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Lentes de pasta, abrigo gris oxford y un paraguas: el uniforme absurdo que usé una noche tropical para ver la película biográfica de Morrissey

- Por: helagone

por Emiliana Perdomo
@emilianita

“Be yourself.
Everybody else is already taken.”
Oscar Wilde

England is mine fue el título que eligió el escritor y director Mark Gill para la biopic no autorizada de Steven Patrick Morrissey. Y hago énfasis en su nombre completo, no porque sea una fan insoportable de los Smiths (aunque, para mi desgracia, muchas veces sí lo soy) sino porque la película gira en torno a esos años mozos, cuando Morrissey no era Morrissey, cuando apenas llegaba a ser Steven Morrison, nombre que le puso la prensa después de su primera tocada, donde no dejó de figurar por ser brillante pero seguía siendo un cualquiera.
Con tomas en ángulos de pronto incómodos, con un actor principal que adopta todas las muy estudiadas poses afectadas que esperaríamos de un muy joven Moz pero que físicamente no da el parecido (cosa que importa poco, porque el personaje es una mezcla bien hecha de un adolescente tímido e inseguro con aires de intelectual o de ser protagonista en su propia obra de teatro escrita por Oscar Wilde), y el acierto maravilloso de elegir un soundtrack de la música que inspiró al tipo en vez de asolearnos con las canciones de la -futura- banda de los 80, como “My boy lollipop” de Millie Small, “Send me the pillow that you dream” de Johnny Tillotson o “Lonely planet boy” de los New York Dolls, esta suerte de trama ficcionada logra un acercamiento muy íntimo al supuesto de la historia de juventud del ahora polémico frontman.
Podría narrar la historia pero mejor véanla, y si son unos claveles como yo, acompáñenla con la lectura de la autobiografía del propio Moz -publicada en Penguin Classics- y con las Obras Completas de Oscar Wilde.

Quiero, más bien, platicar sobre una sospecha triste que confirmé y entendí con esta película. Alguna vez platiqué con Erika Arroyo, que me decepcionaban terriblemente las declaraciones absurdas que Morrissey hace ya de manera regular en la prensa. Erika (de quien pueden escuchar todos los jueves a las 8 con #Postales una selección músical que jamás incluirá a los Smiths porque le cagan) me advirtió que cuando la gente dice esas cosas en realidad es porque siempre las ha pensado.
No quise aceptar esta verdad hasta que salí del antiguo cine Diana. Todos sabemos que Morrissey dice pendejadas cada que tiene oportunidad. Algunos lo disculpamos, muchas veces, bajo los adjetivos de comunes de “genio” y “polémico”, pero lo cierto es que últimamente está abusando de una idiotez senil, retrógrada y decadente. No voy a enlistar ejemplos porque se me encoge el corazón. Que me disculpen mis amigos más queridos, fieles exégetas en la materia y adoradores del señor que puso la “M” en Manchester y también en México. Tiene una cantidad absoluta y casi absurda de fans en nuestro país que lo llevan en la piel (yo misma tengo parte de la letra de “Cemetry Gates” tatuada en un antebrazo), que hacen discos tributo horribles con sus canciones traducidas, pero me parece importante acotar desde mi fanatismo que ese sensible, irónico poeta que es Morrissey, es también un insoportable mamerto que no “cambió con los años”: siempre fue un culero clasista, lejano de todo lo “mundano”.
Hay una escena en particular que en el cine arrancó risitas entre nerviosas y con sorna. En general hay varias escenas con diálogos atinados que complacen a la fanaticada, gestos y expresiones donde uno dice “típico de alguien tan genial,  yo también hubiera dicho eso, qué brillante, único y especial”. Toda la película gira en torno a eso, a ser uno mismo, pues todos los demás puestos ya está ocupados, como reza el querido Oscar, como repiten los personajes varias veces en los diálogos y como decidí empezar esta reseña.

Sin embargo, ser un genio o ser artista también tiene cierto grado de responsabilidad, en el sentido de saber cómo te diriges al otro, cómo perfilas eso que compartes. Yo no soporto la idea de que el genio es disculpa para el insulto, y no lo digo por tibia. Nunca hay que ser tibios o disculparse por salirse de la norma, pero yo veo una diferencia absoluta entre el argumento y el insulto respecto al acto creativo y al genio.
En una escena en particular, casi al final de la película, Steven Patrick ya asumido en el disfraz de Morrissey, con su famoso copete y a punto de tocar la puerta de la casa de Johnny Marr -interpretado por un Laurie Kynaston muy caracterizado al estilo de James Dean- va a una agencia de empleos por última vez. De manera prepotente y teatral, escribe en su solicitud de trabajo que es cantante y compositor. El viejito que lo atiende se burla y le dice (parafraseando) “-Mira, tengo empleo de cuidador de coches en un estacionamiento, de carnicero (corte a: cara de ofensa absoluta del genio que solo come tostadas y café. Risitas del público) o de albañil. ¿Qué opinas, Steven? la gente siempre necesitará casa para vivir, es un buen trabajo. ¿Cantante? ¿Al menos cantas bien?” Morrissey lo observa, y le dice con altanería: “-No cree que usted, si hubiera por lo menos tratado, si lo hubiera intentado un poco más, podría haber sido el primer poeta laureado con el Nóbel de Manchester? Imagínelo. Usted, el más grande poeta de todos los tiempos”. “-No me hagas perder el tiempo, muchacho”, dice el señor. Moz remata, al levantarse para irse y con desdén, que “..si encuentran un albañil muerto flotando río abajo probablemente sea yo”.
Aquí, dos anotaciones: primero, la diferencia sustancial entre Wilde y Morrissey es que el primero siempre fue consciente y llevó al máximo el regodearse en su privilegio de clase desde el primer momento en que tomó una pluma. Parte de su genio está en el dominio total del ocio dionisíaco. Morrissey de pronto se asume en esa postura pero tuvo otro contexto, ahora me resulta hipócrita en ese sentido. No sé si ese sea el adjetivo correcto, pero esa es mi sensación. Segundo: ser albañil, zapatero, carnicero o barrendero no tiene menos gloria que ser poeta o artista. Lo siento mucho, pero para que tú seas único y especial alguien más limpia la calle, hace tu ropa y cultiva o cría tu comida. El genio está sobrevalorado, y si pudiéramos ver una película cercana a la vida actual de Morrissey, sería una versión de rockstar de La gran belleza de Paolo Sorrentino, con una parte coreografiada de sus músicos bailando en piyamas de seda azules en un programa matutino mexicano.

No puedo dejar de insistir que este cantautor ha dejado en la historia de la música letras tan bellas como “Asleep” o “I know it`s over”, entre muchísimas otros impresionantes versos a lo largo de su carrera, pero la canción que se me quedó en la cabeza al salir de la sala de cine fue “Frankly, Mr. Shankly”:
Fame, fame, fatal fame
It can plays hideous tricks on the brain
But still I’d rather be famous
Than righteous or holy
Any day, any day, any day.
Aquí la cartelera de Ambulante donde pueden revisar los horarios y lugares para ver England is Mine.
Aquí el soundtrack oficial de la película en Spotify.