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Adictos con problemas estomacales: The Adicts en Carpa Astros/México

- Por: helagone

por  N. Riva-Cano
Estoy sentado en medio de dos preciosas mujeres, estamos aplicando el auto-sardina camino al concierto y además de medio quedarme jetón, en lo único que pienso es en llegar al baño lo más pronto posible antes de reventar.
Nos dirigimos a la Carpa Astros pero no a la primera vez en que veré a The Adicts. Recuerdo aquella tocada festiva, sudorosa y aguerrida en el Cultural Roots, por ahí del 2007. Portazo, playeras rotas, pelos parados y mucho punk rock.
Vamos tarde, ya nos perdimos a los teloneros, así que ni hablar de ellos. Baste decir que Garrobos, Conflicto de Libertad y Disolución social se encargaron de calentar el escenario. Finalmente llegamos. Mi estado es casi comatoso. Me recupero (o al menos sostengo la esperanza) de una de las peores crudas que jamás haya tenido. Mezclar cañita, mezcal, cerveza y perlas negras es tan estúpido como suena.
La audiencia más fiel, la que luce los atuendos más panks, espera alrededor del recinto, chela en mano. ¿Alguien podría culparlos cuando la bebida está en 80 pesos? Los dueños de las misceláneas cercanas ya deben estar pensando a dónde ir de vacaciones este verano.
Decido no esperar un minuto más y entramos. Aún no salen. El lugar no podría ser más idóneo para esta banda de Ipwich, Inglaterra. La carpa del antes circo Atayde y sus alrededores mantienen esa fachada de carnaval que tan bien empata con el show que estamos por ver.
Un carrusel adecuado como barra resguarda de la lluvia a algunos. Corró a los baños, la fila es interminable y el tipo que está en la caseta parece tener un tapón atorado. La gente está animada. Pese a que impera el look maloso y desparpajado, la mitad de la audiencia bien podría estar también en cualquier otro concierto de rock. Lo que nos une al final, punks por fuera o por dentro, es la chavorruquez marcada de los asistentes.
Nos acomodamos atrás, la expectativa crece. Desde la consola principal comienzan a ambientar la entrada, ponen algunos imprescindibles y clásicos del punk rock en español y ¿Blur? Bueno, igual prende, la gente está lista (y un poco harta de la esperar). Un teclado estelar resuena en la carpa, las luces se tornan violeta, al fin, aquí están: Pete Dee a la guitarra, Kid Dee en la batería, Scruff en guitarra, Dave al bajo y uno de los mejores frontman que se podría ver en vivo actualmente, Monkey, ellos son The Adicts.

The Adicts

Foto: Martín Centeno/Fuente: revistavicio.com


Arrancan con el clásico “Joker in the Pack” que captura la esencia de la banda, la burla, el cinismo, la alegría sardónica del bufón. Sin dejar ni un segundo para recibirlos continúan con “Let’s Go”. Al comienzo el sonido parece mal equalizado, suena brumoso y sobresaturado pero pronto pierde toda importancia.
Todos lucen sus atuendos clásicos, Dave porta un sombrero vaquero, Kid Dee hace gala de una garganta potente y anima a todos a corear junto a ellos, Monkey sale ataviado con un traje psicodélico de maestro de ceremonias salido directamente de tus mejores peores pesadillas. Continúan minuto tras minuto con clásicos como “Tango”, “Easy Way Out”, “Numbers”, “Just like Me”, desbordan energía con la profesionalidad que sólo 35 años de carrera pueden lograr.
Una tras otra suenan, observo feliz pero compungido, el dolor-cansancio-crudez-confusión crece en mí y experimento una de las peores situaciones posibles: música para slamear, prenderse, estar al frente, darse solidariamente en la madre y yo no puedo ni moverme. Me imagino unas tumbonas al fondo del lugar, ah que a gusto los vería desde ahí. No puedo ni mantenerme en pie, estoy dando el viejazo, tan joven.
¿Y los adictos?Nada. Sudan, bailan, tocan, invitan a la gente a aplaudir, a corear con ellos esos viejos himnos del punk, Monkey cambia de atuendo cada 3 o 4 canciones, un bombin blanco, uno negro, camisas y sacos brillantes, baila, lanza papeles al aire, la gente está feliz… al menos la mitad de la gente. Yo me cargo una diarrea tamaño familiar, no sé cuál sea el pretexto de los demás que, así como yo, sólo observan en silencio desde la mitad de la audiencia. Los chicos advierten la baja energía de la audiencia, parecen reclamarnos, nos dicen: “¡Sonrían!”. Será porque somos asalariados (o ni eso) y vivimos en donde vivimos (y estamos crudos o diarréicos o cansados) que la mayoría apenas responde. Ellos insisten, levantan los brazos, parecen pensar: “esta es una puta fiesta, venimos a darles una fiesta, un motivo de alegría y eso van a tener, aunque no quieran”.
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Foto: Alberto Barajas/Fuente: elalebrije.net


Monkey se trepa a los andamios de la iluminación a cada lado mientras canta, sueltan “Bad Boy”, “Jhonny Was a Soldier”, “Chinese Takeaway”, “Who Split my Beer?”, serpentinas van y vienen, iguales a las que Monkey ha amarrado al atril del micrófono. Elegancia paródica y sonrisa de desquiciado.
Lo logran, nos tienen en sus manos. Aplaudimos al unísono con ellos, nos divertimos, aunque sea al fondo del interior de estas corazas que llamamos cuerpo. Hay buen ambiente, el carnaval puede seguir. Al frente se ve el slam chingón, a gusto los putazos, el brincoteo loco. Un chico que regresa del campo de batalla, exprime el sudor ajeno y propio de su camiseta cerca de mí. Añoro estar al frente, el estira y afloja de navegar con la muchedumbre y perderse entre guitarrazos al ritmo de Kid Dee.
El sonido ha mejorado bastante y se alcanzan a escuchar con mayor claridad las propuestas indecorosas que nos extienden. Que hay una after delirante… pero sólo podemos ir si somos amigos de un tal Charly. No podría ir ni aunque me invitaran las drogas, mi sistema digestivo se cobra tanta briaguez impune.
La noche llega a su fin, la imprescindible “Viva la Revolution” llega junto al cover tan sonado que sirve a la hinchada del Liverpool como himno oficial “You’ll Never Walk Alone”. Ambas sacan lo mejor y lo peor de todos. Del escenario varias pelotas gigantes comienzan a rebotar sobre el público. En su punto más conmovedor, todo termina, la comunión, climática desde el principio, ha sucedido. Ellos dan las gracias y hacen un playback de “Bring me sunshine” de Willie Nelson, se despiden complacidos y sin encore, todo se ha dicho.
Las luces se prenden. Salimos de ahí, todos van satisfechos; parte de mí está con ellos, complacida de haber visto un gran show, pero la mayor parte de mí sólo quiere llegar a la letrina más cercana.