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#NoVotarOVotar. Ni voto, ni voto nulo, ni me callo, ni me anulo. Un rant.

- Por: helagone

El 7 de junio se acerca peligrosamente. Para algunos es la fecha en que el sistema político recibirá nuestra merecida indiferencia, para otros es de nuevo la oportunidad de ejercer un derecho que no podemos darnos el lujo de perder. No Votar o Votar, cada ciudadano tiene una postura, o debiera tenerla. Frente a la gesta electoral y todos sus vicios, NoFM mantiene una postura crítica y asume su responsabilidad como medio de comunicación para mostrar parte del sentir de la sociedad que se cuestiona el funcionamiento de nuestro sistema partidista. Por ello, del 20 de abril al 5 de junio, publicaremos una columna diaria con la postura de distintos ciudadanos. No Votar O Votar, lo invitamos a participar en este debate.

Ni voto, ni voto nulo, ni me callo, ni me anulo. Un rant.

Por Carlos Brito
@Britovksy
No me cuenten entre los anulistas. Nunca he creído en el voto nulo como la solución a nada, sino como una forma de protesta; parte de una solución potencial. El problema es que hoy tampoco veo en el voto efectivo soluciones, o no al menos a lo que en los últimos 15 (¿18, 26?) años, a pesar de todas las alternancias y los cambios de color en los gobiernos, sólo ha avanzado en el país: la pobreza, la desigualdad, la impunidad, la violencia, la sistemática violación a los derechos humanos. No digo que todos sean iguales, digo que todos pertenecen a un sistema que ha producido los mismos resultados y al que se niegan a transformar, sobre todo, por los privilegios que otorga. No votaré, porque siento que votar hoy es afirmar que ese sistema debe continuar y porque no hay una sola organización política en la boleta que plantee, de fondo, un cambio en ese sistema de representación… que aspire a un cambio democrático profundo.
La reacción antianulista (que entiendo también es antiabstencionista), ha sido por demás lamentable y nutrida. Curioso, cuando no hay un movimiento articulado nacional que promueva estas opciones, al menos no como en 2009. Se burla de lo “inofensivo” del voto nulo para el status quo, al tiempo que escribe y escribe en su contra. Lo que ha habido son expresiones en redes sociales, artículos de opinión y desde luego, de organizaciones como la de los padres de familia de nuestros 43. Muchos de los argumentos de la campaña antianulista me preocupan en serio. A estos, se suman expresiones como las de López Obrador, morenistas, perredistas y de otros partidos “de izquierda”; que incluso han insinuado, o dicho abiertamente, que ser anulista o abstencionista es lo mismo que ser priísta. “Los radicales de la llamada sociedad civil”, nos llamó AMLO, líder supremo de la “única oposición verdadera”, asumiendo complicidad de las víctimas con los victimarios para no dejarlo llegar al poder: “por eso vale la pena preguntar, ¿son lo mismo, o los extremos se tocan y se dan la mano o es simplemente ingenuidad?”.
No haré lo que hacen ciertos antianulistas. No me voy a inventar una caricatura, como aquella que dice que el anulista espera en serio convencido, sumidísimo en su ingenuidad y su purismo (que es puro, puro, químicamente puro e incapaz de mancharse con el pecado del juego electoral), que cuando en el CEN del PRI/PAN/PRD/Morena/NA/MC/PT/PVEM/PES/PH se enteren que hubo tantos votos nulos entrarán en una repentina y contundente epifanía.
Se abrazarán los unos a los otros, con mirada perdida y el corazón ausente (nótese la poesía) pensando para sí “¿Qué hemos hecho?… Debemos cambiar”. Que cambiarán de verdad. Que tendrán intensas y extensísimas discusiones, marcadas por lágrimas, reconocimiento de la historia y del otro, del dolor ajeno y de la injusticia. Que se tendrán actos de contricción, expiación y perdón (porque para ellos el anulista no es otra cosa que una especie de fundamentalista). Que a partir de ahora se marcará una nueva fecha en los calendarios y que por fin, por fin, podremos gritar ¡libertad!. Y todo gracias al anulista que no dejó que lo bajaran de su tabique de autoridad moral que le pone encima del resto y derecho pleno para pontificar.
Inventarse esa caricatura es la ruta fácil para descalificar al anulismo. La fórmula es chutarle de anexo (ese sí, “serio”), una explicación de cómo hay un diseño institucional y legal que hacen que el voto nulo sea contabilizado pero no tenga un valor concreto. Hablan de efectos de sobrerrepresentación, de beneficios para estructuras partidistas (si gana más el voto duro, si gana más la estructura clientelar, si gana más el partido grande o chico). Recetan incluso como opción el ejercer un voto de castigo, un “castigo” que, ese sí, generaría en los partidos políticos todo el drama que el anulismo caricaturizado aspira. Según esto, el voto de castigo cambia incentivos, le resta poder a un grupo A para dárselo a un grupo B. El grupo A puede reformarse y ser más como el pueblo demanda o desaparecer. Mientras que B tendrá todos los incentivos para no ser como A y probar que merece el cargo. En tanto C, D, E, y F, sabrán que si aspiran a tener el poder deben portarse como B y todavía mejor. Pronto llovería maná del cielo.
Hay estados que nunca han tenido alternancia a nivel de gobernador, pero otros que sí. Pienso en Michoacán, Baja California, Morelos, Guerrero, Puebla, Chiapas, Sonora, Nuevo León, el DF, frente a otros casos como el Estado de México, Tamaulipas, Veracruz y Coahuila. Como todos sabemos, la alternancia fue producto de un voto de “castigo” al partido que llevaba en el poder desde hace décadas. El PRI ha sufrido con harto pesar los “castigos” aquí y allá, en varios estados, en muchos municipios y en todas las delegaciones del Distrito Federal. El “castigo” al PRI lo sacó de la presidencia de la república, un “castigo” que le duró 12 años. El nuevo partido en el poder, el PAN, tan aleccionado y temeroso del “castigo” de las ciudadanos que lo trajeron al poder; realizó grandes transformaciones a favor de la democracia, hizo hasta lo imposible por detener la violencia, poner en orden a los poderes fácticos, combatir la desigualdad, la impunidad y garantizar nuestros derechos humanos. En el fondo, el PRI, aleccionado y temeroso también del poder ciudadano del voto de “castigo”, realizó fuertes cambios al interior y en sus gobiernos locales en los estados. El “nuevo PRI”, fue consecuencia de la transición democrática, de la severidad del mensaje: o cambias o te seguimos castigando. Los ciudadanos, caminaban libres por las calles, plenamente conscientes del poder que tenían en sus manos, sabiendo que los poderes fácticos estaban a raya y las instituciones estatales eran robustas, funcionales, adecuadas y autónomas. Pero somos humanos y los humanos tenemos fallas. El PAN tuvo algunas omisiones pequeñas, más por descuido que por falta de interés (cómo no tenerlo con tanto miedo al castigo). El nuevo PRI ganó las elecciones, empujado estrictamente por los electores, porque en ellos está el poder de castigo, son ellos quienes deciden, son ellos quienes mandan… y el PAN tuvo que salir del gobierno. Para fortuna de la democracia, con una clase política castigadísima por el voto de castigo, los cambios no tardaron en verse y se perfeccionó el gobierno, todo bajo un manto de civilidad y respeto. Todos esos años de alternancias en gobiernos locales,dejaron algo claro a la clase política de este país: la democracia llegó para quedarse y nadie está a salvo del castigo. Los partidos chicos no tenían oportunidad y la forma que encontraron de existir en este ecosistema de pura bondad, fue ser todavía más democráticos; hasta que duela. Saben que su existencia depende del voto y NADA más. El voto sirve, es más, casi es lo único que sirve, protestar es catarsis. Si no votas, no te quejes. Y si votas, puedes quejarte o no quejarte, de preferencia no quejarte, porque si votaste con “voto de castigo”, las cosas ruedan por sí solas. “Si no votas, alguien más decidirá por ti”. Quejarse es cosa de ineficientes, ineficaces, inefectivos; votar castigando es una bala de plata. Los hilos negros sí existen, y en México los hemos encontrado.
Bueno, sí lo hice.
Antes de volver a leer otra columna antianulista diciendo que el voto nulo es inútil y te anula porque la ley no lo reconoce y que la opción es votar a la misma casta política que, de hecho, hizo esas leyes y seguirá defendiendo ese sistema, hay cosas que quisiera saber. ¿Cómo le fue al votante “racional”, al “útil”, o al “estratégico” (porque ahí sí se permiten estos abusos del lenguaje) de 2012 que votó por la oposición? ¿Qué sintió cuando vio armado el Pacto por México por tan pocas personas que se cuentan con las manos y la extinción de facto de la oposición… y de la elección? ¿Qué sintió de ver a un bloque de partidos que tiene prácticamente el control total de las cámaras decidir y votar por lo que no se presentó nunca en campaña? ¿Qué sintió cuando se enteró que muchos de ellos ni siquiera sabían qué estaban votando, que se quedaban sentados esperando la línea de arriba, que se turnaban para dormir en las oficinas y sólo bajar para alzar la mano? ¿Qué sintió cuando vio que “la oposición (entre ellos los otros “castigados”)” y el partido-que-fue-castigado-se-renovó-y-volvió-para-castigar-al-otro terminaron por diluir la división de poderes y capturar órganos autónomos? ¿Qué sintió al ver la tibieza y la complicidad con que el PAN y el PRD actuaron frente a la Casa Blanca, Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán, la elección de Medina Mora…? ¿Qué sintió el “racionalista” al ver que votar por “El Menospeor” en el DF, en Guerrero o en Iguala era sustancialmente lo mismo que votar por el PRI o por el PAN y que se “castigaba” a un delincuente para “premiar” a otro? ¿Qué sintió el “castigador” cuando vio a AMLO y al amlismo incapaz siquiera de dar un debate serio en el proceso de reformas? ¿Qué sintió cuando el candidato objeto de “voto útil” en 2012 se alió con Mancera y se hizo a un lado cuando se soltó la represión a los movimientos sociales en su “ciudad de la esperanza” y todo porque “ha mantenido los programas sociales”? ¿Y cuando Mancera decidió hacer pagar a los usuarios del metro el boquete financiero de la tenencia? ¿Qué sintió cuando vio que MORENA replicó aquí y allá el modelo electoral del PRD y el PRI cuando supuestamente era “la esperanza de México”? ¿Qué sintió el jornalero de San Quintín cuando le dijeron que para resolver sus condiciones de esclavitud había que ir a votar como en 1994, 1997, 2000, 2003, 2006, 2009, 2012, 2015…? ¿A quién castigó en 2012 el votante cuando sacó al PRI de Iguala para traer al PRD sino a sí mismo? ¿No sintió el utilista-racionalista-estratégico que el menospeorcismo nos ha dejado más problemas que soluciones? ¿No se sintió anulado antes de votar? ¿No es útil, racional y estratégico pensar en que no vamos a resolver los problemas de siempre con el mismo sistema político de siempre?
La regresión autoritaria es responsabilidad no sólo de un grupo de actores, también del sistema que se han dado para mantener sus privilegios y vestir a la democracia de un procedimiento trienal.
No veo en las boletas ninguna organización política que esté cuestionando de fondo el sistema de representación, que es responder a las preguntas ¿dónde está y dónde debe estar el poder? No hay una organización que esté debatiendo definiciones sobre lo público, sobre las garantías a los derechos humanos o del rol del Estado ante las personas que cada vez lo creen menos útil. Hoy, los partidos no se deben a sus votantes, como los medios no se deben a sus lectores. Quien más ha aprendido eso, es quien más elecciones ha sumado. “Es cuestión de acabar con la corrupción”, dice López Obrador, cuando la degeneración social, institucional, económica y cultural sigue avanzando ahora con la reconfiguración de un Estado autoritario y de la mano de una oligarquía internacional. Seguir hablando de “corrupción” como el centro único del problema se ha convertido en parte del problema mismo.
Mientras creo que hay esfuerzos genuinos y bien intencionados por arreglar el país, unos experimentando y otros en formación; si el sistema no les margina, les coopta, les mimetiza, les asimila, les expulsa o les termina, todavía creo que hay un déficit de imaginación. Hace falta confrontar en serio a este modelo y cuestionar lo que haga falta cuestionar. Mientras se acumulan y complejizan las crisis globales, caducan las instituciones ante la evolución de los problemas, se aceleran las transformaciones materiales, científicas y tecnológicas; parece que en México el conflicto es sólo saber qué arista del Status Quo mide más.
Cuando gritamos en la calle “¡Fue el Estado!”, era porque no pretendíamos caer en el juego de la casta política mexicana: señalar a uno para aliviar a otro, igualmente responsable, en una cadena de impunidad que sólo crece. Es una especie de sistema hidráulico lleno de mierda, donde entre grupos/actores políticos se toman turnos para recibir el escarnio público por un escándalo, pactar para salir impunes/bajar costos y continuar el ciclo de lucro y explotación. Fue el Estado porque no sólo son 43, ni es sólo el crimen de las desapariciones forzadas. Cada vez que un presidente municipal, un soldado del ejército, un policía federal o municipal, jala el gatillo o da la orden de matar a alguien como tú o como yo, es porque ha hecho el cálculo de que nuestra vida le es costeable. Y eso, sólo es porque la economía del poder que ha construido este Estado autoritario ha puesto precio por la vida de cada quien.
Yo no pienso votar esta elección, porque no veo opciones que me representen ni creo que mi voto le haya importado un carajo a quienes lo han recibido antes. Saben que se gana a través de “la estructura”, la ilegalidad y las alianzas con los poderes fácticos. No confío en quienes hoy intentan forzar el voto a través de la extorsión, sintiendo que sólo por decirse de oposición le lloverán votos producto de la indignación. No confío en quienes están en la boleta, ni en quienes la “defienden” (INE/TEPJF), me sobran motivos para ello pero sólo basta ver el trato al PVEM.
No veo cómo se va a parar la tragedia humana de este país en el corto plazo y sí muchos motivos para creer que sólo va a crecer como en todos estos años de celebrar “la fiesta de la democrática”. No quiero ser parte de esto porque me sienta “puro”, sino por un intento honesto de ser responsable con lo que creo. Lo que sigue es plantearse una alternativa y más que una “ruta de salida”, un punto de llegada.
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Carlos Brito (Zacatepec, Morelos, 1987) Defensor de derechos humanos. Estudiante de doctorado en Desarrollo Científico y Tecnológico por el Cinvestav.