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La economía del apocalipsis zombie

- Por: helagone

Por Diego Castañeda
@DiegoCastaneda
En el año 2008 el académico William Bernstein de la universidad de Yale acuño la idea “trilema del comercio” en su intento de explicar cómo el comercio le ha dado forma a nuestro mundo. Dicho trilema consiste en comerciar, proteger o asaltar. La lógica es la siguiente: en ausencia de una autoridad más allá de la tribu, el “emprendedor” invariablemente elegirá asaltar, en presencia de una autoridad en contestación con otra elegirá proteger, y cuando la autoridad sea sólida elegirá comerciar.
Bernstein desarrolla esto para tratar de explicar las razones por las cuales el periodo neolítico fue caracterizado por bajo crecimiento, sujeto a la ley de Malthus (la población está limitada por lo que la economía pueda sostener) y donde la innovación y el comercio eran limitados, pues la incertidumbre sobre una vida solitaria, pobre, fea, bruta y corta, como la habría de describir Hobbes, era absoluta.
Se preguntaran ¿qué tiene que ver esto con zombies? Y la respuesta es muy sencilla: en el mundo desde el paleolítico hasta la antigüedad las condiciones económicas de la sociedad no eran muy distintas a aquellas que suelen caracterizar el imaginario de un apocalipsis zombie (o de cualquier otro escenario post-apocalíptico en la ciencia ficción tipo Mad Max).
El hecho que hace comparable a la vida del neolítico con la de el apocalipsis zombie es que en ningún caso existe el Estado. En el mundo del neolítico, las tribus nómadas de recolectores y cazadores comenzaron a asentarse conforme descubrieron la agricultura, y con ella comenzaron una rudimentaria división del trabajo y desarrollo tecnológico básico. El término que usamos para referirnos a estos hechos es “la revolución neolítica” conforme la frontera de la población se expandió la productividad marginal de la agricultura aumentó permitiendo asentamientos de entre 50 y 300 personas en aquellos lugares geográficamente favorables para la producción.
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Sin embargo, la revolución neolítica también acabo con la cooperación característica de las tribus nómadas. Conforme el nivel de vida de estos asentamientos se elevó ligeramente por arriba del de subsistencia, se crearon otras tensiones, la misma naturaleza de la propiedad cambió, los subproductos de esta revolución fueron de alguna forma los derechos de propiedad y la desigualdad. El conflicto entre asentamientos y grupos nació y, con él, el trilema de comerciar, defender o asaltar.
El mundo del apocalipsis zombie conceptualmente no es muy distinto que en el neolítico, la falta de Estado, en este caso por colapso, deja pequeñas “tribus” nómadas y pequeños asentamientos en una competencia voraz por la supervivencia del más apto. El darwinismo social lleva a algunos a cooperar para mejorar sus opciones de supervivencia y en otros casos a competir para apropiarse de recursos valiosos.
En tales circunstancias, sin la existencia de un Estado que medie entre las facciones en conflicto, el comercio sería escaso, el equilibrio social ocurriría en pequeños grupos más interesados en defenderse o atacar a rivales. El conflicto constante limitaría la capacidad de innovación y producción de los grupos, conforme ellos dedican más recursos a actividades relacionadas al combate que a la producción.
El poco comercio que llegara a ocurrir sería en forma de truques y ocurriría en términos de comodities valiosos como municiones, armas, medicamento o protección. La producción sería generalmente de subsistencia con pocos excedentes y un nivel de productividad bajo, pero que tendería a aumentar por el proceso de aprendizaje y especialización. A su vez, este modo de producción traería una nueva economía política, centrada en la capacidad de defensa. Para sobrevivir en un mundo así, las tribus o grupos eventualmente tendrían que redescubrir el que quizá sea el mayor invento del hombre: el Estado.
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Entre muchos de los teóricos sobre el surgimiento del Estado, como Charles Tilly o Mancur Olson, se apunta a que la formación de estados puede tener una racionalidad económica, grupos de individuos con capacidad productiva pero falta de capacidad defensiva podrían ser victimas fáciles de otros grupos que tengan una estrategia de “asaltar”; sin embargo, estos rápidamente encontrarían más rentable, en términos de supervivencia, ofrecer su protección a cambio de una porción de la producción a modo de pago.
Para esta corriente que busca explicar la existencia del Estado por vías institucionales, dichos arreglos terminarían en dos posibles tipos de Estado, unos con características más republicanas, con una distribución del poder y de recursos más horizontal, o terminarían en estructuras monárquicas con distribuciones de recursos y de poder verticales. Si bien ambos casos sucedieron, la evidencia histórica apunta a que con más frecuencia los estados de características monárquicas o dictatoriales que aparecieron sobrevivieron más, mientras que las pequeñas “repúblicas” desaparecieron. Es previsible que en el mundo zombie dichas circunstancias se repitieran.
Los sobrevivientes en un mundo zombie rápidamente se enfrentarían al mundo descrito por Hobbes. Eventualmente conforme asentamientos de sobrevivientes crecieran en tamaño y comenzaran a tener una mejor especialización, se podría observar incrementos en productividad y rendimientos agrícolas que permitieran otras actividades, con el paso de tiempo seguramente se volvería a un mundo parecido al de la antigüedad o quizá al de la Edad Media.
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El mundo de los sobrevivientes al apocalipsis zombie eventualmente tendería al feudalismo y, como consecuencia, a la explotación y la desigualdad. Los estados que se formen volverían a tener que pasar por un proceso como el de la revolución gloriosa en Inglaterra (1688), el comercio volvería a ser un transmisor de crecimiento y tendrían que transformar gradualmente su modo de producción conforme lograran acceso a la suficientes fuentes de energía. Al paso de algunos siglos quizá se volvería a vivir otra revolución industrial y otro boom de crecimiento que permitiera romper la barrera malthusiana. Con una industria naciente, rápidamente se exterminaría la amenaza zombie y la maquinaria industrial de los nuevos estados, sedienta de recursos para continuar su expansión, llevaría el comercio a todos los rincones para hacerse de materias primas.
La supervivencia tras el apocalipsis zombie al final dependería de que el hombre se diera cuenta que el Estado y las leyes son sus mejores armas y que siempre han estado en el origen del progreso que hemos tenido como especie.