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#EnElAjo: Primer Salario. Nueva columna de Manuel de J. Jiménez

- Por: helagone

Por Manuel de J. Jiménez
Iniciar el año y recibir el primer salario. Después de sofocar el aguinaldo, acrecentar los intereses de las tarjetas de crédito y repartir chocolates a los compañeros de trabajo, los oficinistas logran desabrocharse el botón de la camisa sin desanudarse la corbata. Ocultan la deuda con el 2015. Porque se mandaron finalmente muchas tarjetas inbox anunciando prosperidad para el 2016. El mes de enero es el más difícil porque hay una cuesta y muchas encuestas buscan predecir las tendencias políticas, musicales y cinematográficas. Además las cabañuelas pronosticarán la fortuna y la felicidad desde los primeros días. En realidad hay poco por hacer cuando el destino se cuaja con el frío y el sol de invierno quema la nuca de los optimistas. En ese tránsito, el ciudadano es una ficha que será colocada inesperadamente en el tablero (en la cuadrícula de Excel) por ese espantoso demiurgo que controla las leyes de la causalidad. Si el individuo se resistiera al poder de ese genio maligno (como lo describió Descartes), éste quedaría reducido a neblinas, pues no hay nada que su delgada voluntad pueda hacer frente a la fuerza que abre o cierra sus canales sensoriales. Entonces: dudar.
Iniciar el año y recibir el primer salario. El 8 de enero de 2016 a través de su cuenta de twitter, Enrique Peña Nieto escribió: “Misión cumplida: lo tenemos. Quiero informar a los mexicanos que Joaquín Guzmán Loera ha sido detenido”. En ese momento, la declaración oscilaba entre la verdad y la mentira. Un acontecimiento de esa magnitud, expresado por las redes sociales, podía ser un microficción de corte monterrosiana: el Chapo seguía allí. ¿Qué misión se cumplió? La gente empezó a especular bastante sobre el significado del tuit del señor presidente. Después empezaron a circular algunas fotografías del mítico personaje donde se le mostraba sentado, meditabundo y en ropa interior. Horas después circuló entre los centros de información, la noticia de que los actores Sean Penn y Kate del Castillo habían realizado una entrevista al capo más poderoso del mundo en 2015, mientras éste se encontraba prófugo. Posteriormente se dieron a conocer algunos fragmentos de las entrevistas para alimentar a los curiosos. También se estrenaron programas especiales, imágenes y narraciones sobre la recaptura, donde se muestra que más que un operativo de inteligencia fue un acto de serendipia lo que permitió que las autoridades descubrieran al Chapo. Por supuesto que bajo teorías de la conspiración, nada de esto tiene sustento y el asunto es un espectáculo mal articulado a favor de la imagen de una administración que se desmorona en sus cimientos. Iniciar el 2016 con una tremenda caja china.
Chapomeme
Pero lo interesante aquí no es la veracidad ni la verosimilitud de los hechos, aspecto que sí fue toral para calificar otros casos como Ayotzinapa y Apatzingán, sino la narratividad que agencia varios discursos en una sola dirección. Lo novedoso es que el demiurgo opera en esta historia sobre un plano mitológico. No hay un tablero que fije las piezas. Lo importante se traslada hacia otro lugar: de un examen de autenticidad, el discurso pasa a una zona limítrofe entre la ficción y la realidad. Detenido en ese umbral de indeterminación, la racionalidad de la prueba, del testimonio, pasa a diluirse bajo la figura de un arquetipo literario: “Sin oferta, no hay demanda. Anímese don, sería usted el héroe de héroes. Trafiquemos con amor, usted sabe cómo”, fue la invitación de Kate del Castillo, protagonista de las épicas más fabulosas de las narco-telenovelas. Sin duda un personaje más sugestivo que el “Robin Hood paisa” o el “Señor de los cielos”.
Volviendo a la hipótesis del genio maligno, el ciudadano puede poner en duda todo el escenario desde sus raíces: las matemáticas de las cifras oficiales, el teatro mundo de la política o cada uno de los “buenos días” que se pronuncian al comenzar la mañana. Entonces algunas comunidades borrarán en orden alfabético todos los conceptos hasta que el país tenga una sola certeza, una regla elemental: se prohíbe no pensar.