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Festival Marvin CDMX 2017: En búsqueda del riff

- Por: helagone

por Patricio González
@GiganteDePraga
El calor sofocante y tóxico presentaba un enorme obstáculo a la siempre caótica tarea de cachar sets en un festival de múltiples foros, donde o se ven muchas presentaciones a medias o se sacrifica la cantidad de artistas que uno ve, en pos de apreciar la presentación completa de unos cuantos. Opté por seguir la segunda en la medida que se pudiera. No solo por que es la opción moralmente correcta en el universo de la crítica del rockanroll y lo que dicta el esnobismo artístico, pero porque aún no comenzaba la acción y de pura caminata ya necesitaba una muda de ropa. Por esto trataría de pasar la mayor parte del tiempo dentro del confort de foros oscuros, que huelen a baño y cerveza…y que al final, seguramente estarían igual de bochornosos que aquel entorno de asfalto hirviendo y aire contaminado del que huía.
Iba preparado con una estrategia que concentraba toda la actividad en tres foros nada más: el Covadonga, Foro Bizarro y Cinespacio 24. Este plan giraba en torno a distancias a recorrer y géneros a escuchar. Si lo de usted no es el guitarrazo, tal vez quiera parar de leer en este punto.
Aún es tiempo.

Bueno, se lo advertí. Me dirigí al Bizarro a ver a la banda gringa Plastic Pinks, todo el tiempo arrepintiéndome de mi decisión de prendas pero listo para empaparlas aún más, al ritmo de garage psych sudoroso. Iba tarde, llegaría a ver los últimos diez minutos. Ni eso. Antes de entrar me encontré con la figura esquelética de Loza de The Bela Lugossips, quien traía noticias desde el más allá: Los Pinks ya habían terminado. Tocaron poco y empezaron antes. Ni modo. Ya había llegado al oasis y me tendría que conformar con ver a la siguiente banda en el horario de ese foro: Juana La Rodillona. Se treparon al escenario con un mal balance en la mezcla, con todo siendo opacado por el aporreo brutal a la batería. Su punk es de línea Vive Latino, como un Molotov de los 90 pero de baja manufactura. Con afán de hacer su punk ‘diferente’, agregan arreglos de vientos (tocados en sintetizador), samples y toques de ska y rap. Sin embargo, estos elementos no logran fusionarse de manera sutil y más bien aparecen forzadamente superpuestos. No aguanté más de cuatro canciones, abandonando el recinto y traicionando los mandamientos que me había impuesto para esta tarea.
Tras este comienzo dudoso, me encaminé al Cinespacio 24 para ver a los españoles The Wheels. Al arribar, la banda peruana La Lá aún estaba tocando. Linda voz sin duda, pero algo lejos de lo necesario para encender la mecha del festival. ¿Dónde estábamos los verdaderos fans, la gente emocionada, los ridículos que lloramos, los intensos que gritamos y armamos el slam? Sin novedad en el frente. La Lá se disfrutó pero el festival continuaba modorro. No lograba despertar del todo. El foro comenzó a llenarse de gente con pinta emo punk, evidentes fans de Touché Amoré, quienes tocarían después de The Wheels. Los gritos de purga y sonidos estridentes tendrían que esperar a que los chicos nice del psych pop hicieran lo suyo. Cinco hombres salidos de un comercial de alguna marca de surf tomaron el escenario. Sus caras bonitas reflejan el carácter de su música; buena onda, relajada y bien amarrada. Definitivamente música soleada y mañanera, como para que el Marvin despegara los párpados y estirara sus coyunturas. La presentación exhibió melodías dichosas y harmonías precisas, guitarras brillantes, un órgano nostálgico y un timbre de voz entre John Lennon en The Magical Mystery Tour y Peter Noone de Herman’s Hermits. Sin comprometerse con la tarea de derretir cerebros, los españoles suenan más pop sesentero que psych. Esperé a que tocaran su más reciente sencillo ‘Mr. Hyde’ para luego dirigirme al Salón Covadonga.

Ya era hora. La alarma había sonado en forma de The Black Lips y con ella se habían terminado las excusas para no bailar, cantar, tomar y comenzar el libertinaje que siempre acompaña un festival de música popular. Como tal vez sabrán, las presentaciones de The Black Lips son legendarias por el caos desenfrenado que desatan. Sus babosadas sobre el escenario acompañadas del flower punk que profesan tienen el efecto sobre su público igual al de la descarga electroestática que incendió al Hindenburg. Ese sábado no se esperaba menos. Al llegar, confusión. Un público estático. Una escena lejos del mosh pit violento y exaltación colectiva que imaginaba. Más esto no duró. Los Lips hacían lo suyo mientras los empujones comenzaban a cargo de un grupo de jóvenes incomprendidos. En sus filas estaban miembros de Las Pipas de la Paz y Carrion Kids, quienes sin duda toman a The Black Lips como grandes referentes en su propia música. El campo de batalla se tornó bélico cuando un ataque aéreo de misiles en forma de rollos de papel de baño, vasos de cerveza y globos se dejó caer de los cielos. Ahora si era un concierto de The Black Lips. Entre la maraña, besos salivados entre los guitarristas y la alta energía de la presentación yo sólo pensaba en lo influyentes que han sido sobre toda una generación nacional de hijos del garage. Más adelante estaban miembros de Los Headaches, quienes se desbordaban de amor por los ídolos de Atlanta. Un amor que llevó a uno de ellos a invadir el escenario para luego ser retirado agresivamente por los de seguridad. Todo esto entre coros medio cantados medio gritados, guitarras chillonas, la incesante batería y para terminar, un encore que consistió en ‘Bow Down And Die’ de The Almighty Defenders. El Festival Marvin 2017 estaba al rojo vivo.
Dos pisos abajo, en la Cantina Covadonga, el punk estaba por continuar pero de una manera muy diferente. La banda francesa FAIRE fue la elegida para que el huracán desatado por los Lips no parara. Sintetizadores, caja de ritmos, percusión, guitarra y voces instigadoras y recitadas ferozmente fue el arsenal elegido para continuar el ataque sonoro. Ritmos de altísimo tempo llenaron la cantina, la cual incrementaba en temperatura exponencialmente. De pronto, implosión. Fue demasiado. Se cayó la corriente eléctrica.
Silencio…

Regresó la electricidad y la banda sonaba mejor que antes. Ya sin camisas, sus abdómenes chorreando sudor, señas lascivas y sus bases de techno de chaka-raver hardcore le dieron a la presentación un toque extrañamente homo-erótico. Su post-punk sintético fue provocativo, pero no lo suficiente como para hacerme olvidar que debía caminar de vuelta al Foro Bizarro para cachar el set de The Bela Lugosspis.
De nuevo venía algo tarde. Esa caminata del Covadonga al Bizarro siempre resultó más larga de lo que se esperaba. Estaba emocionado, le veía un gran futuro a la noche y tenía sed de guitarrazo. Desde afuera podía escuchar el escándalo que los Lugossips ya habían comenzado a conjurar. Los había entrevistado unos días antes y sabía que era un nuevo comienzo para la banda. Acababan de estrenar su sencillo ‘Save Our Rock N Roll’ y traían otras composiciones nuevas. Dejaron claro que estaban muy orgullosos de haber aterrizado en el cartel del festival. Y demostraron su agradecimiento a través de un set contundente. Canción tras canción mi sed de guitarrazo fue saciada. Tocaron con una convicción envidiable y sin duda se sintieron los reyes de la noche. Loza, el guitarrista, vocalista y claro frontman de la banda, se lanzaba en trance hacia la audiencia, hizo crowd surf y perdió varias cuerdas de su instrumento en la hazaña. La fusión de psicodelia, grunge y death rock de alto voltaje y volumen nocivo que los caracteriza fue ejecutada como si hubiera sido la presentación más importante de su joven carrera, y probablemente lo fue. Recordé una de las pláticas aledañas al Festival Marvin a las que había asistido el jueves previo. En ella se comentó la importancia de aprovechar las oportunidades que nacen de tocar en festivales de talla mediana y grande y de trabajar aún más duro una vez que esto ha sucedido, con el fin de no dormirse en los laureles y acabar perdidos en las esquinas obscuras de la brutal historia de la industria musical. Al terminar la última nota, aproveche a rezarle a Satán, pidiéndole que The Bela Lugossips siguieran ese consejo y no se despistaran ante su evidente éxito. Al dirigirme a la salida vi a Loza platicando con Sean, de la disquera californiana Burger Records, y mi alma descansó un poco. Gracias, Satán.

Luego llegó Television.
El Salón Covadonga atiborrado y todo tipo de fan — desde el contemporáneo a la banda hasta el que los conoció cuando se reveló el cartel — mordiéndose las uñas por ver a las leyendas del punk setentero que jamás fueron punks. Desde la primera nota de ‘Prove It’ hasta la última de ‘Friction’, todo fue felicidad. Para muchos, tener a los neoyorquinos enfrente, a unas cuantas filas de cuerpos, fue un sueño inesperadamente hecho realidad por el Marvin. Y lo mejor de la situación era que dentro de ese recinto relativamente pequeño no se sentía como una presentación de festival, si no como un concierto íntimo con Tom Verlaine, Billy Ficca, Fred Smith y Jimmy Ripp. A unos metros podía ver a amigos y conocidos pero decidí quedarme apartado y disfrutar de esta ocasión de manera solitaria y egoísta. No la quería compartir. Quería que toda fuera mía.
Sonó ‘Elevation’ y los gritos que salieron de mi garganta confirmaron que es mi canción favorita del Marquee Moon, con esa atmósfera dramática y tensa que crea, solo resuelta por un coro pausado y aliviado por unos de los bends de guitarra más deliciosos que jamás se han tocado. ‘Venus’ me remontó a aquella noche en la universidad donde Marquee Moon habrá sonado completo mínimo unas diez veces seguidas mientras trataba de acabar un ensayo de psicología — la noche que me enamoré completamente de Television. Luego, sucedió el momento más destacado de la presentación. Verlaine y Ripp dieron cátedra de improvisación precisa y sincronía en ‘1880 Or So’, con su sección de drone y extenso soleo de guitarra.
Para cualquier persona que hubiese pensado que la más alta apuesta del Marvin no iba a ser más que cuatro viejos intentando revivir glorias pasadas, no podrían estar más equivocados. Tal vez no tengan canciones nuevas, pero las que hay son atemporales y testamento de una de las agrupaciones de rock de guitarras más creativas que ha pisado esta maldita Tierra. La destreza musical de todos los integrantes aún está en vigor y su sonido en vivo es igual de impecable y libre al que presentan en grabaciones. La banda que no suena a nada que vino antes y que jamás ha sido igualada posteriormente, a pesar de su influencia en géneros como el new wave e indie rock, no tuvo problemas para apantallar a su fiel público mexicano. Tantos aplausos, chiflidos, wuuuus y ooooohs pusieron a Verlaine un tanto incómodo, más no se podría interpretar como ingratitud. Simplemente asombrado con un público tan halagado por su presencia — una anomalía en las vidas de quienes lo contemplaban, sabiendo que probablemente no se repetiría.
Entre nostalgia y emoción se pasó rápidamente la hora que la banda tocó. De pronto el Covadonga se encontró con el largo solo de ‘Marquee Moon’ retumbando dentro de sus paredes. Que privilegio. No obstante, estábamos cerca del fin. Television regresó después de una corta pausa a cerrar con ‘Friction’. Al finalizar, un claro aire de satisfacción total impregnó el foro, aunque sin problemas nos podríamos haber quedado otra hora a escuchar temas faltantes. Habrán detractores, pero mi felicidad fue tal que nada de lo que pasó después de esto tuvo relevancia alguna y por eso no merece ser contado. Television había terminado, y con ellos el festival. Hasta la próxima Festival Marvin y adiós Television, los extrañaré por siempre.
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