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#LadoB. Sting y algunos hijos de la Stingada (parte 2)

- Por: helagone

por Alain Derbez
@Alain_Derbez
Lee la parte 1
Dos
Todos los días despertarías con el ruido de estos máquinas infernales- le diré a Sting refiriéndome a los trascabos que desde hace meses están destruyendo la barranca de Río Guadalupe, la que divide el viejo pueblo de Tetelpan de la colonia de Las Águilas, la que se suponía zona minada y en la cual no se podía construir y que ahora tiene trazados lo que parecen espacios para fraccionamiento lujoso, de esos de arco en la entrada y muchísimo billete para quienes lo construyen y una buena cantidad para quienes lo permiten construir y que luego, porque la zona es minada y la naturaleza tiene con la lógica una extraña relación de fidelidad, se caerán; la que podría haber sido reforestada para quedar como alguna vez hace varios años estuvo ahí donde corría un río de aguas limpias y que ahora los grandes anuncios de Solidaridad indican que se está entubando, la que pudo haber sido verde pulmón en esta suroccidental contaminada región del Distrito Federal, pero que no entró en los planes del delgado de Álvaro Obregón sembrando el número cienmil de los arbolitos tan chulos y tan necesarios como el que el soldado plantó para completar los treinta tres mil que según el periódico el ejército sembró al sur de la ciudad…
-¿Todos los días?- preguntará Sting interrumpiendo el informe.
-Pues qué esperabas- contestaré con la confianza que me da la relación.
Sting entenderá entonces que es mejor para él quedarse en su hotel ahí cerca del viejo y apenas vivo bosque de ahuehuetes y sabrá también qué derroteros toma la conversación que pretendo publicar a manera de entrevista. Es claro que vamos a hablar, ahora que se cumplen dos años de que en Brasil se firmó el 4 de abril de 89 la nueva Constitución, ahora que en Guatemala se lleva a cabo la reunión de más de 275 delegados de distintas organizaciones indígenas y populares de veinticuatro países, de ello.
-¿Te acuerdas de la manera en que ilustraron el artículo que sobre ti publiqué en el periódico en 88?- le preguntaré a Sting refiriéndome a la fotografía en que aparece tatuado como se tatúan los indígenas amazónicos del río Xingú (Surucucujaca do pico). ZFM008.017 Eso será suficiente para continuar hablando de la zona, de la destrucción de la biósfera, del cada vez mayor agujero de ozono y el efecto invernadero, del mayor bosque tropical y el más grande sistema fluvial del mundo y de sus habitantes en peligro de extinción. Algo comentaremos del asesinato de Chico Mendes el 22 de diciembre de 88, de los seringueiros extractores del látex y de cómo aprendieron a convivir con los indígenas y no a masacrarlos como otros siguen haciendo por culpa del oro, la madera, el hierro, la bauxita y tantos recursos naturales más que a ojos de latifundistas, ganaderos, grandes empresarios, militares, etcétera, son simple mercancía que hay que tomar sin que importen los 200 mil indígenas que todavía viven en Brasil de los cinco millones que alguna vez hubo; sin que importe la manera de vivir y la cultura de los Xingú, los puturu, los tauanauá, los apuriáa, los yanomami o cualquiera de los ciento ochenta grupos tribales de ese país que han estado ahí desde hace siglos y que ahora por cuestiones de la modernidad tan en boga están dejando de estar y para siempre.  ¿Qué modernidad es ésa?, le diré a Sting citando a Aylton Krenak, el indígena yanomami que coordina la organización alternativo Uniao de Naçoes Indígenas, ¿qué modernidad que es incapaz de asimilar un universo cultural tan diverso, tan rico como, como el de la gente yanomami, esas aproximadamente veinte mil personas con un acervo cultural inmenso, con una historia de seis mil años. Ellos que son capaces de reconstruir la historia que se remonta a la formación de los ríos y de las cadenas de montañas. Ésa es la modernidad de las máquinas infernales y de los cerebros secos como el tepetate y la arena que caen diariamente frente a la casa, como la tierra de lo que antes fue selva y luego fuego y luego sequedad con la que los garimpeiros buscadores de oro cubren los cadáveres de los indígenas muertos por cientos debido a la malaria y otras enfermedades que estos no conocieron sino hasta que llegó el blanco con sus carreteras y sus minas y sus latifundios y sus presas y sus barcos-fábrica y sus reservaciones y sus leyes; hasta que llegó el amarillo con sus bancos enormes y su tecnología para arrasar con cada uno de los árboles posibles y no posibles, cada una de las aves reales e irreales, cada una de las realidades y los sueños de las almas que ahí vivían y que hoy están muriendo a golpe de tuberculosis, gripe, sarampión, sífilis, alcoholismo, gonorrea, tortura, miseria y todas esas cosas que para los indígenas significó la llegada de la civilización tan moderna, tan occidental, tan del siglo XX.

Sting me responderá de manera inteligente y mesurada, ya que ésas son dos de sus características: la inteligencia y la mesura. Luego hablaremos acaso de Amnistía Internacional y de la sección mexicana que debió haber aprovechado su presencia aquí para hacer algo más allá que repartir folletos en las entradas del Palacio de los Deportes. Comentaremos los fallidos intentos por traerlo a él y a Milton Nascimento a dar un concierto en Chiapas y atraer así la atención del mundo sobre el asesinato de la selva chiapaneca y de sus indígenas habitantes. Acaso ya para pasar a comer le preguntaré que por qué se comportó como cualquier pop star ante los ojos ávidos de otro comportamiento distinto al del pop star y que por qué no dio entrevistas. Y acaso me conteste que por eso.
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Texto publicado en Rines (compilación de Carlos Chimal), México, ERA, 1994.