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No le compren leche a Max. Celebrando del Festival de Woodstock que no fue en Woodstock

- Por: helagone

por Alain Derbez
@Alain_Derbez
(texto alrededor del festival de Woodstock contenido en el libro Los sesenta cumplen treinta, Conaculta , 2001 y que hoy está agotado)
Entre la noticia que daba cuenta de Félix Pappalardi tocando el bajo finalmente con su propio grupo (¿alguien conserva audible hoy, que los sesenta cumplen treinta, un elepé de Mountain?) y la información de que Jefferson Airplane andaba en pleito con la RCA, porque, entre otras razones, no le permitían a Grace Slick grabar las frases: Up against the wall, motherfucker (nalgas a la pared, culero) y doesn´t mean a shit to a tree (vale lo que soplas), el número 40 de la revista Rolling Stone, fechado el 23 de agosto de 1969 –aunque publicado semanas antes desde San Francisco, California- hacía saber al lector algunos detalles sobre un cercano acontecimiento rockero bajo la cabeza: “El festival de Woodstock anda huyendo”.
“La Exposición Acuariana de la Feria del Arte y la Música de Woodstock (ése el nombre completo) que fue movida quince millas del punto original Woodstock a Wallkill en el mes de mayo, ha sido trasladada de nueva cuenta y ahora se le programa en Bethel, Nueva York, a 45 millas de Woodstock y a 98 de Manhattan. Las fechas siguen siendo las mismas: del 15 al 17 de agosto”.

La nota continúa informando cómo los diez mil fulanos que poblaban Wallkill nada querían con los rockeros, así que vinieron amparos, demandas y fuertes discusiones que llevaron a los organizadores a mejor intentar con los 2,366 habitantes de Bethel:
“El Comité de Ciudadanos Consternados de Walkill aducía que la Feria sobrecargaría la capacidad del pueblo para lidiar con la higiene, el tráfico y la seguridad y, en general, rompería abruptamente la vida cotidiana del pueblo. Woodstock Ventures- nombre de la compañía organizadora- afirma que, sin embargo, se han tomado medidas en lo referente a la higiene y el tráfico y que se han contratado policías de la ciudad de Nueva York- en sus días de descanso- para controlar a la multitud. Además de eso, ya se está tramitando un seguro que cubriría cualquier contingencia y cuyo costo es de tres millones de dólares”.
El caso es que ni a Woodstock ni a Wallkill. Bethel, en cambio, dio la bienvenida al asunto a organizarse en el rancho de Max Yasgur, lechero con serios problemas del corazón que cobraría nada más 50 mil dólares por el préstamo de algo así como 600 acres (cada acre mide 40 hecátreas y 40 centiáreas así que haga el lector el cálculo y llegará tal vez a la friolera de 240 y cacho). Sólo una pequeña señal de protesta se pudo ver a la mitad del pueblo. El cartel, impreso aseadamente, decía:
“¡Detengan el festival hippie de Max! ¡No queremos a 150 000 hippies aquí! ¡No le compren leche!

Años después se supo quién había mandado poner el escrito: Charles Jarreaux, comerciante texano introductor de leche envasada en tetra-pak en la costa este, buscaba debilitar a los granjeros que aún expendían su producto en cilindros y de manera directa:
“Hasta ahora se han vendido 60 000 boletos para el evento de tres días que promete por 7,13 y 18 dólares por uno, dos y tres jornadas, la presencia de 28 números estelares. Entre los nombres mencionados están Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jefferson Airplane, Joan Baez, Ravi Shankar, Blood, Sweat and Tears, Who y The Band. Además habrá lugar para poner la tienda de campaña y cocinas. Mientras tanto, los cuatro promotores (Kornfeld, Lang, Roberts, Rosenman) están levantando una demanda contra organismos e individuos responsables en el pueblo de Wallkill, para recuperar los millones de dólares que ha costado el traslado a Bethel”.
¿Cuántos de los nombres ofrecidos llegaron a convertirse en realidad sobre el escenario? ¿Cuántos de los que estuvieron en la película (finalmente exhibida en México en los ochenta con largas colas afuera de las salas de cine)?, ¿cuántos de los del álbum con triple larga duración, cuántos del compacto aparecido a finales de esa década, existen todavía en la vida y la escena para el festival de Woodstock que en 1994 (nostalgia es negocio) se organizaría entre nuevos lodazales y anuncios de bebidas de cola en agosto)?
Treinta años después de los sesenta hay confusión y hay leyendas. Actuó aquél, no actuó aquélla…

Richie Havens inauguró ante 200 mil personas a las cinco diecisiete del viernes con la canción Freedom, pero ¿quién le siguió? ¿A qué hora tocó Hendrix el himno estadounidense la mañana siguiente? ¿A las nueve? ¿Qué fue de John Sebastian, de Arlo Guthrie, de Alvin Lee, de la banda Sha-na-na, de Sly y la familia piedra (como gustaban de traducir algunos locutores mexicanos de radio que ufanos y doctos le llamarían al baterista Max Roach Maximiliano Bacha?) ¿Es cierto que el granjero que atropelló con su tractor a aquel joven en su saco de dormir, ahora está metido de lleno en el Partido Republicano? ¿Es verdad que Joe Cocker arriesgó su vida en el lodazal escénico para cantar “With a Little Help from my Friends”, pero que su agente tardó en demandar menos de lo que duró la epiléptica rola?
¿Es cierto que hubo 400 malos viajes lisérgicos atendidos por médicos voluntarios?; ¿qué cuatro niños nacidos ahí hoy ocultan sus verdaderos nombres (Aquarius, Woodstock, Peace, Freedom) tras Julia, Ken, Dan y Jodi? ¿Alguien ha visto diez veces la película Flashback con Dennis Hopper y Kiefer Sutherland? ¿Recuerda la frase aquella que dice el actor que también salió en Easy Rider: “Vamos a hacer que los ochenta parezcan a los noventa como los cincuenta a los sesenta”? Alguien sigue convencido que la mayor parte del tiempo en ese festival tocaron los Doors simplemente porque en México les introdujeron un elepé de Morrison y compañía a la hora de comprar el álbum triple del Festival? ¿Alguien sigue apostando a que Moisés Solana corrió su carro en Woodstock y de ahí se vino a Avándaro? ¿Cuántos libros sobre este festival se han escrito citando a Abbie Hoffman, a Marcuse, a Benjamin, Adorno, Jerry García, Ángela Davis, Rudi Dutschke, Martin Luther King, Country Joe Mc Donald y Jürgen Habermas alrededor del tema; desde el “yo estuve ahí” hasta el “yo no estuve ahí pero pude haber estado”?

El Festival de Woodstock, que no fue en Woodstock (bueno, tampoco el de Atlanta fue en Atlanta), dio, ha dado y seguirá dando mucho más que el documental de Michael Waldleigh, los discos, unos cuantos litros de leche bien vendidos y un momentáneo dolor de cabeza al comerciante Charles que, finalmente, empeñoso como era, introdujo el tetra-pak en todo el antiguo territorio de las trece colonias.
-¿Dónde está esa nación de Woodstock- preguntó el juez a Abbie Hoffman…
-En mi cabeza- respondió-. En mi cabeza.
Un lustro después de lo acaecido, el corazón de Max, lechero y bienhechor, falló definitivamente.