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#NationalGeograffiti 36: Epopeya Mítica del Rock Urbano 2. Manifiesto

- Por: helagone

Por Christopher Nilton Arredondo
@niltopher
Pablo, Santi y Miguel son un trío de amigos que, luego de ver un partido de futbol en casa de uno de ellos (antes jugaban, pero la costumbre de pararse temprano en fin de semana y correr se ha ido perdiendo), ya con varias cervezas entre pecho y espalda y luego de satisfacer el hambre con unos tacos, se ponen a escuchar música al azar mientras platican de sus respectivas cotidianeidades. Platican del pasado y del presente; aparece también el futuro inmediato, luego hablan de su vida simbólica entre risas y aliviane: películas, series de televisión, vida de personajes célebres, hasta historia y ciencias llega a cubrir la conversación mientras la música fluye.
De vez en vez, el comienzo de alguna canción los distrae de la charla y le dedican algunos segundos a elogiar la introducción, los primeros acordes, las primeras notas. En un intervalo breve (unos 20 minutos), la reproducción al azar de la música trajo dos piezas del mismo disco. Las dos llevan impreso el estilo del intérprete, pero cada una coquetea con géneros distintos y resalta sus convencionalismos para que la influencia quede patente. La primera es un sorprendente rock n’ roll con temática amorosa, en el que una chica “antes orgullosa” ahora ha dejado de ser interesante para el joven que enuncia la letra; la segunda es una pieza prácticamente de vodevil, con secciones de saxofón, en la que una madre le da una lección a un niño. Sorprende, además de la chispa de cada canción, que las dos piezas que emulan deliberadamente géneros de gran popularidad, cultivados por anglosajones, estén juntas en el mismo disco de un mexicano.
Las piezas son del Valedores Juveniles, de El Haragán y Cía., momento cumbre de lo que acá llamamos Rock Urbano, y la emoción viene de un amor por lo ya probado.

-Si me presentan una banda de rock, quiero que se oiga como rock, ¿no es así? ¿Qué banda hace rock que estemos convencidos de que es rock?
Led Zeppelin… Iron Maden… Deep Purple… Grand Funk Railroad
-De acuerdo. Entonces que las bandas de rock en México suenen a esos grupos.
Desde piezas con evidentes bases de blues, despliegues de virtuosismo en solos de muchas notas, hasta la “cita textual” o reproducción de estribillos de famosas canciones anglosajonas o menciones en las letras a bandas consagradas, el Rock Urbano tiende a obviar sus fuentes. Hay en esta música un deseo de ser inconfundiblemente rock, de confirmarse como rock. Y no cualquier rock, sino un rock pesado, con riffs sobre los acordes de la guitarra; temas ejecutados con el poder de más de dos notas simultáneas que se alejan de la melodía nítida, encuerada, de la “Persiana americana”.
En eso radica buena parte del encanto del Urbano: en el sonido abundante de sus guitarras, un sonido grueso y espacioso, sucio en comparación con los punteos solitarios de otras vertientes rockeras, un sonido cochambroso que corresponde a la voz rasposa de muchos de sus cantantes, que se acompañan de ritmos vertiginosos, golpes de bajo y percusión que se vuelven estereotipias: mover la cabeza o marcar el ritmo con el talón.
El Urbano es un rock crudo, es más confirmación del pasado que vanguardia. Su fusión genérica no tiene ningún compromiso con los folclores nacionales a pesar de ser nombrado en algún momento, por propios y extraños, con la expresión sin sentido de “rock nacional”. El nacionalismo del Urbano no se manifiesta en esa filia del pasado mesoamericano que mueve a “cafetos” y “caifanos” en sus búsquedas musicales; se presenta más bien en un gusto por la crónica diaria, un gusto por la pintura de corte realista de la vida en la capital y su periferia, a veces un retrato humorístico, a veces trágico. La vida, por supuesto, de una clase media (media-media, media-baja, baja-alta incluso).

-Porque yo de morro, en los 80 en el Edomex, no estaba en contacto con lo prehispánico o lo folclórico, sino con series de tele gringas, con las estaciones de radio que pasaban música en inglés, con marcas de ropa, de tenis, de electrodomésticos gringas (o japonesas, que ponían sus etiquetas en inglés). Las rolas que sí me decían algo que conocía eran las del Urbano, y antes de ellas las de los rockeros anglosajones.
-Si a la gente le empezó a gustar Caifanes no por rockeros, sino por “La negra Tomasa”; la cumbia estaba empujando fuerte entonces, ¿se acuerdan? Mediados de los 80 fueron los años de gran éxito de los Ángeles Azules, que hace poco ya fueron aceptados como placer no culposo entre el público del Vive Latino.
-Aunque ese remarque genérico del Urbano no lo libra de fenómenos como la fusión; a propósito de ritmos tropicales rockeros, ¿qué tal “Cantinero”, de Tex Tex? Esos géneros bailables fueron bien acogidos en la Zona Metropolitana del Estado de México, un ejemplo de cómo el Urbano refleja su realidad social inmediata…
La charla siguió así a lo largo de la tarde.