Cortés (Publicado en A R C O)
Fotos de Daniela Solís
Este sábado se llevó a cabo la cuarta edición del Festival Marvin, todos los venues estuvieron a reventar en algún momento (unos nunca dejaron de estarlo), público fiel a las bandas, junto con exploradores musicales, asistió a las muchas presentaciones que el festival ofreció durante toda la tarde.
Del hip hop al surf, pasando por la electrónica, el pop, el rock y varios ‘no sé qué’s’, cada show tuvo sus cosas. Artistas nacionales e internacionales deleitaron los oídos de varios cuantos. Algunos nos dejaron con ganas de más, y otros pocos, la minoría, con ganas de no haber estado.
Por nuestra parte, nuestros favoritos sin duda alguna fueron los canadienses de Phèdre, quienes en el Pata Negra nos tuvieron apretujados bailando y moviéndonos -lo poco que el espacio permitía- al ritmo de sus locos beats, las distorsionadas voces y el sonido sintético y alegre que los caracteriza. Los 3 músicos, 2 ellos y 1 ella nos dejaron atónitos con el gran espectáculo que dieron en sus raros trajes y con las cabezas cubiertas con unas mallas rosas. Ahí mismo un par de horas antes, O Tortuga, Montenegro y otros varios hicieron temblar las bocinas y a los asistentes, quienes complacidos no dejaban de hacer la fila del venue para entrar a bailar un rato.
A la vuelta, en Caradura, también hubo grandes presentaciones, entre ellas destacamos las de los ya grandes y sonados chicos de Enjambre así como de Los Tres. Por su parte, los Big Big Love, junto a un ensamble de coristas masculinos sorprendieron con su fresco sonido a quienes no los conocían. Ahí mismo siguió la noche con sonidos que pasaron del rap a la electrónica.
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Muy cerca estaba el foro de Un Teatro, donde sonidos electrónicos mantuvieron fresco el ambiente, destacamos la presentación de Clubz y Niño Árbol quienes poco a poco van siendo más conocidos en la escena… Y no nos dejan de gustar, por el contrario. Ese venue era un poco más accesible, y fue interesante ver presentaciones en una sede menos ‘común’ en este tipo de shows. Bien por el lugar.
Y justo enfrente estaba la única sede gratuita, el Parque España, que a pesar de ser un espacio abierto resultó en un escenario bastante apretado, chico y limitante. Si ya estaban al aire libre, hubieran aprovechado, en fin, ahí se llevaron a cabo otras actividades que lograron cautivar a más de uno que paseaba una carreola o perro, la diversidad de público era rica, se podían ver manos con y sin pulsera (brazalete de acceso al festival), cosa que nos dio gusto pues de este modo estos proyectos expanden su alcance, y con ellos las propuestas musicales y …¡Qué mejor!
Las presentaciones que ocuparon ese escenario, a nuestro gusto, fueron perfectas para atraer a nuevos públicos por su amenidad y variedad. Los Rebel Cats, como siempre, fueron el alma vintage del día, y luego Belafonte se robó varias sonrisas de la audiencia. Finalmente, un rato después se proyectaron filmes del CutOut Fest.
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Más a la Roma se encontraban los otros escenarios. Sobre Álvaro Obregón estaba CinEspacio 24, ahí los jóvenes de Hawaiian Gremlins reforzaron el nombre que recientemente se han ido construyendo. Más tarde se presentaron los estadounidenses Dreamers, seguidos por De Nalgas. Y sobre la misma calle estaba también la Terraza Tara, sede que hosteada por Panamerika presentó a muchos de los artistas extranjeros del lineup, ahí los beats electrónicos reinaron, y con sonidos argentinos, isarelís, estadounidenses y claro… locales, tuvieron a la gente bailando en un ambiente muy fresco. Los Frikstailers, Boogat, King Louie y los Ghetto Kids mantuvieron la fiesta encendida.
Y finalmente, los venues que ocupaban dos pisos de un mismo y ya muy clásico edificio, básico en la historia del Festival Marvin, El Covadonga, Salón y Cantina. Los headliners ocuparon las instalaciones del salón-cantina-restaurante (que no podemos evitar relacionar a las típicas comidas con tíos en los 90′s) y fue tal la euforia, que, al igual que en ediciones pasadas de este festival itinerante, hubo portazo, mismo que después reabrió para dejar entrar a los enfurecido pero aún ansiosos y entusiastas fans de Silverio y The Growlers.
Pero antes de ellos y del drama; las 2 presentaciones más esperadas de todo el festival: Danny Brown y obviamente… Daniel Johnston. Cada uno de los Daniel tenía a uno o muchos sectores ansiosos de ver su presentación, y a pesar de que muy probablemente, la gran mayoría de los asistentes no eran fans devotos ni del hipohopero ni del cantautor, estamos seguros que desde el lanzamiento del lineup las visitas en YouTube y Spotify tanto de Brown como de Johnston se han de haber disparado.
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Danny Brown, rapero/hiphopero que quienes gustan del rap saben valorar, y quienes no, simplemente fueron a ver de qué iba la cosa (a nuestro parecer, salieron sorprendidos de lo bueno que es). Brown es uno de esos músicos que ha sabido mezclar bien su género ‘principal’ con muchos otros, esto lo ha llevado a posicionarse en más de una escena, y por ende como favorito en varios tipos de audiencia, su presentación en el Marvin no fue la excepción. De entrada, compartir lineup como headliner con Daniel Johnston y Silverio, habla de un vivo eclecticismo y apertura musical, misma a la que él supo responder muy bien. Su vitalidad escénica es incuestionable, y el calor del Covadonga fue la respuesta más genuina a los ritmos del simpático y chimuelo americano. Lo vimos crecer en ‘Grown Up’ y no nos cabe la menor duda de que lo veremos crecer arriba del escenario.

Por su parte, el muy bizarro show de Daniel Johnston, bastante a’doc a su personalidad y música, dejó satisfechos a todos los que por años esperaron verlo en vivo -y en México-, su banda especialmente realizada para su presentación en México, compuesta por puros músicos locales (cómo se agradece eso) parecía gozar del concierto tanto como el público, y él como de costumbre, no reveló un real gesto de… pues realmente de no mucho, por no decir que de nada. Subió, se presentó, hizo lo suyo, improvisó. Un par de cosas muy peculiares pasaron, entre ellas tocó junto a un ensamble de son jarocho y, Johnston fue Johnston, y la gente fue muy feliz con ello. Una gran expectativa a la cual le podemos poner palomita, cometido cumplido.
Simultáneamente sonaban en el primer piso los clásicos insultos en tanga de Silverio y en el tercero el divertido y fresco sonido californiano de The Growlers quienes pusieron a bailar cual surfers a todos los que coreaban sus canciones. Ambos escenarios estaban llenos y la gente no paraba de subir y bajar para llevarse un cachito de cada show.
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En fin, esta cuarta edición del Festival Marvin fue un vayven de emociones, de sonidos, de venues, y hasta de coches, lo que nos gustó, nos gustó mucho, lo que no, por la naturaleza del festival era un poco de esperarse (los venues pequeños, las grandes filas, el calor, la inevitable flojera de moverse de un escenario a otro). Como espectador se agradece siempre una curaduría de este tipo en el cartel, amplia, variada, oscilante entre géneros pero realizada con rigurosa calidad. Las sedes fueron en su mayoría accesibles y familiares (conocidas) lo cual siempre es un plus. Los precios eran buenos, y consideramos que para la propuesta que ofrecía el Marvin, eran más que justos.
Nos quedamos contentos de haber visto buen rap, buen hip hop, buen rock, muy buena electrónica, y de poder visitar sonidos a los cuales no nos hubiéramos acercado sino fuera por el festival. Buenos descubrimientos, reafirmaciones y más que nada un muy buen día dedicado a la música y a caminar.