TODO MENOS MIEDO

EN VIVO

EN VIVO

Nrmal 2017. Un Festival de idiotas para idiotas desde Nunca Jamás

- Por: helagone

Por Benjamín E. Morales
@tuministro
Fotos de Juan Leduc
@nosoyjorge
Pasé toda la noche pensando que mi padre está muriendo y nunca le dije papá. Y me detengo porque sin darme cuenta estoy hablando en pasado. Y eso es triste de por sí. En realidad no le he dicho papá, a pesar de que mi cerebro parece estar más listo que yo para asumir los cambios verbales y las nuevas palabras. Papá. No es lo mismo decir padre, o jefe, a decir papá. Hay palabras que nacen de la inocencia. Hoy no quiero hablar del ominoso adiós de un padre, hoy quiero hablar de ciertas palabras, de la diferencia entre la ingenuidad y la inocencia, y si me da tiempo, del Festival Nrmal.
15 DSC_0411
El sábado 11 de marzo del 2017 queda signado en mi historia particular que desayuné burritos (no pocos), sitiéndome estadista y adelantándome a los famosos precios a los que uno se enfrenta en cualquiera de estas quimeras llamadas Festivales, y que, sin remedio, pagué las consecuencias de mi visión, cosa que contaré después. También fue la primera fecha del evento que nos convoca.
Llegamos al Deportivo Lomas Altas reconociendo que los minutos previos al Nrmal siempre son deliciosos. Encontrar amigos, reconocerse ya en un paréntesis exitencial, saludar a todos los militares que con armas largas te miran sin entender muy bien de dónde vienes y para qué regresas, e intercambiar con los colegas la famosa mirada de “¿a quién vienes a ver?” que siempre desemboca en la otra famosa mirada registrada por Nrmal, la de: no tengo idea.
1 DSC_0593
Son tres escenarios. Azul, Rojo y Reverberation (¿?). Ya con horario en mano, uno va jugando a las serpientes y escaleras. “Me recomendaron a estos, dicen que ellos están cabrones, a estos dos sí los ubico y sería un pendejo si me los pierdo“, etc. Y ya con cierta idea, comenzar con el desfile de las apetencias, los momentitos y los momentotes.
Con bastante claridad había forzado la llegada para ver a Yoga Fire y FNTXY. Llevo más o menos un año y medio escuchándolos sin entender demasiado. Entre que Yoga me llega a parecer un matón de kinder y quién sabe qué mierdas habla FNTXY volviéndoseme un claro límite para el uso de autotune, no he logrado abrazarlos, a pesar de que me seducen brutalmente. Es, tal vez, de lo que más me interesa en el género actualmente en México. Y me tengo que declarar infantil frente a ellos. ¿Por qué diablos no hacen la rola que necesito para amarlos? Me despiertan ese lado.
El Hip Hop, en este caso muy en específico, y por insistencia de los artistas en la denominación, el Trap, siempre me ha parecido que busca generar una atmósfera cercana a la de los Niños Perdidos de Nunca Jamás. Y los Homegrown Mafia son un ejemplo patente. Yo no sé si en su día a día se la pasan botando entre la cocaína, los autos de lujo y soltando tiros al aire, cuando no se están defendiendo de una “pandilla” rival. O tal vez sólo sea un juego. Su acto es una construcción bien planteada entre beats, rimas y de las mejores actitudes del mundo. Mientras los veía y escuchaba cosas como Seguiré cantando ilari lari le no podía dejar de pensar qué pasaría si mis amiguitos de infancia estuvieran en ese escenario, si no sería exactamente lo mismo, asumiendo que mis amiguitos de infancia fueran estos súper dotados claro está. La cara lúdica del salto y el riesgo que Yoga Fire y FNTXY elevan se mezcla rápidamente con las “ficciones” que se cuentan entre ellos. Que si soy el más malo, que si me meto todo lo que puedo, que si mis phones y mis dólares, o, por decirlo de otra manera, ¿hoy vamos a jugar a los indios y los vaqueros o a los X-MEN? Tal vez me equivoco, pero me gusta imaginar que estos dos, más Dee y Alemán que también subieron al escenario, son bellísimas personas que se permiten ser otros para hacer más sencilla la transmisión de sus palabras. Gritos y saltos, bailes y gestos, tatuajes en la frente y en los codos, lentes oscuros porque No sonamos en la radio, pero sonamos en el barrio, como si eso fuera cierto. Qué importa. Hay momentos de verdad en las mentiras, eso enseña la vida y es importante entenderlo. ¿No queremos todos estar el día entero con nuestros amigos diciendo tonterías y sintiéndonos los más perros del mundo? A pesar de la ingenuidad del culto a la marca, a la firma, a Gucci o a NIKE, detrás de esa pantomima hay mucha inocencia cuando Dee pregunta ¿a alguien le gusta el rap? y responde Yoga: a mí, más o menos. Aspiración es destino podríamos decir, y esta frase la podemos tomar a muchos niveles. La Homegrown Mafia triunfa y se salva del ridículo porque no busca más que la presunción de lo que es imposible perder o adquirir: estilo. La pasé increíble la verdad, me dio hasta coraje que no fuéramos amigos, pero también me gustan de lejos, que es más o menos lo que me pasa cuando veo a un niño o a un genio. Los Niños Perdidos pensaba, una y otra vez, y su sombra en la cueva de los indios. Marchando.
2 DSC_0037
Sin mucho tiempo para seguir dándole vueltas, ya estábamos frente a Fenster, una de las bandas más blancas, en todos los sentidos, que jamás han pisado la tierra. Son los típicos amigos, cada uno visiblemente más torpe que el otro, que acaban sin dinero en Cuba o se meten a Tepito sin ningún tipo de guía o sugerencia simplemente para vivir la experiencia latina cinematográfica promedio. No obstante la apariencia a pato recien desemplumado, son extrañamente sabrosos de escuchar. Ante todo dulces, y tienen un aire a limpio que gente con el corazón más maltrecho podría calificar de esterilizado. No van a pasar a la historia y creo que ya voy olvidándolos la verdad, pero no me parece una cosa pesarosa. Algunos olores son mejores cuando se pierden. ¿El tajo en el tronco de la historia es el objetivo de una banda? Creo que ya estamos en un punto en donde podemos negarlo por completo. A veces sólo basta con escuchar o cantar y ver hasta dónde llega, o a qué suena. Fenster parece vivir entre estas dudas: ¿qué tan dulce puede ser la voz? ¿Qué tanto puedes recordar de ti mismo cuando cantabas sin poner atención? ¿Qué tan pequeño puedes seguir siendo? Mientras los escuchaba, y más bien pensaba en todo esto, vi a una niña jugando con sus padres. Tenía la cara cubierta de crema y no ocultaba las malas intenciones de manchar a su madre. Corría y saltaba y después se alejaba para ver cómo se asustaban sus padres ante su desaparición. Explotaba en risas y Fenster seguía entregando acordes bonitos en una tarde soleada. Algo tiene de peligrosa la sonrisa de un niño, mucho más si no quieres perderla me imagino. Lo que para la niña era una expresión más de su loquera privada, para sus padres no era más que dolor y territorio. ¿Pero a la música cómo se le amarra? Si pensamos que una gran canción, o cualquier canción, es producto de una mente sólidamente atada a un territorio en donde correr y reír y asustar es la ley, y lo único que podemos ver es cómo se va perdiendo, tal vez Fenster es una banda mucho más sombría de lo que imaginamos, mucho más por lo menos que otras que enarbolan la oscuridad de su alma como pendón de batalla, y que resultan más bien bobas y poco cárnicas. No me di cuenta que la música había parado porque todavía ser reía la niña y algo muy claro me dijo que no había decepción ante un momentito de belleza que, muy lejano al hambre de trascendencia que todos compartimos, yo había experimentado. Estábamos contentos.
4 DSC_0081
Y marchamos. Peter Pan es un libro de miedo y no sé si todo mundo lo sepa. Una isla llena de niños sin razón aparente. Un pirata o un adulto tratando de imponer el orden, indios en perpetua guerra y el fantasma de la muerte saltando de un mástil a otro burlándose de las convenciones, volando incluso, buscando su sombra. Me parece terrorífico. Yo nunca fui muy devoto ni del libro ni de la película. Pero una amiga mía sí lo era. También era mi vecina. Hace unos años se quemó viva. Su familia la llora todavía. Vivió tres días sin poder respirar, sus pulmones alojaron todo el fuego que su piel ya no pudo recibir. Yo no quise ir al hospital porque yo la quise de manera extraña y como se quiere en los primeros años. Después no la quise tanto, después me pareció tonta y desagradable, después murió, pero la quise en algún momento. Su madre era amiga de mi padre. Pero de mi padre recuerdo pocas cosas en la infancia porque lo vi poco en realidad. Recuerdo cantar Es más fácil decir hao que decir cómo has estao con mi vecina. Tal vez es mi primera experiencia con la música y con la sensualidad. Y creo que podría asegurar que me sigo relacionando de la misma manera con el fenómeno. Necesito honestidad, y necesito verdades, o lo que yo entiendo o siento como honestidad y verdades. Lo que sé es que no comprendo una canción, ni nada en el mundo, si no tengo la certeza que de alguna manera me retrata, o nos retrata; si no me asusta en principio no me sirve. Tal vez por eso tengo tantos problemas con la música electrónica, o con ciertas experimentaciones a las cuales el Nrmal hace muy bien en atender. No me basta con el interés, como con Tomás Urquieta, Sissel Wincent, Oly, Kablam, u otros representantes del ala digital del evento. O Trementina y sus chilliditos darks entre la maraña sónica de su inmadurez escénica, o la bobería de CLUBZ jugándole a la bandota cuando no llenan un escenario por más que salten y pretendan vender su frescura diciendo pendejadas como ya no quiero hacer el amor, o la misma repetición de sonido y acordes y formas y colores y camisetas y peinaditos y gorritas de los Holy Wave que parecen más listos para presentar un show de covers de sus contemporáneos que uno de material original. Y no me dejen empezar con Porches, una de las cosas más artificiosas y malsanas que me ha tocado ver, que trata que imitar a una banda “exitosa”, pero decide que esa banda es Belle and Sebastian, una de las peores cosas de la historia, que sólo disfrutan débiles mentales o autistas o artistas. Pero qué tal Moon Duo, a quienes, lo confieso por si no lo sospechaban, me mandó a la lona del hastío, me pareció más entretenido cuando me hicieron mi primer examen del papiloma como a los 19 años, y también Tasha The Amazon que parece muy conforme con sonar a todos y a nadie, sin una pizca de personalidad, presumiendo diplomas y calle en un cuarto en blanco e insonorizado. O tristemente OCEANSS que en su momento más importante decidieron que son tan prendidos como la calles de Pachuca un domingo por la tarde y lejos del estadio de los Tuzos, y, que sí me dolió la verdad, Lorelle Meets The Obsolete que casi nunca tocan en vivo y ya entendí por qué, porque lo odian y hacen que uno odie estar vivo, al grado que pensé que lo que debía hacer era alejarme y sentarme y escuchar solamente, lo cuál sólo provocó que por primera vez en la vida me quedara dormido en un Festival, con baba en la barbilla y todo. Cada uno de estos, ejemplos tristes de lo que no puedo aguantar: lejanía, hueva, falta de sensualidad, de ganas, de decir algo irrepetible, de decir cómo has estao en vez de hao. ¿Qué es una banda que te aburre? ¿Para qué te invitan a un festival si en vivo no funcionas? ¿Por qué siguen dándole la razón a sus padres cuando decían: deja de perder el tiempo? No lo entiendo del todo. Los organizadores a veces parecen muy impresionados por pasaportes, o tienen un radar que ubica a bandas de pueblitos pesqueros con un par de discos grabados en casa, que suenan peculiar. Evidentemente esta apuesta les sale casi siempre muy bien, otras veces fatal. Supongo que si le juegas al vergas estás en riesgo de irte a la verga. Esto es bello del Festival, las ganas de cagarla una y otra vez, porque por una mierda uno topa dos joyas. En ese sentido Nrmal es más una forma de entender el arte y la vida que otra cosa. Entre las multitudes de Nunca Jamás, un niño perdido la va a armar, los otros harán coros, y el más pendejo de todos se quedará al fondo defecando. Y volví a pensar en mi vecina que murió quemada, y en la niña con la cara cubierta de crema, y en sus padres viéndola perderse, y yo viendo a mi padre perderse, y en un par de perros que se peleaban intensamente frente al escenario rojo, y quise ser muy pequeño y no pensar más y esperar por la música que me tendiera la mano y me dijera si tú quieres volar, piensa en algo encantador. Y minutos después llegó.
3 DSC_0105
Dorit Chrysler y Circuit Des Yeux me salvaron este fin de semana. Empecemos por ese cuento de hadas para asesinos que nos entregó Dorit. El escenario inmenso y ella al centro. Los ingenieros luchan por hacer funcionar su theremin. Nos enteramos después que está descompuesto. Pero se logra como por arte de magia y vestida de púrpura comienza a tocar, que en realidad es un decir, porque, entre la agitación frente a la máquina y un micrófono mal posicionado, lo que hace es rasguñar el aire, y poner en su lugar a los elementos. Verla es ver batalla. Nunca había pensado lo complicado que es luchar contra lo etéreo. Me imagino a un gato invisible y salvaje que flota a su alrededor tratando de arañarla y ella trata de calmarlo contorsionando los dedos y los brazos. Canta con voz profunda y después salta a los agudos, y en el salto la acompaña la extraña vibración de su instrumento. Tan pronto como comienza va terminando. Esto sí no lo he visto nunca. El Nrmal atina, estamos viendo algo que se maneja desde la intención más absurda y limpia, tal vez, de entre todos los sonidos en estos días, el de Chrysler se acerca más a lo inocente, a lo que sencillamente es. Sin avisos junto al escenario un camión que baja por la carretera deja escapar un bufido atronador que se impone al del theremin. Ella abre los ojos y sonríe, como si fuera la conclusión que estaba buscando y si a esto sumamos la explicación de cómo el viento estaba alterando su campo electromagnético y estaba sonando más que ella, pues todo quedó en el terreno de lo inclasificable para casi todo mundo, salvo para dos personas con las mejillas perforadas y camisetas lucidoras que no pararon la charla durante toda la presentación y se postularon clarísimamente en primer lugar en mi escala de GENTE DE MIERDA QUE BUSCA Y DEFIENDE LA INDIVIDUALIDAD Y LA LIBERTAD SIN ENTERARSE QUE LA TIENEN DE FRENTE.
5 DSC_0321
Por otro lado Circuit Des Yeux de los cuales no esperaba nada y a los que me acerqué por pasar el rato, dieron una lección total. Subieron al escenario y lo primero que me pregunté fue si le pagaban derechos de imagen a The Velvet Underground. Gafa oscura y dos gotitas de desdén al estilo cine francés. Bajo, batería, guitarra y violín. Nada que decir hasta que comienza y todo es más o menos sagrado. No puedo dejar de pensar que estamos viendo lo mejor de la tradición que han dejado marcada en mármol gente como Walker, Dylan, Smith o Morrison. Entre el trance y la psicosis el grupo despliega una violencia que no volví a ver en todo el Nrmal. Siguen y retoman una secuencia que parece demasiado cercana a algún tipo de danza nativo americana y la figura principal en el escenario mueve los pies como si bajo ellos comenzaran a levantarse flamas que la están lastimando. Vocifera, grita, y con ella Circuit Des Yeux hace retumbar todo lo que nos rodea. Entre declamaciones y palabras rotas, ella apunta al público con una pistola imaginaria que materializa en su mano. Dispara. Da las gracias y se retiran discretamente. Yo todavía no entiendo lo que ha pasado. Los gritos aún rebotan dentro de mi cabeza y me doy cuenta que algo se me lastimó muy dentro y que, sin notarlo, lloro. Me limpio las mejillas. La bala que se despredió de su mano atravesó nuestro pecho y sigue girando por el mundo y con ella el mundo trata de mantener el paso. Pienso que no todo está perdido, pero después veo a unos niños con tapones para los oídos y pienso que todo está perdido. Y en el debate me enfrasco en lo que espero, y en lo que es, en palabras como talento y originalidad y me quiero ir a mi casa. Como en una buena corrida de toros, he visto lo que estaba buscando. Algo murió y algo se sostuvo, podemos seguir jugando a las pistolitas o podemos comenzar a sentir la herida que nos regalaron. No sé si fui el único que lo vivió así. En algún rinconcito de mí espero serlo. Así de infantil, así de egoísta. Marcado.
6 DSC_0240
Evidentemente la vida no te permite las alturas sin recordarte las bajadas. De palabras como genialidad, espíritu, mística, fuerza y quiebre, nacen otras como burritos, desayuno, arrogancia y diarrea. Dicho y hecho, es la primera vez que me tengo que meter a uno de estos baños públicos para aliviar el malviaje de la frente sudorosa y las piernas saltarinas. Uno se vuelve una criatura muy primaria cuando siente que va a manchar los pantalones, la cultura se queda corta frente a la dictadura del colon, el llamado es irreprochable. Sin duda estar en una de esas cabinas es una de las experiencias más extrañas y horrendas a las que nadie se puede someter. Al terminar el trance me sentía como en medio de un documental de la vida animal, uno de esos en donde un becerro que apenas abre los ojos, trata de levantarse entre placenta y sangre para comenzar a caminar. Menos mal antes había visto a dos artistas que me habían enrobustecido el alma y que sin duda me ayudaron a pasar el trance. Y claro, como la vida en esa cabina apestosa, tenían que ser muy particulares.
16 DSC_0657
Me hubiera gustado hacer el experimento de quedarme sólo en el escenario Rojo, ese es otro Festival. Ahí vi primero a Aye Aye. Uno de los shows más delirantes en mi trayecto por Nrmal. Música electrónica pero desde la psicosis. El artista entregó algunos de los sonidos más frenéticos y tóxicos que he tenido el placer de escuchar. Eso siempre se agradece. Y aparte tenía una marioneta de gato con la que también “cantaba”. De hecho tuvo uno de los mejores finales de show que me ha tocado presenciar. Tras un combo para destruir tímpanos, comenzó a cantar a Geroge Michael, y uno pensaba que la cosa iba en dirección de cortar de tajo y retomar la locura, pero no. El gato cantó la canción completa muy a su manera. Fue brutal y ridículo y honesto. Y me sentí muy satisfecho de ver una cosa así, sobre todo por el miedo profundo que me provocaba estar al lado de un performance de nombre Fancy Lupe en el que un hombre estaba siendo tatuado con un arnes en la cara mientras que otro, más o menos hermoso, sostenía un ramo de flores cubierto por un velo y regalaba una de las miradas más punzantes y retadoras que me han tocado recibir en la vida. No sé muy bien de qué se trataba, pero de nuevo, es el Nrmal.
8 DSC_0381
Después de esto y previo a la tragedia del burrito viví otro de mis momentos favoritos: Jesse Báez. Este inmenso cantante y productor también tomó el escenario Rojo. Ya lo había visto entre el público y me había sorprendido lo alto que es. El guatemalteco es uno de los intérpretes que más me interesan por el momento. Y comprobé todas mis sospechas. En principio, no vi otro show en que las canciones fueran más coreadas. Era impresionante. Por otro lado Báez parece caminar sin frenos a la cumbre de su arte: ser completamente único. Y no es que lo sea en sí, o que eso exista, sino que eso entrega. Canción tras canción daba la impresión de ser el hombre más cómodo sobre un escenario en la historia. Sin grandes gestos, soltando bromas, reconociendo a la maravillosa cuadrilla de músicos que lo acompañaban, dio cátedra de cómo se deben hacer las cosas en vivo. Hay gente que tiene eso, hay gente que no. Un festival es más que otra cosa, una galería de almas rotas y de almas plenas, y sus intermedios. Es casi doloroso entender lo fútil del esfuerzo de algunos frente a su resultado pobre, y el mínimo sudor que cuesta a otros el ser excepcionales. Jesse Báez es excepcional y me dio todos los argumentos para seguir pensando en la infancia y en su poder para trascender, en la virtud del juego, y retomar otras palabras como ligereza, altivez y precisión, sin prescindir de otras como misoginia (decile a tus amigas), arrogancia (cómo soy), trivialidad (cómo voy) y vacío (cómo tengo control), con las cuales también están signadas las letras del compositor. Este no soy yo, son ellos, y su banda interpreta sus movimientos, una corona azul y blanco para el niño de los ojos claro.
7 DSC_0372
Y terminamos con The Brian Jonestown Massacre que siempre quise ver en vivo. Y me quedé satisfecho. Tocaron y tocaron y entregaron uno de los shows más cerrados y firmes de todo el festival, como era de esperarse. Si pienso una de esas famosas All American Bands, ésta es una de ellas. La disciplina adquirida en el camino, el haber sobrevivido a ellos mismo, la puntualidad de su trabajo y la destreza con la que se extienden hasta el punto elegante para regresar sobre otra canción y cambiarlo todo para economizar o despilfarrar. Ya tenemos pocas oportunidades para ver algo como esto. Y claro, nota aparte para Joel Gion y su pandereta. Una lección para volverse indispensable o sostener un conjunto que no existiría sin su inmenso detalle. Lo cierto es que uno espera ver a una banda durante mucho tiempo y lo que se encuentra al final es mucho menor a los presagios. Pero no sobra el yo estuve ahí, yo los vi, yo esperaba un poco más, pero así soy yo y yo soy el que me tengo que aguantar, así que no me jodan.
joel
9 DSC_0490
El primer día del Nrmal fue entre genial y absurdo. Uno no puede dejar de reconocer el esfuerzo y la categoría de la organización. Cada año es más imperiosa la necesidad de aplaudir la existencia de Nrmal. Me parece que la única queja particular fue el desmadre que se armó con el pase de los fotógrafos, que impedía que pudieran hacer bien su chamba y que, por lo menos a Juan, tenía muy irritada a la banda. Mientras me dirigía a casa, que es otra palabra que digo con un poco de pudor y un gusto muy privado que no les voy a compartir, no dejaba de pensar lo idiota que debe ser uno para iniciar nada. Hacer un Festival es de idiotas, tener una banda es de idiotas, tratar de hacer las cosas a tu manera es de idiotas, vivir bajo tus términos es de idiotas, pensar en soluciones alternas es de idiotas, traer a tus bandas favoritas aunque nadie las conozca es de idiotas, hacer una obra de teatro, escribir, componer, tomar fotografías, ser buen amigo, ser generoso, ser amoroso, ser humano, todo esto es de idiotas. Y recordé una película y una conversación. En la película unos idiotas jugaban a ser libres, en la conversación un titán me dijo al borde del mar que le gustaba jugar al idiota porque nadie se metía con los locos y los idiotas, porque asustaban, porque eran peligrosos, porque escuchaban detrás de las columnas como Macbeth. Y ya en cama, contento por tanto más, quise imaginar un mundo lleno de idiotas peligrosos. Y celebré a los idiotas que están detrás del Nrmal. Y a sus amigos en Nunca Jamás.
13 DSC_0573
El segundo día pasó rápido. No lo sentí. Fue extraño. Tal vez el camino tenía menos baches, o fue más apacible, o simplemente rutinario y sin ninguna exaltación.
De las 2:30 pm a las 8 pm, más o menos, el Festival se desgranó entre la lluvia y el viento, y pequeños claros de sol que los perros celebraban, o simplemente estaban histéricos porque a nadie se le ocurre que la música a esos decibeles puede enloquecer a un animal, por más simpático que sea llevarlo de paseo y demás, pero olvídenlo, soy un amargado, no entiendo esas estupideces. Al llegar sonaba Rakta, que a pesar de que la banda apenas se iba entregando al nuevo día, molieron a palos el letargo de domingo; una banda potente a la que me gustaría pertenecer, sin miedo al ruido y a la contundencia, y a sonar del carajo, en clara persecución del desfogue y el alivio. Le siguió I.D.A.L.G. que también presumió a un artista de la pandereta, y un sonido magnético y vertiginoso, si uno andaba buscando una banda que no dejara respirar, ellos habían reclamado su lugar como uno de los actos acertados en el escenario Azul.
12 DSC_0761
Continuó la tarde con dos presentaciones que había estado esperando. La primera de ellas fue la de Ava Rocha. Creo que no conectó para nada con el público. No sé qué pasó. Estaba todo puesto, y de la brasileña no se puede reclamar nada. La música fue impecable, riesgosa, interesante. Su banda lo entregó todo. Ella, en ese atuendo bestial en el que convierte toda su corporalidad, giró por el escenario como una fuerza natural y arrobadora. Incluso llegué a pensar que se movía muy parecido a los árboles que cerraban el extremo izquiero del escenario y que, con las hojas húmedas y el sol que estaba asomándose, parecían reptiles que contorsionaban sus anillos imitando los brazos y la lengua de Rocha. Cuchillos en la boca y en la cintura, una hoguera entre los ojos. Y nada, no pasó nada. O no parecía pasar nada. Y fue un poco triste. No fue la tarde para ella.
10 DSC_0748
Y la segunda era Camila Moreno. Y fue todo lo que esperaba. Los cincuenta minutos que se arremolinó en el escenario dejó claro que el tamaño de su acto en vivo es mucho más grande de lo que todo mundo concede. Rola tras rola se postuló regia. Tocó mucho material conocido, y mucho del nuevo. Sin embargo la experiencia de verla en vivo se impone y todo suena diferente, mejor y diferente. Estoy seguro que una pareja junto a mí se dio el primer beso que se han dado en su historia juntos. Como si fueran parte de la banda, se acercaban torpemente, los codos chocaban y se medían la nariz con recelo y ternura. Ver un primer beso es enfrentarse con una anomalía temporal. En ese momento otras miles de millores de personas también se estaban besando por primera vez. Nunca hemos dejado el jardín de juegos, los areneros. Yo besé alguna vez a mi vecina que murió en el fuego. Mi padre besó a las mujeres que amó. No sé si he besado a mi padre. Pero cada canción es otro momento y otro beso, un concierto, a diferencia de una grabación, es irrepetible, y es justamente eso. Una sensación absurda que Camila Moreno sabe navegar y entregar.
14 DSC_0833
Un poco harto, con frío, y francamente cansado, me dediqué a dar vueltas mientras los Mueran Humanos enseñaban a bailar de nuevo. A la distancia podía escuchar y ver el disparate frenético que se estaba llevando a cabo. Pero necesitaba un poco de aire. Comienzan las despedidas, que siempre son tristes. Terminar el fin de semana, terminar el Nrmal. Cerrar el paréntesis existencial que involucra entregarse a escuchar durante unas veinte horas. Tratar de extender los minutos, encontrar amigos, imaginar que la vida se ha vuelto esta vida jugosa y desgastante. Y verla marchitar, y no querer asumirlo.
El punto final llegó para mí con Psychic TV. Sé que en realidad Tortoise terminó, pero no mamen, denle una cachetada al de la idea de meter a esa banda de perfección absoluta y mínimo candor al final de un domingo en el de por sí bajón ambiente de esta emisión del Festival. No por ser excelentísimos músicos y todo un referente, van a funcionar. La elección suena a esnobismo puro y poca sensibilidad con el público. Pero no quiero hablar de eso, quiero hablar de Psychic TV. La verdad es que yo esperaba una fantochada. No les voy a mentir, desde el prejuicio total, me había comprado la idea que la elección de la banda estaba más encadenada al mito Genesis P-Orridge y el carnaval que pudiera montar en el escenario. Nada más lejano a la realidad. Psychic TV es una banda de Rock And Roll hecha y derecha, convencional incluso, punk en lo mero básico y pegado al hueso, fina e inteligente. Escuchando cosas como be happy, they hate it when you’re happy, uno podía reconocer y viajar a un momento en donde una camiseta de cristo con la leyenda kill your idols no pecaba de ingenuidad y torpeza, sino que era el aire picante de lo revolucionario, y toda revolución es en principio inocente y voraz. Y después vienen todo lo demás. Impresionante. Un estate quieto a todas las banditas mamalonas de los dos días, todas esas que dijeron “uy, súbele a la distor, échale más fuzz, que no se entienda nada, mi gran sueño es parecerme a X, Y o Z, no me importa a qué sueno, yo quiero ser Joy Division, o The Clash o Sonic Youth, o Pixies, o My Bloody Valentine, no soy nadie y no tengo nada que decir, sólo quiero mover la greña, quiero soltar patadas al aire, no tengo nada que decir, sólo me voy a aprender actitudes, disfraces, ojalá nadie se de cuenta que sólo tengo mucha suerte.” Psychic TV fue como una descarga de electricidad en el estómago. Otra vez, sin forzar nada, sin imposturas, otra simple caso de absoluta libertad y originalidad. Qué fácil es reconocerlo cuando uno lo ve, y qué fácil es saber cuando no está por ningún lado. La banda de Genesis hizo lo que quiso y ni se movieron tanto, no trataron de impresionar. Hicieron lo suyo, y son buenísimos haciéndolo. Por eso termninó todo para mí en ese punto. Porque ya había aprendido algo nuevo y sabía que con Tortoise sólo iba a ir a impresionarme, a abrir la boca, a admirar la técnica, a aplaudir diplomas y laureles, y yo acababa de ver Rock And Roll puesto en escena por un humanoide horrendo y transparente como el agua. Ya no iba a celebrar otra cosa. Ahí terminé. Me senté y agradecí mucho a Psychic TV el recordarme que ya no soy un adolecente que busca virtuosismo, a mí ya sólo me interesan ciertas verdades.
17 DSC_0869
Ahora termino de escribir y sé muy bien que nunca me voy a sentir cómodo diciendo papá, y qué todos tenemos palabras para las cuales no estaremos preparados nunca. Diremos lo que podamos, y eso tiene que bastar. El día que muera mi padre yo me voy a morir con él, por lo menos un rato. Y después tendré aque aprender a hablar de nuevo, a decir árbol o música o hijo, así como la familia de mi vecina está tratando todos los días de volver a entender qué es fuego, qué es quemar. Por el momento tengo gripa y temperatura. Y eso también me dejó este Nrmal, uno que jugó entre la inocencia y la ingenuidad como mucho valor, uno que ha perdido extrañamente muchos tonos de color, que dejó de lado propuestas latinoamericanas importantes, que se queda entre la nostalgia y la melancolía, que le dio la espalda a muchos ritmos, uno al que le exigimos demasiado simplemente porque lo amamos demasiado, uno que tiene que continuar y tiene que seguir, porque es una explosión, porque es un faro, y nos lo da todo año con año, un festival de idiotas para idiotas, con idiotas en el escenario e idiotas en el público, maravillosos idiotas que piensan en sus perros, y en sus bebés, y piensan que son libres y que libertad es escuchar música en el pasto aunque esté mojado. Santos y profundos idiotas dispuestos a perder el tiempo, a salvarlo, a besarse por primera vez mientras suena esa cancion, idiotas como niños, limpios y con la idiota idea de que la vida está ahí afuera revoloteando entre los árboles que brillan porque acaba de llover pero ya salió el sol. Idiotas al fin y al cabo. Idiotas con miedo y ganas de querer, o amar, o hacer una banda, o un festival, y acercarse a otro idiota y decir, mira, esto soy yo y me asusta mucho serlo, pero si tú quieres te puedo enseñar lo que me gusta porque soy un idiota y necesito que sepas que a veces me siento muy solo. Y Nunca Jamás siempre brillando a la distancia, los Niños Perdidos van cantando, es más fácil decir hao que decir como has estao
11 DSC_0840