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Hipnosis, la búsqueda por el punto medio

- Por: helagone

Trazo una línea imaginaria, no es necesariamente larga o corta, marco puntos en cada extremo y uno al centro; así me imagino el punto medio mientras Yiru me platica en Hipnosis cómo se subió al escenario al lado de Nick Cave el pasado 2 de octubre. Él me cuenta que ese día jugó posición de músico y público al mismo tiempo, una suerte de limbo emocional en el que nada más importa porque el mundo se congela: Nick, Yiru y la audiencia.
Caminamos hacia el coche para encaminarnos a Las Caballerizas Huixquilucan, él va a comprar cigarros, yo me subo y no puedo dejar de pensar en el punto medio, ¿qué es? ¿Cómo llegar a él? ¿Dónde es? ¿Dónde empieza y dónde termina? Ya en camino, empezamos a conocernos. Nunca habíamos estado solos o trabajado juntos, y teníamos bastantes minutos para hacernos las preguntas rutinarias de gente que ha convivido, pero que no sabe nada del otro, y nos damos cuenta que estamos completamente en opuestos. Por un lado él trabaja en una oficina gubernamental, tiene un salario, horarios, responsabilidades establecidas, un jefe y seguramente prestaciones; en el extremo opuesto me encuentro yo, un freelancer que no tiene salario, horarios, responsabilidades establecidas, un jefe ni prestaciones, pero en términos profesionales, ¿dónde está el punto medio? También sé que soy socio de NoFM, sé que tengo autoridad y que formo parte de la administración de la estación, hasta cierto punto soy “jefe” de alguien, ¿será que estoy en el punto medio?

Nos sentimos como en casa

De fondo musical decido poner el Back to Land de Wooden Shjips aprovechando que los veríamos unas horas después. Llegamos a Huixquilucan y el tráfico nos permite seguir conversando, sólo que ahora la plática se inclina hacia observar nuestros alrededores y pienso en la línea que tracé antes. Ahora es un triángulo y estamos justo en una de las puntas entre La Marquesa e Interlomas, dos puntos icónicos en la geografía mexiquense que contrastan completamente el uno del otro gracias a su desigualdad total, desde su arquitectura hasta sus habitantes. Pero Huixquilucan aparentemente ofrece un punto medio. No es un pueblo caminero cualquiera que está lleno de negocios y es gris y triste y ajeno. Al contrario, nos sentimos como en casa; es un lugar que nos recuerda que nuestros padres no son citadinos, son gente que creció en pueblos alejados a las grandes urbes. Mi papá es originario del municipio de Villa Guerrero donde la actividad económica principal es la floricultura y dónde los tacos de cabeza no son un antojo sino una religión, él en su adolescencia viajó con sus hermanos y su madre a la Ciudad de México para estudiar y después convertirse en economista y ahí es dónde empiezo a darme cuenta que el punto medio no está en algún sitio, es más algo que se construye, pero no hay manera de marcar ese sitio de manera exacta o precisa. Un sistema de medición puede ser exacto, pero no preciso; preciso, pero no exacto; ninguna de las dos cosas; o ambas.
Entonces el punto medio también es un extremo en sí, un lugar que nos cuesta trabajo encontrar debido a lo obtuso de nuestras mentes. Sólo vemos en blanco y negro. Una semana antes Hipnosis anunció que la sede amada por todos, el Deportivo Lomas Altas, tendría que ser cambiada por otro y todo mundo pataleó y todo mundo hizo berrinche y todo mundo empezó a hacer drama, pero nunca nos paramos a pensar que probablemente era lo mejor. Un festival de psicodelia y garage en medio del bosque es algo soñado, algo que jamás había sucedido desde el Avándaro en los años 70’s en este país.

Unas bancas hechas de madera

Buscamos ese punto medio en el que no estamos haciendo berrinche, pero tampoco estamos extasiados por la inevitable lluvia que caería. Decidimos no tener expectativas de nada, más allá de tener la oportunidad de escuchar en vivo a King Gizzard por primera vez. Dejamos que la música, el clima, la gente, la cerveza, los humos y las sustancias nos llevaran por una senda de reflexión y apreciación por todo y todos.
Lo primero que había que hacer sería estar lo más cómodos posible. Cada quién escogió las prendas que añadiría a su atuendo con tal de combatir el frío y la humedad; yo un pants y unos jeans por arriba y un par de playeras y una hoodie; Yiru una camisa térmica, su playera de NoFM y una chamarra. A partir de la comodidad, el mundo, o el lodo en este caso, se ve de una manera más tranquila. Exploramos las Caballerizas y encontramos el punto medio entre la entrada, el escenario y la tirolesa: unas bancas hechas de madera que sabíamos no volveríamos a disfrutar ese día, sin embargo eso no nos detuvo de gozar el momento de observar a la gente, el bosque y el escenario que hacía retumbar con Stonefield.

You don’t have to cheer

No tengo mucho que decir al respecto, excepto que una banda formada por puras mujeres es muy chido, lo no tan chido es que musicalmente propongan poco o incluso nada. Para entonces mi colega y yo ya habíamos terminado de degustar una cerveza y nos habíamos encontrado con gente conocida. Justo cuando los ritmos latinos y la psicodelia amazónica de Boogarins empezó a sonar, Yiru me volteó a ver con ojos de complicidad y en ese momento supe que ya éramos amigos, nos hicimos cómplices en un segundo y no me puede sentir más en casa. Esta era la primera vez que yo asistía a un festival sin amigos, familia o pareja, iba con un colega que admiro y el proceso de conocer a la gente para mí siempre es incómodo, mejor dicho, el proceso de dejar que la gente me conozca me es muy complejo.
Lluvia, humo y música, así sigue la tarde mientras DIIV con su permanente depresión y tristeza nos llevaba por olas y olas de ruido. El público aplaude pero ellos responden con un “you don’t have to cheer”, al principio me pareció la cosa más pretenciosa de la historia, pero después fui entendiendo que no, no tenemos porque aplaudirle a un músico, sin embargo el aplauso es un símbolo de respeto y nosotros respetamos a DIIV y les aplaudimos aunque el punto medio es muy difícil de encontrar en su música. Sus letras son muy introspectivas pero sus melodías son explosivas, una banda completamente bipolar.

La lluvia y el lodo

Y después, todo empieza de nuevo y OM nos destruye, como la dietilamida de ácido lisérgico. El ego deja de existir y lo único presente es todo, sonidos que por completo nos llevan de un lado a otro, no nos dejan pensar, no nos dejan reaccionar, no nos dejan disfrutar, no nos dejan caer. Es cómo si los triángulos antes mencionados se convirtieran en un círculo. Imagino un atrapasueños, una red construida a partir de una circunferencia de alambre. Así OM, manteniéndonos justo al centro del universo, al centro de todo. Un momento eterno.
Termina el trance y regresamos a la realidad. Por fin, la tan esperada lluvia empieza a caer como un enorme aguacero que no nos agarra desprevenidos; ya tenemos encima nuestros impermeables que nos permiten disfrutar de Wooden Shjips y nos la pasamos bien, lo disfrutamos y contrastamos con la lluvia y el lodo. Hasta ahora han pasado mis dos horas favoritas en Hipnosis. Dos bandas que, en su contraste, ayudan a llevarme al punto medio mientras veo a gente que sale cargada del lugar porque los excesos y la juventud siempre nos invitan a un extremo, pero también hay gente que se va porque está demasiado cansada o mojada. Nosotros, en cambio, estamos en el punto medio, nuestra complicidad nos ha mantenido a flote, la lluvia no es un problema, es un agregado a la experiencia.

Tenemos un café y una galleta

Después decidimos alejarnos del escenario y acercarnos a la fogata, nos calentamos un poco junto a otras 50 o 100 personas que observan el fuego como un milagro. Desde ahí escuchamos un poco de Allah-Las, que hacen demasiado “revival” de la psicodelia sesentera. Nos da hambre y vamos por un choripán, sabe bien, pero no sabe tan bien como el pésimo y quemado café que nos tomamos después de una fila de casi 30 minutos en la que platicamos y añoramos la bebida caliente. Antes de que tomen nuestra orden y nos cobren empieza a tocar Unknown Mortal Orchestra de quienes, sinceramente, no soy muy fan, pero no importa, tenemos un café y una galleta cada quien y el camino lleno de lodo no nos incomoda, nos da risa y así dejamos sorprendernos una vez más.
Las expectativas son tan malas como el cáncer, no te dejan disfrutar nada y son un mal que simplemente se expande por toda tu psique haciendo metástasis en tu cuerpo y alejandote del verdadero disfrute que es estar en el punto medio. UMO nos vuela la cabeza, sabemos estamos a punto de que esta maravillosa velada termine y nos quedamos parados frente a una de las agrupaciones australianas más importantes de la década. King Gizzard & The Lizard Wizard están en el escenario y todo explota. Los 90 minutos más cortos que jamás haya vivido, simplemente boquiabierto ante la maquinaria que estos 7 australianos hacen funcionar a la perfección. Una máquina con jerarquías marcadas entre sus dos bateristas o sus tres guitarristas. El bajo está detrás, en las sombras, sin embargo está en el punto más alto de la tarima, como si fuera un trono para el rey y sus súbditos observan cómo él es el King Gizzard y los demás son el Lizard Wizard. Un triángulo perfecto dibujado en el escenario en el que el punto medio está en lo alto.

A ese punto medio

Termina todo, pero el punto medio nos lo llevamos. King Gizzard & The Lizard Wizard puso el espacio, la suspención del tiempo y la carrera al abismo. Pero OM puso la revelación. Y entre los dos el punto medio. Y con lodo y silencio comenzamos el regreso a casa, eso otro punto medio. En resumen el Hipnosis 2018 es un triunfo de todos. La organización se rifó, las bandas se rifaron y el público se mega rifó. Sí, hubo lluvia, y problemas de llegada, pero el escenario fue hermoso, el sonido impecable y la atención chingona, y el punto medio nos dicta la respiración y la generosidad entre todos. Será uno de esos días que nunca voy a olvidar.
Gracias a Hipnosis por la oportunidad de encontrar el punto medio. Allá se queda, para que el próximo año lo encontremos de nuevo y disfrutemos tal y como lo hicimos esta edición. Gracias a Yiru por ser de ahora en adelante un cómplice en mi vida. Gracias a OM y a King Gizzard & The Lizard Wizard por llevarnos a ese punto medio.

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Vikingo Morales@vikingomorales
Fotografía de Yiru@yiruim