Por Pablo Paredes M.
Es imposible entender la resistencia a la Dictadura chilena sin conocer a “Los Prisioneros”, como es imposible comprender la transición chilena si no se escucha el trabajo solista del vocalista de la banda, Jorge González.
La agrupación no fue creada por esos tres mocosos del cono sur como una respuesta política al régimen sino que es consecuencia de las políticas del régimen. “El Baile de Los que Sobran”, la canción más popular de Los Prisioneros, es sin duda un alternativo aunque mucho más pertinente himno nacional de ese Chile que había hecho pedazos a sus pobres en los 70 y que había generado más pobres en los 80 a través de reformas neoliberales que necesitaban de sangre y hambre para penetrar las capas profundas de la identidad nacional.
Jorge González es probablemente quien completa esa triada que inauguran los genios y trágicos Violeta Parra y Víctor Jara. No hay otro nombre para sentarse en esa mesa y si hubiese nacido antes hubiera esperado sentado en la mesa a Víctor y Violeta. No porque tenga un talento musical superior sino porque los tres son hermanos en profundidad sensible, tanto escarbando en sus propios corazones rojos como proyectándose hacia el enrojecido país.
Lo de Jorge no era exactamente el punk, ahí fue llegando en la medida que se punkeaba el país, en la medida que la hostilidad crecía y obligaba resistencias y avances. En la medida que Chile pedía a gritos que esos gritos fueran canciones y ojalá se pudieran bailar aunque fuese con la torpeza del Rock. En un principio lo suyo era más bien el Pop, el sonido de las máquinas que pudo comprar sólo cuando ya se había convertido en la única estrella del Rock de Chile. También lo era la música que escuchaba su mamá mientras hacía el aseo. De hecho, la verdad es que lo de convertirse en ícono del “No a Pinochet” fue más bien un accidente, un necesario accidente, un choque en el aire entre dos kamikazes.
González, más como una categoría que como un apellido. Autor de las canciones más bellas, más tristes y más rabiosas que distintas generaciones de chilenos tocan en las fogatas frente al frío, y repleto de muertos, Océano Pacífico.
11 de febrero del 2015 / Santiago de Chile.