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La UNAM, el Justo, el okupa y el estudiante

- Por: helagone

Jonás Hernández Díaz, del Mundo Enfermo y Triste (a.k.a. Budokai Epic Fighting segunda temporada)
En los pasados días una noticia sobre un asunto casi exclusivamente universitario, y particularmente de los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (FFyL), pasó del interés de unos pocos a ocupar sendos espacios en los medios de comunicación a nivel nacional. El asunto, claro, es la ocupación del auditorio Justo Sierra, renombrado “Che Guevara” por sus distintos ocupantes a partir de 1968.
Las distintas coyunturas políticas dentro del ámbito universitario han provocado un ciclo de ocupación-desalojo del inmueble en cuestión, pero el más reciente pasó de ser una vuelta más del ciclo a convertirse en, cada vez más, un escandaloso suceso. Escandaloso por prolongado, pero escandaloso sobretodo por la degeneración del sentido primario que tuvo la ocupación, a saber, las juntas del CGH en la huelga de 1999. La ocupación vino después de la huelga y el poder sobre el uso del inmueble fue cambiando de “grupo estudiantil” con los años, hasta llegar al conflicto de diciembre de 2013 a marzo de 2014.
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Pero los hechos históricos así enlistados pierden el sentido cuando ya han sido pronunciados hasta el hastío por todos los medios de comunicación. ¿De qué sirve describir una vez más qué grupo sacó a cuál otro, cuando el problema de fondo es mucho más serio? Para explicar la situación del auditorio Justo Sierra, permítase imaginarse en dos situaciones opuestas: una como okupa y la otra como estudiante de cualquiera de las 14 carreras que se imparten en la FFyL.
Comencemos pensando como un “okupa”. Probablemente se pueda ahorrar esta explicación si a un término mucho más mexicano le extraemos el contenido supuestamente revolucionario, dicho término es “paracaidista”. Tal vez usted estudie, nunca haya estudiado o en algún momento lo haya hecho, eso no es lo importante, lo que sí es importante es que está decidido a ceder en algunas comodidades en miras de obtener otras y además, conoce a las personas correctas. Un buen día, dichas personas correctas le ofrecen una oferta inmejorable: habitación gratuita en una de las zonas de más alto valor urbano al sur de la Ciudad de México, más la posibilidad de un espacio de suelo de uso comercial a unos cuantos pasos de su dormitorio. ¿Y qué hay que pagar a cambio? El único requisito es estar dispuesto a presentarse en cualquier asamblea estudiantil de la facultad que tenga como objetivo tomar alguna decisión y, de acuerdo a las instrucciones del líder en turno, forzar a la asamblea a formar un pliego petitorio que anule cualquier posibilidad de decisión real. Si se trata de decidir sobre el plan de estudios, los okupas observarán la necesidad de apoyar la revolución en Egipto, si se trata de la devolución del Auditorio Justo Sierra, los okupas entonces suponen impostergable la obligación del pleno de tomar postura a favor de los pueblos de usos y costumbres. Con esta pervertida idea de democracia, un acto casi circense de más de 8 horas termina por sofocar cualquier iniciativa estudiantil.
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Al estudiante le quedan dos caminos a seguir: estar de acuerdo con la manera en que se ocupa el auditorio Justo Sierra, es decir, como dormitorio, bodega y por extensión, tianguis y ser reconocido como “revolucionario” o “estudiante con conciencia de clase” o en su defecto, pugnar por la devolución del auditorio a la institución y ser señalado como “reaccionario”, “pequeño burgués” o “lumpenproletariado”.
Más de una década el auditorio Justo Sierra ha sido enajenado de la administración universitaria y a lo largo de una década auténticas iniciativas universitarias han tratado de devolver el poder del auditorio a quien legítimamente le corresponde, sin llegar a lograr nada.
Quien escribe estas líneas fue testigo, a su paso como estudiante de la FF y L, del mecanismo mediante el cual la ocupación se ha extendido más allá de cualquier límite tolerable:
• Algunos estudiantes toman la iniciativa de formar una asamblea para decidir el futuro del auditorio.
• Dicha asamblea comienza a la una de la tarde en el estacionamiento de la facultad.
• La asamblea pretende tener como primer punto, la devolución del auditorio a las autoridades universitarias, para el retorno de las actividades académicas y culturales a dicho espacio.
• Aparecen los grupos “de izquierda” en grupo y se hacen con el poder de la mesa directiva, para luego forzar a mover la asamblea al auditorio Justo Sierra.
• Se propone la organización de las participaciones y se inscriben todos los ocupantes (más de 60 personas)
• Se alarga la asamblea por tantas horas como es posible, hasta que los que inicialmente planearon la asamblea, abandonen el recinto.
• Se elimina el punto original (devolución del auditorio a las autoridades) y se redacta un pliego petitorio que incluya tantas propuestas disparatadas como sea posible.
• No pasa nada.
La facilidad con la que han seguido manteniendo bajo control el espacio universitario usurpado provoca que nos preguntemos si en verdad los únicos beneficiados son sus habitantes (okupas) o también las autoridades. Todo parece indicar que tener tan a la mano un grupo de incondicionales, es benéfico para quien está interesado en que no exista ningún cambio real dentro de la universidad.
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Es necesario entender que el problema de los dos grupos enfrentándose por el espacio ocupado no tiene ningún contenido ideológico. No son anarquistas, no son socialistas; son dos grupos que pugnan por una plaza. Y la plaza, como en cualquier otro lugar, seguirá siendo de quien esté dispuesto a hacerle el juego a las mismas autoridades que se han hecho de la vista gorda durante más de una década.
Ahora que todos los ojos están puestos sobre la Universidad ha llegado el momento de actuar, de forzar la salida de los grupos que empañan la idea de izquierda política. Es momento de estar a la altura y evitar que las autoridades universitarias sigan dejando pasar el tiempo. Ahora, cuando todos observan, es cuando no debemos dejar que cualquiera que tenga el poder de lograr un cambio, se esconda.